La imputación por abuso sexual a George Pell, prefecto de la secretaría de Asuntos Económicos del Vaticano y considerado "número tres" de la institución, no es el primer escándalo que enfrenta el prelado. Aunque niega rotundamente los cargos y cuenta con el respaldo del papa Francisco, el australiano ha sido acusado desde hace más de una década por las presuntas víctimas y tiene una reputación en su país de encubrir a pederastas.
Las autoridades no revelaron la identidad ni la edad de los involucrados en el caso, y tampoco detallaron si se trata de pederastía. Sin embargo, Ingrid Irwin, abogada que representa a las dos supuestas víctimas, indicó que sus clientes estaban "muy satisfechos" con la decisión de la Justicia.
Según trascendió en la prensa local, se trataría de dos hombres que aseguran que Pell les tocó los genitales de forma inapropiada en la década de 1970, en su ciudad natal de Ballarat, mientras realizaban juegos en una piscina.
Según los testimonios, Pell, entonces un joven sacerdote que se ganaba el cariño de la comunidad, lanzaba a los chicos en el agua. "Usaba sus manos para elevarnos y hacernos caer. Su mano cubría mi pene y testículos, y la zona de mi ano", declaró a la policía Lyndon Monument, según reportó ABC.
A su corta edad, Monument lo tomaba como un juego, pero casi cuatro décadas después entendió la gravedad de lo ocurrido. Según indicó, el hecho ocurrió unas 10 veces. "También ponía la mano bajo mi ropa. Sus dedos tocaban mi pene y mis testículos cuando tomaba vuelo para lanzarme por el aire", agregó.
Similar testimonio ofreció Damian Dignan, quien aseguró que Pell lo sujetaba "alrededor de los testículos y del ano" para el mismo juego. "Me asustó. Estaba asustado y lastimado", recordó.
Al ser consultado por ABC sobre si cree que el tocamiento era accidental, Dignan comentó: "Bueno, pasó una vez. Pero llegó a un punto en que pasaba cada vez que estaba allí. Y ya no era divertido". En su reporte a la policía, Dignan aseveró: "El padre Pell me hizo sentir muy incómodo. Nunca le dije nada porque tenía miedo".
A su vez, otra persona aseguró haber visto a Pell exponerse desnudo en el baño del lugar frente a niños de entre 8 y 12 años. En esa línea, Dignan y Monument indicaron haber recibido invitaciones para desvestirse en su presencia.
Aún más graves fueron las acusaciones de un hombre que aseguró que Pell, entonces un seminarista, abusó de él en 1961, cuando tenía 12 años, en la isla Philip. Conocido como "Gran George", puso sus manos bajo sus pantalones y "agarró con firmeza su pene y sus testículos", según el relato de la presunta víctima. Además, indicó que lo acosó varias veces en una carpa y volvió a tocarlo cuando se bañaban en el mar.
Sin embargo, Pell fue absuelto de estas acusaciones en 2002.
Su imagen, no obstante, nunca quedó limpia para la opinión pública australiana, que no olvidó un hecho ocurrido en 1993, cuando su imagen en la iglesia estaba en ascenso. Gerald Ridsdale, un religioso con numerosas acusaciones de abusos sexuales estaba por enfrentarse a la Justicia, frente a la cual terminó reconociendo sus crímenes. Sin embargo, Pell lo acompañó al juzgado, según admitió, con la intención de conseguir una pena leve.
La reciente imputación de Pell se produjo en las últimas fases de una larga investigación, ordenada por el gobierno en 2012, sobre las respuestas institucionales aportadas en Australia a los supuestos abusos sexuales a menores.
La comisión entrevistó a miles de supervivientes y escuchó las denuncias de abusos contra niños que implicarían a iglesias, orfanatos, clubes deportivos, grupos juveniles y escuelas. El cardenal Pell compareció en tres ocasiones en el marco de este caso y reconoció ante la comisión de investigación que había "fallado" en su gestión de los curas pederastas en el estado de Victoria en los años 1970.
Según los datos de la investigación publicados en febrero, el 7% de los sacerdotes católicos habría sido acusados de abusar de niños en Australia entre 1950 y 2010, aunque estas acusaciones nunca fueron investigadas.
Alrededor de 4.444 supuestos incidentes fueron denunciados a las autoridades eclesiásticas y, en algunas diócesis, más del 15% de los curas habrían estado implicados en ellos, según la investigación.
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