Corea del Norte está tan por detrás del resto del mundo en su desarrollo de energía que la oscuridad cobró un significado emblemático propio para algunos residentes atrapados dentro del régimen dictatorial de Kim Jong-un.
Para una pareja de enamorados viviendo en las afueras de Chongjin, la tercer ciudad más grande del país, la oscuridad confería valiosas oportunidades, ya que les permitía escaparse de sus casas en el medio de la noche sin ser detectados para trasladarse a un espacio de privacidad y libertad, algo tan escaso en Corea del Norte como la misma electricidad.
Se trata de "Mi-ran" y "Jun-sang", cuya historia conocemos a través de una serie de entrevistas que mantuvo Mi-ran, quien huyó del país comunista a los veintiséis años, con la periodista estadounidense Barbara Demick en Corea del Sur. Porqué la entrevistada prefirió mantener su identidad anónima, ambos nombres a los cuales nos referimos son ficticios.
Ella tenía solo doce años cuando conoció a Jun-sang, un joven estudiante prometedor que aspiraba a ser un futuro científico. Él la había visto por primera vez en el cine y no había tenido el coraje de hablarle, pero al día siguiente, como su pueblo era pequeño, logró rastrearla hasta su hogar.
Al poco tiempo se enamoraron, pero desde ese momento, ambos sabían que no podrían verse en público. Es que mientras él debía mantener sus altas calificaciones en la escuela o arriesgar una paliza de su padre, ella debía conservar su pureza como mujer. La influencia del Confucianismo en las costumbres norcoreanas, que enseña a los hijos la necesidad de respetar y obedecer a su padre, jugaba un papel importante en las decisiones que tomaba Jun-sang todos los días. Es debido a estas exigencias que la intimidad casual en Corea del Norte es desalentada.
Además, había otro problema: Mi-ran pertenecía a la clase social más baja del país. En 1958, Kim Il-sung impulsó un proyecto de reorganización social que clasificaba a todos los ciudadanos por su confiabilidad política. Entre 1972 y 1974, la iniciativa paso a llamarse el "Proyecto de Comprensión de Personas", que dividió a la sociedad dentro de una estructura social piramidal de 51 categorías que fueron agrupadas dentro de tres clases sociales: la clase principal, la clase vacilante y la clase hostil.
Mi-ran pertenecía a esta última categoría, y como el ascenso social no es posible (a diferencia del descenso social, que puede ocurrir en casos de mal comportamiento), un miembro de la clase hostil está condenado a esa categoría para toda la vida. Los norcoreanos se refieren a esta casta como los "beulsun", que significa sangre contaminada.
Si Jun-sang quería realmente ir a la universidad en Pyongyang, no podía perjudicar su imagen siendo visto en público junto a una beulsun, ni mucho menos en un pueblo como el suyo, donde no solo se conocen todos entre sí sino que también se vigilan mutuamente.
Por eso, los enamorados no tenían otra opción que ignorarse durante el día y esperar a que la oscuridad les brinde una oportunidad para escapar la mirada vigilante del resto de la sociedad. Incluso cuando él ya había ingresado a la universidad y ella era maestra escolar, ambos esperaban a la noche para encontrarse. Así, cada noche significaba para ellos una nueva oportunidad para compartir tiempo juntos.
Según ella, Jun-sang era la única persona con quien se sentía libre para compartir sus pensamientos, sueños y secretos familiares, pero incluso a él le retuvo el secreto más grande de su vida: nunca le dijo cuanto odiaba a Corea del Norte, que no creía en la propaganda que le obligaban a enseñarle a los niños, ni que su familia estaba tramando un plan para desertar el país.
Como retrata la vida del niño delator que provocó la ejecución de su madre y de su hermano por planificar su fuga de un campo de detención, Corea del Norte es un país en el cual no se puede confiar en la familia, los vecinos, ni mucho menos en las autoridades o el gobierno. Compartir semejante secreto implicaba demasiado riesgo: si alguien en la policía secreta hubiera descubierto su complot, toda su familia sería trasladada a un campo de concentración en las montañas.
Cuando finalmente huyó, se instaló en Corea del Sur y se casó con un surcoreano. Sin embargo, nunca dejó de pensar en Jun-sang, pero incluso seis años desde su fuga no se arrepentía de haberle ocultado la verdad.
"No podía arriesgarlo", le dijo Mi-ran a Demick años después desde Corea del Sur. "Ni siquiera pude decirle adiós", lamentó.
En varias ocasiones, Mi-ran se preguntaba si su primer amor la odiaría por haberse escapado sin despedirse o si la consideraría una traidora por abandonar la patria. Pero sin ningún medio de comunicación solo podía imaginarse que pensaría él de ella.
"De alguna manera, creo que entendería, pero no tengo ninguna manera realista de saberlo", confesó.
Lo que sí sabía era que aquellas noches formaban los recuerdos más felices de su vida. Atrapada en un país subdesarrollado, autoritario y oscuro, donde millones de personas han muerto de hambre, aún así Mi-ran y Jun-sang supieron encontrar amor. Como varios de sus compatriotas, habían aprendido a amar la oscuridad.
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