Atsede Nigussiem, de 26 años, llevaba un tiempo viviendo en la casa de sus padres en Tigrai, Etiopía. Su marido se había marchado en febrero a trabajar a Yemen y ella había quedado al cuidado del hijo de ambos. La noche del 15 de julio último, alguien llamó a la puerta. Cuando fue a abrirla, era su esposo. Lejos de un reencuentro romántico, sin mediar palabra, Haimanot Kahsailo le lanzó un baño de ácido que le arruinó gran parte del cuerpo y le disolvió la boca, que casi no puede abrir.
Atsede recibe comida y bebida a través de una pajilla, lo único que alcanza a introducir en su boca. Y llora todo el día, una de las pocas cosas que todavía puede hacer.
"No sé por qué mi esposo lo hizo. Solo abrí la puerta y ocurrió", repite por escrito, que es la única forma que tiene de comunicarse.
Atsede recibió asistencia de urgencia en un hospital cercano, donde curaron sus heridas más lacerantes, pero los médicos le recomendaron que buscara un tratamiento más sofisticado en otro país.
Atsede viajó entonces a Bangkok, Tailandia, junto con su hermana, donde los médicos están tratando de recuperar su piel y salvarle el último resto de visión que le quedó.
"Un ojo ya lo perdió, y en el otro apenas le queda algo de vista. Estamos haciendo todo lo posible para salvársela y recuperar su cuerpo", dijo el doctor Masha Zhigunova, citado por el Daily Mail.
"Primero, Atsede necesita un desbridamiento del tejido necrosado en su cara y extremidades. Luego, hay que injertarle una matriz celular de colchón y por fin luego la piel", explicó.
Su caso es uno de los más impactantes que han tratado los especialistas tailandeses.
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