Un salvoconducto para que Nicolás Maduro y su cúpula puedan dejar el poder sin correr el riesgo de terminar en la cárcel, más que cualquier otra opción sobre la mesa, podría ser la clave para destrabar definitivamente la larga crisis venezolana.
Acorralado por todo tipo de denuncias -desde violaciones a los derechos humanos hasta narcotráfico y lavado de dinero- y con casi tres meses de protestas en su contra para el régimen de Maduro no habría un argumento más persuasivo, ante las nuevas denuncias que suma el presidente por crímenes internacionales. El salvoconducto le permitiría salir del país sin temor a acabar en una prisión, lo que desactivaría la escalada de violencia que vive Venezuela.
En esa opción, en efecto, estarían trabajando desde hace un tiempo varias cancillerías del continente.
Uno de los protagonistas de la operación sería el primer ministro canadiense, Justin Trudeau, después de que el presidente peruano Pedro Pablo Kuczynski le propusiera en junio la dirección de un nuevo grupo internacional de arbitraje.
Según informó el diario venezolano ENPaisZeta.com, la operación tendría el total respaldo de Trudeau, quien se comprometió personalmente a buscar una solución a la crisis del país caribeño.
Varios elementos indican al primer ministro canadiense como el hombre más indicado para esta tarea: por un lado, Trudeau cuenta con el apoyo de la oposición venezolana -que incluso recibió en Canadá-; por otro, lo favorecen sus lazos y buenas relaciones con Cuba, uno de los principales aliados del régimen chavista. Trudeau tiene con la isla y con la familia Castro una relación personal y familiar que se remonta a 1976, cuando su padre, el entonces primer ministro canadiense, Pierre Elliot Trudeau, se convirtió en el primer líder de un país de la OTAN en viajar a la Cuba de Fidel.
Trudeau no estaría solo en esa tarea: su labor estaría acompañada por otros países de la región, encabezados por la Argentina de Mauricio Macri, que empezó a tender puentes de diálogo con los aliados naturales de Venezuela -particularmente, Bolivia y Ecuador– a fin de instar a Caracas para que abandone la idea de llamar a una Asamblea Constituyente para reformar la Constitución y convoque a elecciones en forma urgente.
También se baraja como opción la mediación del ex presidente uruguayo José "Pepe" Mujica. Si bien Montevideo mantuvo su afinidad con el chavismo, en los últimos meses ha girado su postura, según dejan ver sus adhesiones en comunicados que condenan al régimen y sus votos en organismos internacionales.
Afuera de la región, en cambio, la operación cuenta con aliados en Washington y en el Vaticano, que la semana pasada calificó a la Asamblea Constituyente que impulsa el chavismo como un peligro para la democracia del país.
A estos se suman otros líderes mundiales, que mostraron su preocupación por la situación del país caribeño. Entre ellos, la líder más influyente en la Unión Europea, Angela Merkel, quien insistió, en medio de su reciente gira por América Latina, que "la situación en Venezuela es realmente muy difícil y la solución no es fácil", y aseguró que sus pares continentales están "todos muy preocupados".
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