Hoy nos vamos de copas.
Pero no confundir: iremos y volveremos sobrios.
Nos acompaña un personaje singular: Michael Jackson.
No el que usted piensa.
Éste, inglés, periodista, locutor de la BBC, colaborador de diarios y revistas de medio mundo, nació en 1942 y murió (o mejor, abandonó las barras de los bares) en 2007.
Su Guía Internacional del Bar vendió más de tres millones de ejemplares.
Reunir el material y escribirla le llevó más de la mitad de su vida recorriendo todos los bares del planeta.
Cita 270 bebidas, los países de origen, y más de ¡mil cócteles!
Pero nuestro seleccionado para este paseo y esta nota –menos complicado que el de Sampaoli– se reduce a diez.
La culpa (o mejor: el mérito) se debe a José Luis Garci (73), cuya película "Volver a empezar" ganó el primer Oscar para España.
Porque el hombre, gran pluma además, escribió un libro delicioso en 1996: Beber de cine.
Subtítulo: Diez cócteles que cambiaron el mundo.
Y a cada uno le dedicó un texto memorable.
Por orden: Bloody Mary, Caipirinha, Daiquirí, Dry Martini, Gimlet, Gin Fizz, Manhattan, Margarita, Negroni, y Whiskey Sour.
Me quedo en el cuarto. En el Dry Martini. Porque de todos ellos es el más famoso. La estrella indiscutible. El que más páginas ha generado: en serio y en broma.
Y –¡qué embromar!– el que más me gusta preparar… y tomar muy de tanto en tanto, porque según Groucho Marx: "Después del primer Dry Martini estoy sobre la barra; después del segundo, debajo de la mesa, y después del tercero… ¡sobre la dueña de casa!".
¿Cómo nació?
Así lo cuenta Garci…
"Fue algo casual". Así, con la modestia de los genios, con la misma sencillez de Pasteur o de madame Curie, respondía Martínez, el legendario barman mexicano, a todos los que se interesaban por cómo diablos había inventado el Dry Martini. "De carambola, puritito azar. Te pasas media vida agitando la coctelera en busca de nuevos sabores y, bueno, una de esas mañanas te levantas desmadejado tras una noche de muchos tragos, ¡zas!, la voz de la resaca que habita en tu cabeza va y te sopla el secreto. La providencia, amigo".
Y sigue Garci: "El Dry Martini es sin duda el rey de los cócteles de trago corto, una bala de plata que –en vez de matarte, como al hombre lobo– reaviva tu corazón, un rayo de mercurio que ajusta la temperatura de tu cuerpo, la Biblia del alcohol o, al menos, su catecismo".
La fórmula primitiva de Martínez fue: "Llenar un tercio del vaso mezclador con hielo muy duro, echar luego tres cuartos de gin y un cuarto de vermut seco, remover treinta segundos y servir en copa de cóctel".
La aceituna llegó después. Una está bien. Dos… humm. Tres, un disparate. Pero en todo caso, con carozo… Y la aceituna, lavada previamente para que la sal no contamine la milagrosa mezcla.
Después llegaron las variantes y el humor.
Pero primero conozcamos –según Garci, bastonero y gurú– al hombre que hizo los Dry Martinis más perfectos del planeta.
Luis Buñuel (1900–1983), el genial aragonés director de películas eternas. Por caso: Un perro andaluz, El ángel exterminador, Viridiana, Belle de Jour, El discreto encanto de la burguesía…
Pues bien. Invitados ya sus amigos, un día antes de la charla y la jarana metía en la heladera las copas de cóctel (las triangulares de pie largo, sí…), el gin, y hasta la coctelera.
Termómetro en mano, controlaba que el hielo se mantuviera en veinte grados bajo cero.
Al llegar sus amigos ponía un tercio del hielo en la coctelera y vertía seis gotas de Noilly Prat, el mejor vermut seco del mundo, y media cucharadita (de las de café) de angostura.
Agitaba la coctelera un minuto, y después tiraba el líquido… pero conservando el hielo, que quedaba perfumado, impregnado por esos ingredientes.
Luego, sobre el hielo echaba el gin, movía la coctelera treinta segundos, y servía…
Como era de imaginar, el Dry Martini fue hijo adoptivo de Brooklyn y de Hoboken (donde nació Sinatra), de Wall Street, del Bronx, de los grandes hoteles de N.Y –Plaza, Waldorf Astoria–, y poco a poco y copa a copa, del mundo.
Pero siempre, y hasta hoy, dueño de una polémica interminable: ¿cuánto vermut?
Como es de imaginar, los bebedores impenitentes abogan por reducir el vermut al mínimo… a pesar de desvirtuar la receta original.
Tanto, que hay anécdotas y chistes célebres.
Sir Winston Churchill decía que el Dry Martini había que prepararlo en una gran habitación en la que barra y chimenea estuvieran separadas por no menos de veinte metros.
¿Por qué, para qué, cómo?
"Se deja la botella de vermut sobre la chimenea, se camina hasta la barra, se sirve el gin, y se toma".
Gracioso, sí. Pero eso.. no es un Dry Martini. Es un simple trago de borrachines…
Otra. Entra un parroquiano made in USA a un bar. Pide un Dry Martini muuuuy seco. El barman se lo sirve:
–No. Está mal. Tiene demasiado vermut.
El barman lo repite poniéndole menos:
–Tampoco. Demasiado vermut. Haga lo que le digo. Olvide la botella. Eche el gin, y sobre la copa diga "vermut". Nada más. Y sirva.
El barman obedece. Susurra la palabra y sirve. Pero…
–Está mal. ¿Sabe por qué? Lo dijo muy fuerte…
Algo esencial del abecé del D.M. En la coctelera, el hielo, el gin y el vermut se agitan levemente con una cuchara de mango largo o un revolvedor especial de acero o vidrio. Jamás ¡jamás! se bate la coctelera con fuerza y cabriolas de barman algo circense.
Recordar la frase de todos los James Bonds del cine: "Shaken, not stirred" (agitado, no batido). El primer mandamiento…
Alguien recordará que algunos de los Bonds pedían "un Vodka Martini".
¿Por qué no el gin, la bebida clave, la mayor protagonista?
Muy simple. Porque varias marcas de vodka, a golpes de dólar, hicieron virar el timón…
Y esta fue, es y será la historia del Dry Martini. El cóctel más elegante del mundo. Estilo puro. Simpleza de mármol blanco sin vetas. La Divina Proporción según Fray Luca Pacioli. Bala de plata contra tanta coctelería moderna de copas atiborradas de cremas, jugos, colección de ingredientes, frutas molidas, extraños cuerpos hidrogenados, etcétera. Renovación a veces aceptable, pero snobismo a rolete para pipiolos con pocas horas de vuelo (léase de barra).
Últimas verdades.
Lleva vermut. Poco, algo más, con el hielo impregnado, pero lleva. Sine qua non…
El gin debe ser importado. Inglés.
Grandes marcas: Gordons, Beefeater, Tanqueray… Pero el ideal "es esa electricidad azul que atesora el Bombay Sapphire". Firmado: José Luis Garci.
Fin del tour.
A casa.
Frescos como rosas recién cortadas.
Mañana será otro día.
Y si es con un perfecto Dry Martini… ¡mejor!
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