La decisión de Rusia de comenzar a "seguir" y considerar "blancos aéreos" a las aeronaves de la coalición liderada por Estados Unidos que crucen el río Éufrates, línea de separación de las zonas de influencia de cada potencia, aumentó el lunes la tensión en Siria a niveles inesperados.
Desde su intervención en la guerra civil en Siria en 2015, Moscú ha construido un formidable sistema de defensa antiaérea alrededor de su base aérea de Khmeimim, especialmente luego de que un Sukhoi Su-24 fuera derribado por Turquía en noviembre de ese año.
Según la agencia oficial rusa TASS, el dispositivo defensivo está compuesto por tres capas. La primera consta de los sistemas antiaéreos de misiles de largo alcance S-400, considerado de vanguardia, y S-200VE.
La segunda línea consta de los misiles S-300FM y el trístemente célebre Buk-M2E, similar al que fue utilizado para derribar al vuelo comercial de Malaysia Airlines MH17 que provocó la muerte de 298 personas.
La tercera línea está compuesta por misiles Osa-AKM, S-125 Pechora y sistemas mixtos de cañones y misiles Pantsir-S1, de menor alcance.
A su vez, los cruceros misilísticos de la clase Slava que Rusia mantiene en el mar Mediterráneo fueron reforzados también con los misiles S-300FM.
En su conjunto, este complejo entramado defensivo no sólo es letal para aeronaves enemigas, también tiene la capacidad de derribar misiles balísticos de corto y mediano alcance.
El elemento más peligroso de este arsenal es sin duda el S-400, un vanguardista sistema de defensa que compite con lo mejor que puede ofrecer la OTAN. Tiene un alcance de 400 kilómetros, opera a una altitud máxima de 185 kilómetros y es capaz de interceptar objetivos con una velocidad máxima de 17.600 kilómetros por hora, es decir incluso misiles balísticos.
De esta forma la batería en Khmeimim, al oeste de Siria, tiene la capacidad de alcanzar cualquier objetivo en todo el territorio del país.
Si bien la mayoría de los aviones militares de Moscú emplazados en Siria son bombarderos o aviones de ataque, Rusia también mantiene en la zona cuatro cazas Sukhoi Su-30, cuatro Su-35 de última generación y ocho cazabombarderos Su-34, según el think tank británico Royal United Services Institute, que pueden operar como interceptores en defensa anti aérea.
Desde la intervención de 2015 Rusia y Estados Unidos mantenían un acuerdo de cooperación por el cual intercambiaban información sobre sus operaciones aéreas contra el grupo terrorista Estado Islámico (ISIS) para evitar incidentes.
Pero tras el derribo el domingo de un caza sirio por parte de Estados Unidos los rusos rompieron el acuerdo, lo que significa que los escuadrones de la coalición internacional se enfrentarían contra estas defensas si cruzan el Éufrates y Moscú mantiene su palabra.
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