La moda de los autos retro es paradójica. Una curiosidad de los tiempos modernos: lo viejo es novedad, lo nuevo es clásico. La estética vintage está de moda. Un mecanismo de defensa ante las futurologías, las predicciones que se posponen, las promesas de tecnología y el escepticismo.
En un depósito de Dinamarca, el portal de regreso al pasado: hallaron 200 autos nuevos, abandonados desde 1981 en un concesionario oficial. Es la historia de dos centenas de ejemplares cero kilómetro dedicados a juntar el polvo de 36 años de olvido. La suerte de estos autos se reveló después de la muerte de Jens Sorensen, propietario de la filial local de Fiat, a los 92 años. Su hijo Kjeld heredó una sorpresa: mientras organizaba los papeles de su padre encontró el tesoro olvidado, un cementerio de viejos autos nuevos.
En 1981 el concesionario de la ciudad danesa de Kolding cerró por asuntos económicos. El dueño debía optar entre el negocio de la venta de camiones o el de la venta de autos urbanos. En la decisión determinó que 200 ejemplares sin uso fabricados entre 1973 y 1981 quedaran detenidos en un espacio enclaustrado a disposición del paso del tiempo. Inertes, inmóviles, pintados de polvo y suciedad, con los neumáticos desinflados y el motor agonizando, la colección fue encontrada en condiciones ambiguas: prestas para su estreno pero con apariencia desalineada.
Modelos Renault, Autobianchi, MINI, DKW, Peugeot y Lancia permanecían en el mismo lugar donde los habían dejado en la década del ochenta. Muchos Seat 600, una gran variedad de autos y camiones Fiat, motos y repuestos originales, el cementerio de 0 km presentaba una flota variada.
El hijo pensó automáticamente en vender toda la colección de autos pero se encontró con un inconveniente: la mayoría de los modelos no habían sido matriculados y la legislación danesa es estricta para homologar su circulación, específicamente por razones de emisiones contaminantes. Sin embargo, algunas teorías suscriben que finalmente parte de los autos abandonados del clan Sorensen fueron comercializados, aunque a precios ridículos. Los vehículos más deteriorados costaron míseros 250 euros mientras que por la pieza automovilística más preciada, un Lancia Beta, pagaron apenas 6.500 euros.
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