El aislamiento de células madre, el kevlar, el Monopoly, la conexión inalámbrica wifi, la heladera eléctrica, los pañales desechables, la primera jeringa hipodérmica que podía ser manejada con una sola mano. La mujer, relegada en el orden sexista de los hechos históricos, fue la inspiración, el cráneo y la ejecución de inventos que revolucionaron la vida moderna. Desplazadas por costumbres políticas, religiosas y sociales en detrimento de los hombres, los descubrimientos y técnicas innovadoras a cargo de mujeres tal vez sean menos en cantidad, seguramente sean menos en valorización y consagración. Porque la genialidad no discrimina géneros, precisa formación, inclusión y oportunidades.
En la industria automotriz, su figura estuvo igual o más desprestigiada que en el resto de los escenarios cotidianos. Su integración a un campo de fuerte predominancia machista fue tenue. Quizás hasta hoy lo sigue siendo. Aunque su incidencia en la evolución de los autos le debe unas páginas de honor al sexo femenino. Más allá de la figura Bertha Benz, esposa de Karl Benz, conductora del primer automóvil de la historia y semilla de una industria próspera. Dos inventos, hoy propiedad de la identidad de cada auto, fueron concebidos en mujeres del siglo XIX: el aire acondicionado y el limpiaparabrisas.
La historia subraya a Margaret Wilcox como la persona que patentó el primer sistema de calefacción para automóviles: año 1893. Antes de que los anales históricos le concedan la gloria a Willis Haviland Carrier, padre del aire acondicionado moderno en 1902, hubo una mujer que quiso mitigar el frío de los pies de los aristócratas que conducían los primeros autos. Su diseño era simple: comunicar la zona del motor con el habitáculo con una simple abertura para propagar el calor generado. Su prototipo, aunque innovador, era precario. No tenía facultades para regular la temperatura, pero sirvió de base para inspirar a diseños posteriores que no son más que mejoras del sistema de calefacción inventado por Wilcox.
Fue una de las pocas ingenieras mecánicas de su época. Nació en Chicago, Estados Unidos, en 1838: soñaba con crear algo significativo que cambiara la calidad de vida de las personas. Además de la calefacción en autos, a Margaret se le atribuye la invención en 1890 de una máquina que combina lavavajilla y lavadora, capaz de lavar ropa y platos.
A comienzo del siglo XX, Mary Anderson -nació en 1866 en el Condado de Greene, en Alabama, Estados Unidos- inventó el limpiaparabrisas. Su legado llegó hasta Springfield. Emergió en una discusión sobre igualdad de género entre Marge y Homero. En el capítulo 19 de la temporada 17 de Los Simpsons, Marge le dijo a Homero que "una mujer también inventó el limpiaparabrisas". El le respondió: "Que sirve para otro invento de los hombres… el auto".
Anderson fue una mujer inquieta. En un viaje en tranvía hacia Nueva York padeció la lentitud del transporte: el conductor debía detenerse y bajarse para limpiar el parabrisas de la lluvia, la nieve y la suciedad. Decidió, entonces, diseñar un artefacto que cumpliera tal labor. El artilugio consistía en conectar un brazo metálico a una lámina que limpiara el campo de visión, sin la necesidad de interrumpir la conducción. En 1903, tras modificaciones y reparaciones, patentó el innovador dispositivo a pesar de haber generado también una postura reaccionaria: muchos lo consideraban peligroso porque distraía al conductor. Pero bastó que Henry Ford lo incluyera en su modelo Ford T para consagrar el invento de Mary Anderson. A partir de 1908, todos los Ford vendrían de fábrica con limpiaparabrisas.
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