Los antiguos egipcios eran el sueño de cualquier arqueólogo. Dejaron detrás intrincados ataúdes, pirámides enormes y magníficos jeroglíficos, aquella escritura pictórica decodificada en 1799. Los egipcios narraron cuentos de reyes y de dioses. También anotaron anécdotas de la vida cotidiana, algunas tan monótonas como recetas de cerveza y notas de médico.
Pero hay una ausencia persistente en la identidad egipcia antigua: sus cromosomas. El permafrost frío (parte profunda del suelo de las regiones frías permanentemente helada) y seco puede conservar el ADN prehistórico como si fuera un congelador natural, pero Egipto es un incinerador de genes. La región es caliente y la humedad arruinó el ADN de las momias. El carbonato de sodio y otros productos químicos utilizados por los embalsamadores egipcios también dañaron el material genético.
Un estudio dirigido por investigadores del Instituto Max Planck para la Ciencia de la Historia Humana y la Universidad de Tubinga en Alemania ha logrado llenar algunos de esos vacíos genéticos. Los investigadores extrajeron material genético de 151 momias egipcias, fechadas con radiocarbono entre el Nuevo Reino de Egipto (el más antiguo data de 1388 a. C.) y el período romano (el más reciente en el 426 de nuestra era).
Los miembros de un equipo arqueológico egipcio trabajan en un ataúd de madera descubierto en una tumba de 3.500 años de antigüedad en la necrópolis Dra Abu el Naga, cerca de la ciudad egipcia del sur de Luxor, el 18 de abril de 2017.
Johannes Krause, un paleogenetista de la Universidad de Tubingen y uno de los autores del estudio, publicado en la revista Nature Communications, dijo que a partir del hallazgo principal se puede ver la continuidad genética completa.
A pesar de las repetidas conquistas de Egipto, por Alejandro Magno, los griegos, los romanos, los árabes y los asirios —y la lista continúa—, los antiguos egipcios mostraron pocas modificaciones genéticas. "La otra gran sorpresa", dijo Krause, "es que no encontramos mucha ascendencia del África subsahariana".
Los restos procedían de Abusir el Melek, una antigua comunidad del centro de Egipto. Los científicos extrajeron muestras de huesos, dientes y tejidos blandos de las momias. (Aunque los embalsamadores egipcios, científicos, escribieron que "en la mayoría de los casos, las cabezas de momias no maceradas y aún conservan gran parte de su tejido blando".)
Las muestras duras produjeron la mayor cantidad de ADN, quizá debido a que los dientes y los huesos estaban protegidos por tejido blando o porque los procesos de embalsamamiento dejaban el material más duro intacto. Tras preparar las muestras en una sala esterilizada, los investigadores las bañaron en radiación UV durante una hora para minimizar la contaminación.
Según el análisis, los antiguos egipcios estaban estrechamente relacionados con los pobladores del Mediterráneo oriental. También compartían material genético con los residentes de la península turca y Europa.
Dada la ubicación de Egipto en la intersección de África, Europa y Asia y la afluencia de gobernantes extranjeros, Krause dijo que se sorprendió de lo estable que parecía ser la genética durante este período. Los científicos estaban particularmente interesados en el cambio de la clase dominante ocurrido al inicio del primer milenio. Después de las conquistas de Alejandro Magno, entre 332 a. C. y 30 a. C. vino primero la dinastía helenística, luego el régimen romano entre el año 30 a. C. hasta cerca del 400 de nuestra era. Y, sin embargo, la genética de la comunidad de Abusir el Melek parece no haber sido perturbada por los cambios políticos.
Los científicos compararon estas muestras genéticas antiguas con las de 100 egipcios modernos y 125 etíopes modernos. Si uno le pregunta a los egipcios de hoy, ellos dirán que apenas recientemente se han vuelto más europeos, dijo Krause. "Vemos exactamente lo contrario", dijo.
No fue hasta hace relativamente poco tiempo en la larga historia de Egipto que las influencias genéticas subsaharianas se volvieron más pronunciadas. "En los últimos 1.500 años, Egipto se hizo más africano, por decirlo de alguna manera", dijo Krause.
En su estudio, los investigadores reconocieron: "Todos nuestros datos genéticos se obtuvieron de un solo sitio, en la parte central del país, y pueden no ser representativos de todo el antiguo Egipto". En el sur de Egipto, escribieron los autores, las influencias subsaharianas podrían haber sido más fuertes.
Este estudio dejó dos vacíos en el calendario egipcio que Krause quiere llenar, dijo. No está claro cuándo ocurrió el flujo de genes africanos, presente en los egipcios modernos. Por otro lado, el estudio tampoco pudo determinar el origen de los egipcios.
"La otra gran pregunta es, '¿De dónde vienen los antiguos egipcios?'" dijo Krause. Para responder eso, los científicos tendrán que encontrar genomas "más atrás en el tiempo, en la prehistoria".