El número de víctimas civiles en Afganistán volvió a ubicarse en niveles récord en estos primeros seis meses del año y los muertos alcanzaron el tope de las mediciones, sólo superados por el pico de 2014, según un reporte de las Naciones Unidas.
Con 1.662 muertos y 3.581 heridos, el total es prácticamente igual al de 2016, el más alto registrado, y la cantidad de fallecidos sólo es superada por la recolectada hace cuatro años.
De esta manera la población afgana parece seguir sin tregua desde hace 40 años, cuando una revolución marxista dio inicio a una ola de violencia en el país, acrecentada luego por la invasión soviética de 1986 y en los últimos tiempos debido a la guerra comenzada por la coalición liderada por Estados Unidos en 2001.
Sólo en Kabul, la capital afgana, se contabilizaron cerca del 20% de las víctimas registradas en los primeros seis meses de 2017, "un nuevo récord al alza", precisó el informe la Misión de asistencia de Naciones Unidas en Afganistán (Manua).
El 40% de estos civiles se vieron afectados por explosiones en atentados, minas y artefactos explosivos improvisados. Estos ataques, atribuidos a los insurgentes islamistas, talibanes y al grupo yihadista Estado Islámico (ISIS, en inglés), dejaron casi 600 muertos y 1.483 heridos entre la población.
El representante especial de la ONU para Afganistán, Tadamichi Yamamoto, lamentó "el uso de explosivos improvisados, poco precisos, desproporcionados e ilegales, particularmente impactante", subrayando el "inmenso sufrimiento" que representan estos datos para las familias afectadas.
Los atentados suicida y ataques más complejos, con un coche bomba abriendo camino a un comando armado, fueron dirigidos principalmente contra las bases de las fuerzas de seguridad afganas y occidentales y contra edificios administrativos.
Sin embargo, también tuvieron consecuencias en los alrededores y provocaron la muerte de 259 civiles, mientras que 892 resultaron heridos, un 15% más respecto a 2016, según la ONU.
Este balance es el resultado, además, del ataque suicida con camión bomba perpetrado en el barrio diplomático de Kabul el 31 de mayo, que dejó 92 muertos según la ONU (al menos 150 según el presidente Ashraf Ghani) y 500 heridos. Se trata "del incidente más mortífero desde 2001", según la Manua.
En tanto el 18% de las muertes se atribuyeron al accionar de fuerzas del gobierno afgano y de la coalición, y un 4% a los ataques aéreos.
Los ataques en entorno urbano generan un balance particularmente alto entre las mujeres y los niños. Pero la misión de la ONU culpa del aumento del número de mujeres abatidas (174, +23%) y de niños muertos (436, +9%) a las minas terrestres y a los bombardeos aéreos de las fuerzas occidentales y afganas contra posiciones de insurgentes.
Además el número de víctimas civiles aumentó entre enero y junio en quince de las 34 provincias del país, una muestra de la extensión geográfica del conflicto. Las más afectadas son, además de Kabul, Helmand, Kandahar y Uruzgan, en el sur, Nangarhar (este), Herat y Faryab (oeste), Laghman (centro) y Kunduz y Farah (norte).
En su informe, la Manua atribuye estos muertos y heridos a los ataques de las fuerzas antigubernamentales, que crecieron un 12%.
La misión empezó a censar sistemáticamente a las víctimas civiles del conflicto afgano en 2009, redactando un informe cada tres meses. Tras un descenso en 2012 y un estancamiento en 2013, el balance volvió a crecer y desde entonces está en alza constante.
Desde enero de 2009, el conflicto ha dejado más de 26.500 muertos y casi 49.000 heridos entre la población civil.
Los talibanes, que controlan el 40% del territorio afgano, y el ISIS, implantado en el este desde 2015 pero que ahora avanza por el norte del país, se aprovecharon de la retirada de la mayoría de las tropas occidentales a finales de 2014.
La OTAN mantiene allí a casi 13.000 efectivos, encargados de formar y asesorar a las fuerzas afganas, lo que al parecer no ha servido para contener los frentes de violencia.
Con información de AFP
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