Hans-Peter Porsche es ingeniero, empresario y nieto de Ferdinand Porsche, el fundador de la compañía de vehículos deportivos con sede en Stuttgart. Nació en 1940 y desde la década del ochenta manifiesta su pasión en un museo abierto al público en la región alpina de Berchtesgadener Land, al sureste de Alemania. Él lo llama "TraumWerk", la traducción literal de "fábrica de sueños", un emocionante y fascinante universo de juguetes, réplicas y valiosas piezas mínimas de diseño.
Los mira con ojos de niño, esos impávidos y entusiasmados. Son miles de vehículos distribuidos en una exposición permanente de más de tres mil metros cuadrados. Son instrumentos de hojalata de dimensión pequeña pero son mucho más que eso: es una historia de vocación, de convicción, una búsqueda casi poética. Durante medio siglo persiguió subastas, ferias, compró cada locomotora que la compañía alemana de juguetes Märklin lanzaba al mercado, se asoció con coleccionistas de fuste. Su obsesión desbordó su espacio: llegó a acumular sus joyas en 450 cajas. "El sótano y la buhardilla estaban repletos. Pero la idea de tener guardadas en cajas todas esas joyas me incomodaba. Así que mi hijo y yo decidimos mostrar públicamente la colección", reveló en diálogo con la revista Christophorus, publicación oficial de Porsche.
Decidió, entonces, exponerlas en un sitio público, para que su veneración por las reliquias automotrices fuera prolífica. El arquitecto berlinés Volker Staab fue el encargado de construir un edificio dedicado a la exposición: adoptó la forma de un ocho que recuerda a la maqueta clásica de un ferrocarril o un circuito de carreras. El recorrido está dividido en dos etapas: comienza con una colección permanente de juguetes de hojalata de 2.500 metros cuadrados compuesta por 150 vitrinas que atesoran automóviles, aviones, barcos, comercios, trenes. La segunda parte –de 550 metros cuadrados– descubre el universo de las maquetas ferroviarias.
Submarinos, barcos, máquinas de vapor y automóviles: piezas de todas las épocas y de selectos fabricantes de juguetes de todo el mundo. La joya más antigua es una locomotora de 1865, y mientras que un barril de hojalata del tamaño de un dedal cotiza 50 euros, un barco de construcción artesanal y de dimensiones considerables no tiene valor: su precio es incalculable.
Por fuera del escenario donde converge la colección personal de 180 trenes de Hans-Peter Porsche y los 2,7 kilómetros de vías –donde late, asegura, el corazón de "TraumWerk"– se encuentra el contraste del heredero de una de las casas automovilísticas más refinadas, históricas y célebres de la industria. Un Porsche 550 Spyder plateado está rasguñado sobre un estante: "Antes lo tenía en casa. Mis nietos aprendieron a conducir con él. Está un poco rayado. Pero no importa, al fin y al cabo todos comenzamos así".
Allí se encuentran autos a escala de diversos tamaños y una selección de automóviles clásicos en dimensiones reales. Un Porsche 904, un Porsche 356 que participó tres veces en el rally Lieja-Roma-Lieja; un delicado Porsche 959 que "hay que sacarlo cada mes, no le sienta bien estar parado mucho tiempo", un Austro-Daimler, regalo de su hijo; el Volkswagen XL1 de un litro, un Porsche 914 Targa, un Porsche 944, un Porsche 928 y un Porsche 912 azul claro. Curiosa combinación de automóviles deportivos inconmensurables junto a antiguos modelos de bolsillo del 911 y los tractores que Porsche-Diesel-Motorenbau GmbH fabricó en Friedrichshafen hasta 1963.
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