Por fin, tras seis años de cruenta guerra civil, que con el tiempo fue derivando en un campo de batalla regional en el que se dirimen los equilibrios del Medio Oriente, tras seis años en los que el régimen de Bashar al Assad ha sobrepasado todas las líneas rojas, la gran potencia que defiende la libertad y la promoción de los derechos humanos en el mundo, Estados Unidos, envía un mensaje poderoso. Un mensaje a Assad y al mundo: no es posible una Siria prospera y en paz con el dictador instalado en el poder. Bajo sus pies descansan miles de víctimas inocentes.
Como suele decirse, más vale tarde que nunca. Y es verdad que este ataque con un objetivo muy claro (rebajar la capacidad del régimen sirio de dirigir nuevos ataques como el realizado días atrás con armas químicas contra población indefensa) llega un poco tarde, que podría haberse realizado casi cuatro años antes, cuando se documentó un ataque aún más cruel que dejó un millas de víctimas, pero lo importante es el mensaje que trasciende, y que Estados Unidos envía directamente a Rusia e Irán, los protectores de Assad. No hay futuro para Siria con el tirano. Hay que recordar que lo ocurrido en Jan Sheijun a principios de esta semana, donde murieron más de 80 personas –incluidos 30 niños– por gas sarín, palidece con lo documentado en Guta (un suburbio de Damasco) en agosto de 2013, con la espeluznante cifra de más de 1.400 muertos. La responsabilidad de ambas matanzas recae en Assad. ¿Qué más hacía falta para que la comunidad internacional reaccionara?
Con este bombardeo, se deduce que algo está cambiando en la desgarradora guerra de Siria. Que por fin podemos pensar que quizá el actual presidente del país tiene sus días contados. Y con ellos, terminarían también las esperanzas de Rusia e Irán de imponer sus voluntades en un país clave para el equilibrio del Medio Oriente. Piensen que Irán ya cuenta de facto con el control del Líbano a través de su milicia terrorista Hezbollah, y que precisamente esta organización chií participa activamente de lado de Asad en el conflicto de Siria. Si prevaleciese la opción de mantener al dictador en el Gobierno sirio, y los grupos chiíes consiguieran mantener sus posiciones estratégicas en Irak, los iraníes establecerían un corredor con Hezbollah desde el Mediterráneo hasta Teherán.
Algo está cambiando en Siria, porque algo ha cambiado en la que es todavía primera potencia del mundo. Ya no está Obama. Es el turno de Trump de mover ficha, y lo ha hecho con fuerza y decisión. Que hayamos asistido a la inacción o a las decisiones erráticas de Estados Unidos y de muchas otras naciones aliadas en Occidente hasta ahora no significa que esté todo perdido. Todavía se está a tiempo de revertir la ventaja que los iraníes pretendían obtener con su participación en la guerra. De hecho, el día después del ataque ha dejado una muy buena noticia, y es la reacción cerrada de muchos e importantes países apoyando la decisión de Trump. Desde Londres a Ankara, de Jerusalén a Riad, la comunidad internacional cierra filas y aplaude el mensaje enviado a Rusia, Irán y Siria en la madrugada del viernes.
Es una unidad pertinente, porque cabe esperar una reacción furibunda de los socios de Asad, y para hacer frente al contraataque verbal, diplomático y hasta bélico de Siria, Rusia e Irán, es necesario que encuentren una posición de firmeza. Y este es un deseo, pues lo cierto es que aún desconocemos si lo que está cambiando en la política estadounidense con respecto a Siria está aquí para quedarse, o ha sido el arrebato de una noche de primavera de un presidente imprevisible como Trump. Sea como fuere, ya es hora de que quede claro un mensaje: ni en el Medio Oriente ni en el mundo podemos permitirnos a Assad en el poder.