A Enrico Galliera, director de marketing de Ferrari, lo bautizaron "Dr. No". Es el juez que determina quién sí y quién no es merecedor de un deportivo de Maranello. "Lo más difícil de mi trabajo es decir no. Las ediciones limitadas tienen que ser un regalo a nuestros mejores clientes", argumentó. En una entrevista a un medio australiano, brindó detalles de los requisitos y criterios -abstractos- que se necesitan para ser dignos de un Ferrari.
La historia de Preston Henn sirve para contextualizar la escena. Tiene 85 años y es estadounidense. Es un prestigioso coleccionista, un portentoso empresario y un ex piloto de carreras: ganó, entre otras competiciones, las 24 Horas de Daytona de 1983 a bordo de un Porsche 935. El año pasado quiso comprarse un LaFerrari Aperta, la edición especial convertible de un deportivo feroz que roza los mil caballos de potencia. Ferrari se negó. No bastó la exclusiva colección del Cavallino Rampante, no alcanzó con el prontuario de reliquias históricas de la escudería italiana. Su flota compuesta por un Ferrari 275 GTB Speciale de 1965, un Ferrari 365 GTB/4 Daytona Spyder de 1971, un Ferrari F40 de 1985, un Ferrari F50 de 1995, un Ferrari Enzo de 2003 y recientes Ferrari 458 Speciale y Ferrari 488 GTB no fueron suficientes. Preston Henn demandó a la compañía por supuesto daño moral, tanto su reputación en el ámbito profesional como personal, por una indemnización estimada en 75 mil dólares.
Enrico Galliera es el árbitro que interpretó que la adquisición de Henn era desleal. La edición limitada del Ferrari LaFerrari Aperta ya tenía sus 200 unidades colocadas. Antes de su presentación oficial, dos centenares de clientes fueron consultados para ofrecerles un hypercar híbrido descapotable con la firma de la mítica compañía italiana. Ninguno se negó. "Lo que hacemos es aplicar unos criterios para identificar y recompensar a los buenos clientes", clasificó el gerente de marketing: en Ferrari la demanda es mucho mayor a la oferta.
Ferrari es quien elige. No al revés. No hay postulaciones, ni concursos, ni sorteos: estudia la devoción por la compañía, el desvelo por la historia, el espíritu y la lealtad a la marca. Descarta perfiles altos de ostentación, prefiere la manifestación devota sin alardes y anula a aquellos capaces de desacreditar el honor de ser elegidos al caer en malversaciones, desatinos o negociados. Ferrari reconoce a quienes honran el privilegio de haber sido designado para proteger un one-off como recompensa de su amor por el culto ferrarista.
La filosofía del sentido de la exclusividad no sólo combate los pedidos elitistas, restringe la compra de los propios empleados de la fábrica. La mayoría de los operarios que trabajan en el proceso de construcción de los deportivos de la firma no tienen potestad para comprárselo. El colmo o el sarcasmo de la doctrina Ferrari: "Con una producción tan limitada y unos clientes que esperan tanto tiempo para conseguir sus autos, no estaría bien entregárselo a uno de nuestros trabajadores", explicó Galliera. Quienes sí están autorizados, por ejemplo, a adquirir modelos salidos de Maranello son sus pilotos de Fórmula 1 como una excepción en virtud del marketing.
Aunque Ferrari venda hoy el doble de autos que hace diez años -cerca de ocho mil ejemplares por año-, la condición de exclusividad de la compañía no se diluye. En parte, por el criterio de selección y el proceso de análisis que realiza la marca en procura de una sobreprotección de la excepcionalidad de sus creaciones. Para que "no cualquiera" conduzca un Ferrari.
LEA MÁS:
El final menos digno para uno de los más exclusivos modelos de Ferrari
Además de ser millonario, qué requisitos se necesitan para comprar un ejemplar único de Ferrari
Volantazo: por qué a partir de 2019 todos los Ferrari serán híbridos