El caso ocurrió en el pequeño pueblo francés de Authon-Du-Perche, a unos 150 kilómetros de París, pero sacudió a toda Francia. El miércoles pasado, Lucien Pérot, de 69 años, y Olivier Boudin, de 38, que mantenían una relación de amistad y confianza como la de padre e hijo durante años, se juntaron a cenar en el jardín de la casa del primero en una agradable noche de verano.
Comieron una chuleta de ternero con frijoles y bebieron una buena cantidad de vino tinto.
A las 6 de la mañana siguiente, una vecina que pasó por la calle vio al primero tirado boca arriba en el suelo y al segundo sobre su silla en la mesa en la que todavía estaban los platos y las botellas de la noche anterior. Parecían dormidos.
"Pensé que habían tenido una larga noche comiendo y bebiendo y se habían quedado dormidos algo borrachos", contó la mujer, que prefirió guardar su nombre al periódico local L'Echo Républicain.
Al mediodía, la mujer volvió a pasar por la casa y los vio en el mismo lugar. Se acercó y trató de despertarlos, pero fue imposible. Entonces se dio cuenta de que estaban muertos.
Llegó la policía. Los cuerpos no tenían ninguna señal de violencia. Quizá los frijoles enlatados estaban contaminados, fue la primera especulación. Llegaron los investigadores forenses y se llevaron muestras de la carne, los frijoles, el pan, el queso camembert y el vino al Instituto Pasteur de París para su análisis.
El pueblo entero comenzó a trazar diferentes hipótesis que iban desde el envenenamiento hasta un pacto suicida. Toda Francia comenzó a hablar del tema.
"Es muy extraño. Tenían una vida simple. No tenían enemigos. No son la clases de gente que pudiera ser víctima de la mafia", dijo otro vecino.
Este miércoles, los análisis forenses revelaron que las razones de las muertes fueron bastante más prosaicas.
El hombre mayor, bastante borracho (se lo encontraron 2,4g/l de alcohol en sangre) y con algunos dientes faltantes, habría intentado tragar un pedazo grande de chuleta (44 gramos) sin masticarlo lo suficiente. Se atoró y murió.
Los médicos que analizaron los cuerpos suponen que Olivier, que aunque más joven padecía problemas cardíacos genéticos, sufrió un ataque fulminante al corazón al ver morir a su amigo.
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