En su recorrido por Baga Sola dio con varios testimonios de sobrevivientes de Boko Haram, el grupo terrorista que juró lealtad al Estado Islámico y transformó la zona en una de las más peligrosas de la tierra.
Cuando el grupo extremista islámico secuestra a una niña le da dos opciones: o se convierte en esposa de uno de sus combatientes o en niña bomba. Los comandantes tienen varias esposas, pero quieren más. Las chicas están atemorizadas y muchas dicen que sí, pero otras son valientes y se niegan. A ellas nadie las fuerza. "Solo les cambian el color de la abaya (la túnica islámica femenina) para distinguirlas de todas las demás", cuenta Hassan, uno de los entrevistados por Rojas.
¿Por qué las cambian? Para señalarlas como futuras niñas-bomba.
En ese momento comienza la siniestra preparación que puede llevar semanas de adoctrinamiento, mentiras, amenazas y ensayos hasta que la milicia yihadista estima que la niña está lista.
En su lógica terrorista, son mejores las chicas que los chicos, porque bajo sus vestimentas es más fácil esconder explosivos (el 80% de los menores usados para matar lo son), aunque también han probado con niños. Y otra preferencia: cuanto más jóvenes, mejor. Han llegado a usar a niñas de siete y ocho años. Los más pequeños no son tan conscientes de lo que van a hacer, del daño que pueden causar y son más manipulables.
El reportero detalla que Boko Haram ha usado a 117 niños desde junio de 2014, en un recuento oficial que está lejos de las cifras reales.
Los argumentos van desde: "Mañana entrarás directa al paraíso" a "No te preocupes por ellos, porque no son verdaderos musulmanes". ¿Las instrucciones? "Acércate a grupos donde haya mucha gente. Tírate al suelo como si te hubieras desmayado y entonces, cuando se acerquen a ayudarte, pulsa el detonador". El objetivo es causar una carnicería, cuanto más grande, mejor.
El Mundo explica que hay seis niveles de "entrenamiento" para niñas bomba o niñas decapitadoras. En todos ellos, mezclados con su retorcida idea del islam, los miembros de Boko Haram enseñan a sus víctimas a caminar con un chaleco bomba sin llamar la atención o cómo asestar una puñalada en el cuello para conseguir que la persona atacada muera cuanto antes. Los comandantes son muy celosos de no revelar ese "método" al resto de secuestrados.
La práctica más común es drogarlas desde la noche anterior, a la vez que les pintan tatuajes de henna en las manos y les ponen las ropas más lujosas que puedan obtener. Así, las niñas reciben el ritual que se les brinda a los muertos antes de que lo estén. Ellos matan a sus padres cuando las secuestran y luego les prometen que se reencontrarán con ellos en el paraíso.
Otra niña que consiguió sobrevivir, Susana, también de 17, aseguró al periódico español que se negó a convertirse en "concubina" de un miliciano de la secta yihadista: "Fui violada cada noche por hombres diferentes durante ocho meses. Hasta que me eligieron para una misión de suicidio en la ciudad de Kukara. Aunque me prepararon, nunca quise hacerlo. Cuando vi a los soldados en un check-point a los que tenía que dirigirme, les grité que llevaba algo rodeando mi pecho. Me subí la vestimenta para que pudieran verlo y comencé a llorar". Los militares desactivaron la bomba y entró en el programa de recuperación psicológica para este tipo de víctimas, que dura tres meses.
Las violaciones masivas de mujeres no sólo tienen una intencionalidad sexual: sino demográfica e ideológica: dejando embarazada a las niñas los miembros de Boko Haram consiguen crear un vínculo y preparar la llegada de una nueva generación de militantes a los que enseñarán los horrores del yihadismo desde niños.
La inspiración de Boko Haram está en Chechenia. Las llamadas 'viudas negras' de sus comandos yihadistas eran un clásico en sus tácticas de terror en la Rusia de los años noventa.
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