Nueva, de 1999. Más de diecisiete años de vida, pero pura e inmaculada. Virgen, sin uso, sin batallas, sin rasguños. Una Harley-Davidson MT500 asombró a un público que entrena su capacidad de asombro. Una corriente clásica y conservadora -quizá propulsada por la necesidad de vender piezas de valor histórico- gobierna y domina las subastas. Esta moto, sin embargo, cautivó al avezado cuerpo de coleccionista por conservar su pureza, su genética, por su condición de "rara avis", por su historia escondida.
La prestigiosa casa de subastas Bonhams vendió la unidad en el Motorcycle Auction de Las Vegas a 18.400 dólares. Una moto a estrenar, marca cero en el cuentakilómetros. Singular, especial, exclusiva: la compañía sólo fabricó una edición de 500 ejemplares, 335 en 1999 y 115 al año siguiente, distribuidas especialmente entre Inglaterra y Canadá. Su anterior dueño evidentemente no la probó: las estimaciones sugieren que fue adquirida en una subasta a favor de la MDA -asociación que lucha contra la distrofia muscular- en la que participaron pocos concesionarios de la marca.
Descansó largos años encerrada en un garaje. Curioso castigo para un modelo equipado para la guerra. Una paradoja cruel de su historia, de su gloria, de su épica. No sólo su tonalidad verde le atribuye estética militar, la Harley-Davidson MT500 fue diseñada para la confrontación bélica: instala frenos con carenados para disminuir la amenaza de imprevistos, dispone de espacio para guardar munición, alberga una caja plastificada para transportar el fusil de asalto y cuenta con depósitos de combustible extra. Una apariencia declarada, sin eufemismos, nacida con un propósito sin ángel ni éxito.
La MT500 presume de un motor Rotax de 500 cc, refrigerado por aire, una caja de cambios de 5 velocidades, capaz de sortear los escenarios off-road más hostiles. No había sido concebida para concentrar el polvo de un garaje. La compañía italiana SWM Motor Works había trabajado con la firma austríaca de motores con suerte dispar: un par de títulos que no solventaron la bancarrota derivaron en la venta de derechos a la firma británica Armstrong-CCM, que desarrolló una versión militar del modelo, sirviendo a la Armada Británica y Canadiense. Nuevas dificultades financieras abrieron paso a Harley-Davidson.
La cepa militarista de Harley-Davidson tuvo su auge en la Segunda Guerra Mundial. El proyecto MT500 -así como la MT350- empezó su fabricación muchos años después: en 1993 por contrato con el ejército estadounidense. Su producción cesó estrepitosamente con la llegada del nuevo milenio. Su propia condición había conspirado contra su desarrollo. Lo condenó su motor, sus propios genes: el calor que desprendía el propulsor era fácilmente detectado por el enemigo. Y el requisito de la armada de utilizar diésel en vez de gasolina, una condición excluyente para los motores Rotax. Estas discrepancias -insalvables- entre el ejército americano y la mítica compañía de motocicletas acabó con la producción de la Harley-Davidson MT500.
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