Nuestra Señora de Guadalupe, desde su santuario católico, las serpientes emplumadas de Kukulcán y Quetzalcoatl, dioses de los mayas y los aztecas, seguramente todos ellos estén muy ocupados en estos días. Millones de mexicanos deben estar rezando mucho para que ocurra un milagro, ya que el Presidente electo de los EEUU anda revisando todo. Piensa desmantelar no solo el seguro de salud obligatorio conocido como Obamacare y una gran cantidad de otros asuntos internos, sino también dos de los más importantes acuerdos internacionales que mantiene su país, el Nafta en Norteamérica, en especial en lo referente a México y la relación comercial privilegiada con China.
Con toda la experiencia en negociación que le dieron sus años como magnate inmobiliario neoyorquino, Donald Trump se ha propuesto ser una verdadera pesadilla para aquellos países que en los últimos años se beneficiaron excesivamente en su relación con los EEUU. Esta clase de revisión será uno de los pilares centrales de su administración y va a ir tiñendo mucho los tiempos que vienen.
Tomando prestada de los antiguos chinos la idea de que una crisis constituye también una oportunidad, Latinoamérica puede transformar en algo positivo sus disputas en la frontera norte. Centroamérica, el Caribe y especialmente México sufrirán mucho si los EEUU finalmente deciden construir el muro limítrofe y cerrar sus mercados a los productos extranjeros. Los EEUU constituyen el mayor socio comercial de México, mientras que los mexicanos son el segundo destino de las exportaciones estadounidenses, con un intercambio de 472 mil millones de dólares para el año 2012, equivalente a casi un 90% del PBI argentino. El impacto sería terrible si al menos 3 millones de inmigrantes ilegales, con algún tipo de antecedente penal, fueran deportados en forma inmediata hacia sus países de origen. Tan fuerte como el daño que causaría la imposición de nuevas tarifas para los productos importados y la hasta ahora exitosa presión sobre numerosas compañías para que revean sus millonarios planes de inversión fuera de los EEUU, re localizando sus plantas dentro del territorio.
Las nuevas ideas proteccionistas llevadas al centro de la escena por el Presidente electo seguramente reforzarán la constitución de nuevos mega bloques económicos. Los EEUU, por mucho tiempo el mercado consumidor más grande del planeta, se mantendrá más aislado. La Unión Europea dedicará sus próximos años a pelear contra sus propios demonios, tratando de salvar su misma existencia. Rusia que tendrá un rol mucho más activo como el principal aliado geoestratégico de los EEUU, bajo el liderazgo de Putin mantendrá sus tendencias anti globalizantes.
Para Latinoamérica todo esto puede constituir un nuevo comienzo. Tal vez haya llegado el momento de hacer realidad el ideario de Bolívar, San Martín y tantos otros de nuestros padres fundadores, los que pensaron y soñaron en una patria unificada mucho más potente en lugar de los más de viente países en que finalmente se dividiera la región. Hay varios factores nuevos que contribuirían hacia este fin. Los dos países más grandes de Sudamérica, Brasil y Argentina, que han pasado de anticuados regímenes populistas hacia gobiernos más pragmáticos y orientados al mercado, deberían invitar al otro gigante regional, México, a torcer su mirada un poco más al sur, volviendo al seno de su vieja familia. Centroamérica y el Caribe podrían unirse fácilmente a los mexicanos y hacer lo mismo. Su contribución sería decisiva para la construcción de un bloque latino más poderoso en las Américas, debido a que en los últimos años estos países se han entrenado en el muy exigente mercado norteamericano, desarrollando una ambiente de negocios y una competitividad no demasiado comunes para estas sociedades. La cuenca del Pacífico, Colombia, Perú y Chile enfrentaron situaciones similares y podrían fácilmente unir fuerzas. A los restos del decadente bloque chavista, Bolivia, Ecuador, Nicaragua y las ruinas de Venezuela no les quedará otra que sumarse al resto de la región o de lo contrario, seguirían sufriendo en su lenta agonía.
América Latina debería madurar en lo referente su relación con los EEUU, creciendo desde la adolescencia y sus pulsiones de amor y odio extremos sin ninguna moderación en la que se encuentra. Deberíamos ofrecerle al "Tío Sam" una sociedad conveniente para ambas partes. Es realmente muy cruel que el destino le haya deparado a casi un continente entero, lleno de recursos naturales y con una creciente población muy joven y vibrante, ocupar solo el rol de ser proveedor de materias primas para Europa y China o el de una fuente de mano de obra de bajo costo para los EEUU, ya sea a través de la producción en maquila o con la inmigración masiva. Estos nuevos vientos que soplan desde la Casa Blanca pueden permitir la posibilidad de que otras regiones sigan el ejemplo y empiecen a pensar en ellas mismas, en lugar de aceptar la condena de ser una pieza intercambiable en un operación multinacional mucho más compleja.
La región podría además sacar ventaja de una China más débil. El país más poblado del planeta enfrentará momentos muy difíciles si el Presidente Trump finalmente decidiera poner en práctica algunas de sus promesas de campaña. El Partido Comunista tendrá que buscar nuevos modelos desarrollo si Washington empezara a cerrar sus puertas para las producciones chinas. Latinoamérica podría ser un plan B, reforzando y sofisticando su ya profunda relación. Pero con un hombre de negocios al mando, tal vez los norteamericanos puedan igualar e incluso superar lo que China le ofrece a la región, si es que realmente la valora por su importancia geo estratégica.
Trump en la cima del poder, cambiando las reglas del juego, puede abrir una impensada oportunidad para nuestra región, teniendo en cuenta que el juego en vigencia no pareciera haber sido hasta ahora muy conveniente para el sur de la Tierra. Tal vez sea el tiempo de ponerse los pantalones largos y ser serios en intentar resolver nuestros propios problemas, sin seguir culpando por ellos a otros. Terminar con los extremadamente altos niveles de corrupción, que dañan no solo el corazón de la confianza en lo público si no que también han probado costar muchas vidas. Constituye prácticamente un crimen que una región bendecida por Dios, que en forma conjunta conforma el territorio más extenso del planeta, incluso por encima de la propia Rusia, con una población homogénea de más de 600 millones de personas, sin mayores problemas étnicos ni religiosos, esté condenada a la pobreza y sea dejada fuera de los centros reales de decisión de poder. Los argentinos ya nos dimos cuenta penosamente que no hay cosecha alguna que nos salve, lo mismo que los bolivianos con su minería o los venezolanos con su petróleo. Los mexicanos y los centroamericanos deberían comprender que los EEUU no son el único camino para su desarrollo, tratando de exportarles toda su pobreza y transformándose en un paraíso de mano de obra barata para el gigante vecino. En lugar de llorar sobre la leche derramada, deberíamos encarar el futuro con optimismo. La era Trump, con estas nuevas tendencias aislacionistas y rodeada de muros cada vez más altos, nos va a permitir pensar más sobre nosotros mismos, el primer paso para empezar a resolver algunas de nuestras enfermedades crónicas.