
No hay semáforos: hay cinco robots reguladores de tráfico. Señalizan, habilitan y detienen el paso, interactúan con peatones y con vehículos. Parecieran tener anteojos de sol y se posan sobre pedestales para aumentar su imponencia. Equipan en su pecho una gran pantalla de luces rojas y sobre sus largos brazos cuelgan tableros de luces verdes que se extienden para liberar la marcha. Operan estratégicamente en intersecciones vitales, moviéndose acorde al sentido del tránsito. Son Tamuke, Mwaluke y Kisanga, los tres nuevos encargados de oxigenar la alta densidad de tráfico en Kinshasa, la capital de la República Democrática del Congo.
"Está ahí para organizarnos, para hacernos conducir con precaución", lo premió uno de los conductores. "Está haciendo un buen trabajo", lo condecoró otro. Sobre la ciudad se despliegan en puntos álgidos de movilidad urbana cinco de estas obras tecnológicas, fabricaciones a base de aluminio que funcionan a través de la energía solar suministrada por un equipo de paneles. Miden dos metros y medio de alto, pesan cerca de 150 kilos y cuestan 27.500 dólares. Tamuke, Mwaluke y Kisanga son la versión mejorada de los otros dos prototipos ya instalados en la ciudad en 2013.
Su creadora es Thérèse Izay, ingeniera feminista que contó con la colaboración con la Fundación Mujeres por África. Son instrumentos de vialidad inspirados en un juguete robot convencional. Su diseño, su estereotipo, su apariencia, su contenido tecnológico emula las cualidades de un juguete clásico. En una entrevista a la cadena británica BBC, la responsable de este emprendimiento consideró: "Estamos intentando reflejar cómo innovar con nueva tecnología. Con pequeñas innovaciones como éstas podemos buscar soluciones para resolver problemas de desarrollo global".
Los robots de tráfico envían señales visuales y sonoras, tanto a peatones como a conductores. Portan, también, cámaras CCTV instaladas en sus ojos conectadas a la policía local con el fin de monitorear el normal cumplimiento de las normas de tránsito. Los robots son capaces de grabar violaciones del código de circulación y enviar las imágenes en tiempo real a los organismos públicos, con un alcance de movimiento de un radio de 200 metros.

El propósito de los robots es multicultural. Pretende, en primer medida, instruir a la población a respetar normas de tránsito que regulen el descontrol vial. Promover el respeto hacia conductores, peatones y autoridades es una búsqueda más honda de este programa. Así como también que sirva como inspiración e impulso para que las jóvenes congoleñas incursionen en la robótica y la tecnología, campos gobernados por los hombres.
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