Kevin Bethel no se convirtió en policía para encerrar a los niños. Pero como comisario de policía adjunto a la división escolar de Filadelfia su cometido estaba a la orden del día.
Ahora jubilado, Bethel tiene la misión de dejar a los jóvenes fuera de la cárcel gracias a un programa escolar, dirigido por la policía, que tiene resultados impresionantes.
Durante casi una década la política de tolerancia cero en Filadelfia significaba que se llamaba a la policía por cualquier cosa, desde una pequeña mala conducta hasta la posible presencia de armas. Los detectores de metales descubrían artículos en las mochilas, como un spray de pimienta que algunos llevaban para pasar por un barrio peligroso de camino a la escuela, o un cutter o unas tijeras para un trabajo artístico. Eso hacía que los responsables de las escuelas tuvieran que llamar a los agentes para hacer frente a esas situaciones.
Como adjunto, Bethel supervisó a más de 400 oficiales encargados de la división de la policía escolar. Fue al final de su carrera de 29 años cuando se dio cuenta que esas medidas hacían daño a la comunidad. Decidió que haría un cambio en las detenciones escolares. El policía y su equipo examinaron la legislación que rige los crímenes escolares y encontraron que sólo exige que se llame a las autoridades, no que la policía deba proceder irremediablemente al arresto.
"Mi problema se convirtió en ¿qué trauma puedes causar a un niño de 10 años poniéndole las esposas y sacándolo de la escuela? ¿Qué estábamos haciendo con nuestros jóvenes?", comenta.
Con el apoyo del comisario Charles H. Ramsey, el policía tomó una decisión bastante sencilla: dejar de arrestar a los niños por delitos menores y, en su lugar, desviarlos a programas de servicio social cuando fuera posible. La implementación de este programa no dependía de políticos ni de comités. Gracias a la redacción de la la normativa vigente, las detenciones se podían evitar a gran escala sin que fueran cuestiones políticas.
El hombre se retiró de la policía en enero de 2016 para participar en un programa educativo de la Fundación Stoneleigh, una organización local dedicada a mejorar las vidas de los jóvenes vulnerables. Allí administra y amplía el Programa de Alternativa Escolar a la Policía que él creó como comisario adjunto.
Antes de que se implementara este sistema en 2014, cada año se producían, en promedio, unos 1.600 arrestos escolares en Filadelfia. Según la Oficina del Departamento de Justicia Juvenil y Delincuencia, Pensilvania tiene la tercera mayor población carcelaria juvenil, después de California y Texas.
Aunque los índices de encarcelamiento de adolescentes han disminuido en Estados Unidos, desde 2001 a 2013, en un 53%, las últimas cifras muestran unas 60.000 detenciones de menores, según datos de la Unión Americana de Libertades Civiles.
"Siempre veía que en las escuelas se arrestaba a muchos niños, y realmente no sabía qué sentido tenía hacerlo", admite el agente retirado.
Para poder poder ingresar al programa un menor debe cumplir con ciertos requisitos básicos. El incidente debe estar identificado en una lista de delitos de bajo nivel, incluyendo las peleas o armas menores, como un cuchillo de bolsillo, spray pimienta o marihuana. Tampoco debe haber sido arrestados anteriormente.
Además, un nuevo acuerdo entre el Departamento de Policía de Filadelfia y el sistema escolar estipula que "en ningún caso un niño menor de 10 años será arrestado".
Bethel trabaja con un equipo de estadísticos, analistas e investigadores para desglosar qué niños son detenidos, por qué y dónde en Filadelfia.
Naomi Goldstein, profesora de psicología de la Universidad de Drexel y codirectora del Programa de Doctorado en Derecho y Psicología, también trabaja en el plan. Según ella, a diferencia de los informes tradicionales, este sistema proporciona estadísticas casi en tiempo real. El programa puede determinar qué escuelas tuvieron más problemas, ya sea porque los estudiantes son más propensos a pelear o porque viven en un barrio violento.
El ex oficial de policía ve el éxito que ha tenido el programa en Filadelfia como un modelo piloto para otras ciudades de Estados Unidos.
"Si podemos hacer esto y logramos que jefes de policía, compañeros que manejen las políticas de menores y otros funcionarios hagan las cosas diferentes, al final del día podemos cambiar todo el sistema de justicia juvenil", apunta.