Finalidad de las Fuerzas Armadas
Las fuerzas armadas iniciaron el siglo XX con prestigio y reconocimiento obtenido en los campos de batalla durante el siglo XIX, reconvirtiéndose con el General Riccheri, y plenamente integradas a la sociedad. Sin embargo, una incipiente dificultad se originó: encuadrar el rol de las fuerzas armadas y el de la defensa nacional en el estado, particularmente a partir de la solución de los conflictos limítrofes.
La dificultad para diseñar el empleo operacional de las fuerzas armadas y la miopía de la clase dirigente para trascender la coyuntura condujo a la política de Defensa Nacional (PDN) a un proceso de desnaturalización, con su cadena de políticas, marcos jurídicos / normativos y desarrollo de organizaciones confusas, incoherentes e inconducentes.
A través de la historia de la Nación, las fuerzas armadas han participado con mayor o menor protagonismo en procesos fundamentales, entre los que se destacan:
– Incorporación de los inmigrantes a la sociedad.
– Alfabetización de la población.
– Desarrollo de la industria siderúrgica, petroquímica, aeronáutica, de la energía nuclear, etc.
– Asistencia en catástrofes naturales y sanitarias, epidemias y pestes.
– Apoyo a la política internacional de la República, con la participación en misiones de paz, auxilio ante desastres naturales en países vecinos, etc.
Lo cierto es que luego de un periodo crítico del país, el empleo de las fuerzas armadas se ha desnaturalizado. No existe país en el mundo que organice fuerzas armadas (hombres, fusiles, tanques, aviones de guerra, submarinos, portaviones, etc.) solamente con las finalidades mencionadas.
La finalidad de las fuerzas armadas está relacionada esencialmente con la defensa armada, con la guerra (cualquiera sea su naturaleza), para evitarla o, en caso necesario, ganarla.
Tensión errónea
Es un error crear una tensión entre las misiones de las fuerzas armadas, ya que deben surgir inequívocamente de una decisión política del gobierno constitucional. Entonces, las necesidades de la defensa nacional deben ser analizadas profesionalmente para cumplir con los objetivos fijados por el poder político.
Todas las misiones deben ser cumplidas. La conducción política del estado fija las prioridades, pero debe tener siempre presente que las necesidades urgentes no deben ocasionar el descuido de las necesidades permanentes y esenciales de la defensa nacional.
En las últimas décadas la política de defensa pasó de mano en mano entre gobiernos absorbidos por la gestión cotidiana o la impronta ideológica. Sin un proyecto sugestivo de vida en común, al decir de Ortega y Gasset, cada gobierno hizo lo que le convenía a sí mismo, no lo que convenía a la nación. No hubo una política de estado, como corresponde a una tarea tan trascendente.
Antecedentes
Para empezar a discutir un bosquejo de solución es necesario entender el proceso vivido. Desde el advenimiento de la democracia, la dirigencia política les fue asignando a las fuerzas armadas funciones y roles de distinta naturaleza, pero sin ocuparse de lo central de la defensa que orientase su desarrollo y evolución.
Luego del periodo de reformulación de la ley de Defensa, de Seguridad Interior y de Inteligencia, además de la Ley de Reestructuración de las fuerzas armadas -normativa jurídica alcanzada a partir de un consenso político y trabajosa labor parlamentaria- que aseguraron el encuadramiento de las fuerzas armadas en democracia, hemos observado al país deambular entre proyectos diferentes pero discontinuos, sin bases fuertes que le dieran sustentabilidad en el tiempo.
En esta contradicción, las fuerzas armadas que alguna vez fueron actores principales de la vida política interna Argentina, muchas veces más allá de los límites de la democracia y el sistema republicano, fueron castigadas, denostadas y desarticuladas. No se pudo configurar un sistema armado íntegro al servicio de la Nación. Los pocos interesados en la defensa se ocuparon de manifestar lo que no querían de las fuerzas armadas, sin esbozar qué esperaban de ellas.
La saludable reforma elaborada con el regreso a la democracia no sobrevivió mucho tiempo. A pesar de que los tiempos llevaron a la concreción del objetivo de evitar los golpes de estado y alejar a los militares de la política, las decisiones políticas guiaron al país a desentenderse de la defensa.
En los últimos gobiernos prevaleció la venganza, el escarmiento y el sometimiento, basado en el oportunismo político. Detrás de estas políticas puede reconocerse el rencor ideológico, el miedo y la falta de autocrítica de muchos responsables de la tragedia argentina. Incluso aquellos que deseaban la integración de las fuerzas armadas al estado democrático se vieron silenciados.
La Argentina tenía antes de Malvinas un Ejército con doce brigadas. En la guerra perdió tres, pero luego, en democracia, las otras nueve se fueron debilitando progresivamente, perdiendo sus capacidades para operar como sistemas armados eficientes. La Armada preservó su flota de mar durante el conflicto, pero los buques fueron de a poco abandonados y se hundieron en puerto. La Fuerza Aérea, cubierta de gloria en la guerra, está seriamente comprometida.
La peor consecuencia, sin embargo, no fue la pulverización material de las fuerzas sino la indiferencia hacia la defensa nacional y las fuerzas armadas. La dirigencia política se desentendió del problema y la sociedad lo quitó de sus preocupaciones. La defensa salió de la agenda.
La Defensa Nacional de la Argentina está en una situación terminal, cuya solución surgirá de un esfuerzo intelectual y político correspondiente a una visión de Estado, de Nación.
Una nueva oportunidad
Con el cambio de gobierno ha nacido una nueva esperanza. El Presidente de la Nación, después de muchos años, dio una orientación a las fuerzas armadas despojada de atavismos y condicionamientos ideológicos, señalando lo siguiente:
-Reconocimiento de que las fuerzas armadas fueron ignoradas y abandonadas.
-Inicio de una nueva etapa, en un mundo que presenta desafíos y oportunidades.
-Definición de roles para satisfacer las demandas y requerimientos:
. Apoyo a las relaciones exteriores, mediante Fuerzas de Paz.
. Respuesta a los desastres naturales.
. Lucha contra el terrorismo.
Es un momento histórico, la máxima autoridad ha manifestado coraje para abordar el tema de la defensa nacional y las fuerzas armadas. Estos primeros pasos, aunque imprescindibles, resultan sin embargo insuficientes. Hacia adelante es preciso reflexionar sobre los siguientes problemas:
El desinterés por las fuerzas armadas ha llevado a equivocar el diagnóstico y dispersar los esfuerzos. Ellas no son el núcleo del problema; lo es el sistema de defensa nacional en el cual se insertan.
La defensa nacional trasciende a un gobierno y a los espacios políticos. Aún en cuestiones que afecten a la gobernabilidad, el sistema de defensa es una cuestión de estado.
La condición favorable creada por el nuevo gobierno obliga a los especialistas en la materia a estar a la altura de las circunstancias. Los momentos de mayor fortaleza deben utilizarse para tender puentes, para lograr consensos y acuerdos en estos temas que trascienden la coyuntura.
Preguntas y respuestas
En esta nueva oportunidad histórica los argentinos de bien se deben preguntar si realmente desean dar vuelta la página y construir una Nación que incluya a todos, en un camino virtuoso que facilite el desarrollo de las instituciones de la República. Luego, deben interrogarse sobre la disposición a defender ese camino de desarrollo. Recién allí deben preguntarse sobre la política de defensa nacional.
La Defensa Nacional con mayúsculas requiere de líderes comprometidos, que desde el presente conciban la Nación y consecuentemente diseñen y orienten el sistema de defensa donde están insertas las fuerzas armadas. Es auspicioso que los principales líderes de la actualidad (gobierno y oposición) se han expresado positivamente al respecto.
Debemos preguntarnos, también, cómo diseñar esta política de estado. Es condición esencial replantear y reformular una política de Estado realista, analizada desde una perspectiva interdisciplinaria, que sea sustentable y perdure en el tiempo.
Es necesario concebir y acordar el plexo legal que sustente el sistema de defensa. En las respuestas a estos interrogantes se debe evitar la búsqueda de éxitos inmediatos, las decisiones apresuradas sobre aspectos cruciales como la doctrina militar, la organización, el despliegue, y el equipamiento que tienen un alto costo en dinero y eficiencia. Estos temas deben ser consensuados para que mantengan vigencia en el tiempo y trasciendan a los cambios de gobierno.
Los estados organizados y serios así lo hacen. Lo que hemos hecho es propio de republiquitas. Si se pretende ser una nación desarrollada, es impostergable conocer, definir, estar convencido, consensuar y recién allí actuar:
El Presidente de la Nación debe impulsar estos trabajos, que deben ser elaborados en la órbita del Congreso de la Nación, con el aporte integral de los espacios políticos e intelectuales. Estos estudios deben contar con la asistencia y asesoramiento de diplomáticos, economistas y estrategas. El asesoramiento profesional militar no puede ser soslayado. La crisis de la Defensa no deja margen para soluciones individuales o sectoriales.
Una dinámica posible para estos trabajos puede incluir:
-Configurar los escenarios proporcionando las metas, propósitos y objetivos de Argentina, su interrelación en el plano internacional y su dinámica en el tiempo.
-Señalar los actores (estatales y no estatales), los riesgos, amenazas, conflictos y las previsiones para evitarlos, reducirlos, neutralizarlos, acotarlos o enfrentarlos. Señalar también las oportunidades y fortalezas que pueden ser aprovechadas.
-Definir los conceptos de defensa nacional y seguridad interior, que deben ser integrados como en todos los países normales, integrando y adaptando sus fronteras, a la luz de la realidad y naturaleza de los conflictos actuales. La única forma de dar respuestas exitosas, aceptables y sustentables en el tiempo parte de entender la realidad cabalmente.
Es insostenible mantener fuerzas para defender la Nación de amenazas que no existen y no prepararlas para las amenazas reales que tiene el país. Las fuerzas de seguridad y policiales tienen en la delincuencia un vasto espacio para actuar, que incluye la temática de la droga y la trata de personas.
El plexo legal actual sólo contempla el empleo restringido de las fuerzas armadas y taxativamente les impide actuar en seguridad interior. Sin embargo, habilita al Poder Ejecutivo, por medio de decretos a utilizarlas cuando crea conveniente. ¿Qué ocurriría si se producen casos de terrorismo, de narcotráfico, o si el ISIS hace su aparición súbita?
El estado no puede atarse de manos frente a estas amenazas, adoptando las previsiones sobre doctrina militar, instrucción y equipamiento, para este fin. Un camino seguro al fracaso es utilizar las fuerzas armadas para lo que no se prepararon.
Analizar los conflictos como internos o externos tuvo sentido cuando el propósito era encuadrar las fuerzas armadas en el sistema democrático. Hoy es una falacia de la ideología. La naturaleza de los conflictos muta y se debe actuar en consecuencia.
En el mundo de hoy, los conflictos en desarrollo son mayoritariamente de origen no estatales. Es un grave error sostener que las fuerzas armadas están solo para enfrentar agresiones externas de origen estatal, para luego afirmar que la nación no prevé este tipo de amenazas. Basta recordar que Su Santidad el Papa Francisco sostuvo recientemente que el mundo no tiene un problema de seguridad, sino que el mundo está en guerra.
Con respecto a las fuerzas armadas, la reflexión debe incluir el establecimiento de un perfil, la magnitud y despliegue de las mismas, de acuerdo al escenario configurado, a los actores intervinientes y a las características y evolución prevista de los riesgos y amenazas.
Nicolás Maquiavelo menciona en el "Arte de la Guerra" que los Ejércitos tienen un cuerpo que las define y vélites que lo rodean y acompañan. El cuerpo podrá ser preponderantemente pesado o ligero. En la paz debe ser replegado y comprimido, pero nunca más de lo necesario, manteniendo la capacidad de expansión y movilización, a fin de disponerlo exitosamente en el momento oportuno. Ese cuerpo debe ser definido desde la política.
En síntesis, los estudios, análisis y construcciones geopolíticas y estratégicas deben dar las bases para definir la naturaleza, el despliegue y la magnitud de las fuerzas activas y las reservas y las previsiones de movilización. Los errores en este trabajo no tienen consecuencias inmediatas, pero son incorregibles en el momento de los conflictos y colocan en riesgo la supervivencia del estado. Además, se traducen en muertes innecesarias.
Una defensa de consenso
Sería un error creer que la solución del tema que nos ocupa discurre en reivindicaciones de tipo gremial, como el mejoramiento de condiciones laborales (que los pilotos tengan aviones, el Ejército disponga de soldados, etc.). Tampoco sirve la adquisición aislada de material, aumento de sueldos, o reconsideración del trato desde el Estado. Todo esto es imprescindible, pero no la solución.
En este sentido, hasta que se defina la defensa en el marco del estado, con humildad aconsejaría invertir solamente los recursos necesarios para el equipamiento de aeronaves de la Fuerza Aérea, con el fin de mantener el adiestramiento de los pilotos. No es momento de despilfarrar, no hay atajos para abordar con seriedad el tema y debemos evitar la tentación de los éxitos pasajeros, que irremediablemente serán efímeros.
La respuesta a los requerimientos de la política de Defensa, como toda cuestión de estado, surgirá de un trabajo consensuado y esforzado que trasciende a un gobierno, poder o sector. Un país decidido a ser Nación debe asumir lo expresado por el cardenal Mario Poli, en su homilía del tedeum del 25 de mayo de 2016: "Danos coraje para crear espacios y mesas donde podamos compartir la sabiduría del diálogo, donde las ideas superen las ideologías. Que nadie se levante hasta encontrar acuerdos duraderos".
Muchas cosas nos duelen a los argentinos, la corrupción, la pobreza, el avance de la droga sobre los jóvenes, la inseguridad, la falta de energía, etc., la mayoría de ellas consecuencias de nuestros propios errores. ¿No será hora de preguntarnos qué queremos ser; que educación necesitamos para lograrlo; cómo nos integramos entre nosotros y con el mundo? Y finalmente, ¿qué cosas estamos dispuestos a defender?
El autor es General de Brigada (R).