El concepto es incipiente, joven. Está asociado a un nuevo paradigma de propiedad, también incipiente, joven. Mientras en la Argentina la venta de autos promete ser récord en 2017, el mundo reinterpreta el esquema de comercio tradicional. El razonamiento es el siguiente: si antes la gente compraba discos de música para escucharlos, ¿por qué en algún futuro la gente no podría dejar de comprarse autos para manejarlos? Las cosas cambian. La industria automotriz así lo entiende y lo procesa. La principal transformación que resiste, digiere y previene el sector es que en algún momento no será necesario ser dueño de un automóvil.
Supondrá un cambio más paradigmático que la revolución de los vehículos autónomos o los autos voladores, prototipos innovadores estimulados por la tecnología, madre de todas las visiones. Las automotrices comprenden el cambio de época: ya no estarán regidos en la industria automotriz, pasarán a formar parte de la industria de la movilidad. Las ciudades colapsarán de gente: en 2020 habrá 28 megaciudades con más de diez millones de habitantes. Será inviable el caudal de tráfico en infraestructuras desactualizadas.
"Toda la planificación urbana del mundo es para los coches; la gente no importa", le dijo a El País Carlos Dora, coordinador de Salud Pública y Medio Ambiente de la Organización Mundial de la Salud (OMS). "Los nacidos desde 2017 jamás llegarán a manejar un auto", vaticinó Henrik Christensen, director del Instituto de Robótica Contextual de la Universidad de California, Estados Unidos. "Pronto no tendrá sentido tener un auto en la ciudad", avisó Jaime Rodríguez, director general de Blablacar, un servicio francés de gran difusión en Europa de vehículos compartidos. "Si puedes cambiar una calle, puedes cambiar el mundo", dijo Janette Sadik-Khan, la mujer que peatonalizó el Times Square. Aunque no solo eso: acumuló 650 kilómetros de carriles para ciclistas, instauró el más grande sistema de bicicletas públicas, multiplicó las plazas, incorporó 60 nuevos espacios verdes, promovió la recuperación económica de la zona. "No se trata de un juego que no aporta nada entre espacio público y autos. Los autos no hacen compras y la gente sí. Encontramos que había beneficios económicos", reflexionó. "Los autos son como una invasión de ratas: algo letal", dijo Jan Gehl, autor de la Strøget, la calle peatonal más grande de Europa, y promotor de la reinvención de Copenhague como la ciudad más habitable del mundo, seleccionado en consecutivas veces por la organización Cities for People. Su pensamiento habilita una teoría: "El auto era una tecnología inteligente hace casi cien años. Pero a medida que las ciudades se densifican -y no hay otro crecimiento posible- se convierte en un estorbo. En la actualidad, en ciudades con 10, 20 y hasta 30 millones de personas urge encontrar algo más inteligente: una combinación de piernas, bicicletas y transporte público".
Estas conjeturas están adoctrinando. Sus reflexiones se sostienen, además de la lógica del cambio en estadísticas. El informe de Rethink X, un laboratorio de ideas independiente que estudia las disrupciones tecnológicas en la sociedad, hizo un pronóstico audaz: para 2030 la venta de autos habrá caído un 80% y el 95% de los kilómetros recorridos se harán en vehículos autónomos y eléctricos (el plan de Elon Musk, creador de Tesla Motors). La investigación habla también de economía: una red de transporte más eficiente y la expansión del "car-sharing" -el sistema de uso temporal de vehículos- supondría una optimización del sueldo en un 10% de aumento familiar.
La teoría tiene sentido. Según el estudio, en los Estados Unidos un auto vive el 95% de su vida útil estacionado. Los aviones, en cambio, el 50 por ciento. La hipótesis habilita el concepto de "no comprar pero usar". La industria automotriz adivina que el paradigma en algún momento emergerá y deberá estar preparada. Mini Vision Next 100 es lo que Grupo BMW entiende para el futuro de la marca. Además de excéntrico, autónomo y eléctrico -el patrón de cada concept car-, el Mini del próximo siglo reinterpreta el título de propiedad del auto. Bajo el lema "todos los Mini son mi Mini" pretende crear una red de compartición de vehículos propios y ajenos, todos idénticos: lo que cambia es su personalización. De modo que este innovador concepto de propiedad colectiva repartirá el costo de cada modelo entre los distintos propietarios, que ya no serán dueños de una unidad sino de una cadena de autos. La sociedad de usuarios reproducirá entonces un mensaje de sustentabilidad: reducción de emisiones y de densidad de tráfico.
Las compañías -automotrices y no- están obsesionadas con los Millennials. Antes de venderles productos, tienen que entenderlos. General Motors creó Maven, su servicio de car-sharing. Los usuarios reservan, retiran y devuelven la unidad que eligieron del conglomerado de marcas. El mantenimiento, el seguro y el combustible lo paga la compañía. Los clientes únicamente abonan el tiempo de uso: ocho dólares la hora. ¿Qué población usa este sistema de alquiler de autos basados en plataformas digitales? Claro, los Millennials. Según Rachel Bhattacharya, directora de la estrategia comercial de movilidad de GM, el 79% de los usuarios de Maven nacieron entre 1981 y 1995. Indicios de que los jóvenes piensan que, tal vez, no sería necesario comprarse un auto.
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