"Haber creado una nueva expresión poética dentro de la gran tradición de la canción americana". Sara Danius, secretaria general de la Academia Sueca, validó con este argumento el premio Nobel de Literatura 2016 otorgado a Bob Dylan. El veterano poeta reivindicativo y estrella del rock, ícono del pop y figura de la cultura popular es el primer músico que recibe el galardón de literatura por el poder de sus letras.
"Si miramos miles de años hacia atrás, descubrimos a Homero y a Safo. Escribieron textos poéticos hechos para ser escuchados e interpretados con instrumentos. Sucede lo mismo con Bob Dylan. Puede y debe ser leído", reforzó Danius su alegato sobre la coronación de Dylan sobre un perfil más literario. Del cantante y compositor nacido con la identidad de Robert Allen Zimmerman el 24 de mayo de 1941 en la localidad de Duluth, Minnesota, se le reconoce su invaluable aporte a la música. Se le acaba de distinguir la magia en su composición, en la narración de sus letras. Pero poco se sabe de una pasión oculta: el motor.
Desde el sentido publicitario, participó en comerciales de Cadillac y Chrysler, éste último en el SuperBowl de 2014 que le valió críticas por haberse teóricamente entregado al esquema capitalista y anulado sus ideales de rebeldía que inspiraron a varias generaciones. Su devoción por los autos y las motos la mamó desde su adolescencia. Su biografía más íntima discute si fue un auto o una moto su primer vehículo. A finales de la década del cincuenta, en la frontera de la adultez, se compró un Ford descapotable del '54. En simultáneo a esa época, tuvo una Harley Davidson Knucklehead negra del 45 que terminó por vender poco tiempo después. Tiempos de una filosofía de cuero y cigarrillos, apariencia para contrastarse con su ídolo de por entonces James Dean.
Siempre fue un entusiasta de las motocicletas. A mediados de los 60, ya cuando su éxito era trascendente, se compró una Triumph T100 modelo 1964, una moto ligera que alcanzaba una velocidad máxima de 100 kilómetros por hora y que pasó a conformar su principal medio de transporte. La historia confronta teorías con un accidente de 1966. Junto a su esposa Sara Lowndes, sufrió un percance en la moto que lo mantuvo afuera de la mapa cultural por varios años. La caída le provocó serias heridas y algunas vértebras rotas. Se desconocen las razones del suceso: hay quienes creen que luego del accidente no volvió a ser el mismo, mientras que otras versiones hablan de un siniestro mitificado.
Dylan también condujo un Ford Mustang convertible de 1966. Una leyenda narra también la existencia de un Mustang de 1965 instalado en la sala de proyecciones de su mansión en Malibú. Sea como fuera, el flamante premio Nobel de Literatura reprodujo su filiación con los autos en sus composiciones. En un precipitado repaso por sus canciones, se subrayó una crítica social asociada a la industria automotriz que incluye a la Argentina. En "Union Sundown" (1986) recrimina la producción de un vehículo típicamente norteamericano: "El auto que conduzco es un Chevrolet, pero fabricado en Argentina por un chico por 30 centavos al día".
El motor se vuelca de manera transversal a toda su propuesta discográfica. Autos, rutas, ruedas, velocidad, vértigo, Dylan vertió conceptos de estirpe automovilística a muchos de sus temas. "Las ruedas están ardiendo" ("This Wheel's On Fire") de 1968 traduce el espíritu salvaje y juvenil de aquellos años. En la canción "Summer Days" de 2001, después de nombrar a un Cadillac, asume el desgaste del tiempo y dice "estoy corto de gas, mi motor se va a detener". En el mismo álbum "Love and Theft" también emite una contradicción con el tema "High Water" en el que se cuela un Mustang y referencia su sed de velocidad, vértigo y sexo.
Bob Dylan recurrió al recurso de las motos y los autos para vestir de metáforas sus creaciones. En la portada del disco Highway 61 revisited de 1965 se dejó entrever la figura intrépida de la Triumph, una moto que amó y que casi le arrebata la vida.
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