El apellido de Ron es Hackenberger: por eso la flota de 700 vehículos fue bautizada "colección Hackenberger". Ron fue un camionero próspero afincado en Texas: fundó una empresa de transporte antes de vincularse al sector inmobiliario, al ganadero y a edificios de salud. Trabajaba recorriendo Estados Unidos. Vivía para recolectar, a su paso, piezas automovilísticas únicas, singulares. Alimentaba así su almacén de autos estrafalarios, infrecuentes. Soñaba, junto a su esposa Eunice, abrir un museo. No pudo.
Ron decidió desprenderse de su historia. Aspiraba restaurar cada automóvil pero el paso del tiempo -para él y para los ellos- conspiró contra su anhelo. Venderá su sagrada epopeya: la casa de subastas VanDerBrink Auctions ofrecerá del 14 al 16 de julio en Norwalk, Ohio, los 700 vehículos de la "colección Hackenberger", el desenlace menos glorioso para una vida dedicada a reciclar misceláneas de la evolución automotriz.
Como evidencia de su amplitud -y hasta de su deterioro-, la colección aún está siendo catalogada. Hay mucho y de todo. El primer auto de Ron fue un Studebaker de 1948, regalo de su abuelo. Tenía 15 años y no imaginaba su devenir. Durante medio siglo, ha amasado un increíble repertorio de siete centenas de vehículos, algunos pocos calificados como chatarra valiosa, otros considerados los autos más icónicos de la industria, varios acreedores de una extraña silueta.
Se contabilizaron más de 250 Studebaker, su auto favorito y su primer amor. Un recorrido por el lote a subasta descubre reliquias cubiertas de polvo y desamparo. Antiguos carruajes, camiones de reparto, tractores John Deere, un auto anfibio, autitos chocadores, clásicos de estirpe norteamericana y legendarios de estilo europeo. La colección anuncia una ambulancia Cadillac al mejor estilo Cazafantasmas, modelos Porsche y Jaguar, y limusinas Checker.
Ron conservaba motocicletas de los años 40, muscle cars de los 60, símbolos como los Citroën DS y 2CV, típicos modelos estadounidenses como los Kaisers, Packards y Hudsons que esperan una segunda oportunidad, micro coches de la talla del BMW Isetta, algunos Crosleys, varios Honda N600s y Z600s, un Subaru 360, un Gogoomobil y un Nash Metropolitan.
La "colección Hackenberger" presumía de un Bricklin SV-1, un deportivo construido en Canadá a mediados de la década del 70 para el mercado de los Estados Unidos, cuyo nombre "SV-1" significaba "Safety Vehicle", integrante de la lista de la revista Time de los 50 peores automóviles de toda la historia. Con un diseño similar, del que recibió la inspiración para sus alas de gaviota, también cubierto de polvo y olvido, se distingue el mítico y célebre DeLorean entre las 700 piezas históricas de la familia Hackenberger.
Su selección y compilación de autos históricos se disipará entre coleccionistas. Y con ellos, el sueño de Ron y Eunice de abrir el museo que imaginaron durante más de cincuenta años.
LEA MÁS:
La colección de autos vintage de la familia real española
La refinada y excelsa colección de autos de Ralph Lauren