Lo confirmó el director ejecutivo de Ferrari, Sergio Marchionne: a partir de 2019, todos los nuevos modelos del Cavallino Rampante serán motorizados por un sistema de propulsión híbrido. El mundo cambia, y a un ritmo acelerado. La moda de ser amigable con el medioambiente impacta en las grandes industrias, culposas quizá de haber proveído de contaminación al mundo. La automotriz asumió su espacio de poder y adoptó medidas acordes. El contagio por la sustentabilidad invadió todos los segmentos del rubro automotor.
Incluso a los deportivos, presumidos de alimentar la pasión de los fierreros con sus grandes y ruidosos motores. Pero los criterios, las legislaciones y el paradigma ha alterado sus formas. La imperiosa necesidad de reducir los niveles de emisión de dióxido de carbono compromete la producción y la imagen de las marcas más tradicionales de la industria automotriz. Ferrari, aún con pudor, decretó un punto de inflexión en su matriz productiva: prescindirá de sus míticas mecánicas basadas en los clásicos motores de combustión V8 y V12 y se sometará al porvenir de la industria del automóvil. Desde 2019 sacrificará su emblemático romanticismo y abogará por un sistema de propulsión híbrido, ecológico.
La principal razón quedó solapada bajo una tendencia común de la industria pero supone sus propias predicciones de venta. El propósito medular de este cambio en la motorización, además de que el sistema de propulsión optimiza el rendimiento del vehículo, responde a la aplicación en la normativa de emisiones para los fabricantes europeos. Ferrari quiere elevar su producción a 10 mil unidades por año. Y para hacerlo deberá adaptarse a las legislaciones de la UE.
En la actualidad, la fábrica de Maranello alcanza ocho mil ventas por año por políticas de exclusividad del anterior gestor, Luca Cordero di Montezemolo. Marchionne aspira popularizar la marca y reconstruir la filosofía del Cavallino Rampante. Para los fabricantes de grandes volúmenes, una nueva normativa anticontaminación de la Unión Europea exige ajustar las emisiones de su gama a 130 g/km desde 2015 (en 2020 esa cifra se reducirá a 95 g/km). Los de poca producción están exentos de estar sujetos a esta regulación. El límite son 10 mil unidades por año, precisamente el umbral que quiere superar Ferrari.
Para ingresar a la categoría de mayor productividad, la casa de deportivos italianos deberá reducir sus emisiones un 25% respecto a la media de 2007 para el período comprendido entre 2012 y 2019, y hasta un 45% en pronóstico hacia 2020. Incrementar sus ventas supondría entonces alterar la mecánica de sus motores. Una maniobra arriesgada que obedece a una mirada moderna y sustentable y que desoye las laureles tradicionales de un fabricante de deportivos emblemáticos.
Para cumplir con las restricciones vigentes, la única alternativa de Ferrari será optar por la hibridación, la conjunción de motores de combustión interna con eléctricos, para toda su gama. Los más puristas y románticos del motor deberán aceptar la transición de la compañía por el aro de la evolución. De hecho, en la conferencia, el CEO también confirmó que Ferrari está valorando la posibilidad de ingresar a la Fórmula E, la competencia de monoplazas eléctricos que ya cuenta con fabricantes como Renault, Audi, BMW y el lugar reservado para Mercedes-Benz a partir de 2018. El mundo ha cambiado. Adaptarse y sobrevivir.
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