El libre mercado en Corea del Norte es como el sexo en la era victoriana: "aunque todo el mundo lo practica, pocos reconocen su existencia en público". La comparación de los periodistas británicos Daniel Tudor y James Pearson explica con sencillez por qué palabras como comunista o colectivizada dicen bastante poco sobre la economía del país más hermético del mundo.
"El comercio privado se ha vuelto tan preponderante en los últimos años que impregna todos los niveles de la sociedad, desde los más pobres hasta las élites partidarias y militares", escribieron en su libro North Korea Confidential. "La razón es simple: el Estado no puede ya mantener al pueblo como antes".
Todo comenzó con la hambruna que entre 1994 y 1998 causó la muerte de casi 2 millones de personas, aunque el Gobierno llamó a esa tragedia "la ardua marcha" y limitó la cifra de víctimas a 220.000 muertes. Si los chinos en la frontera habían manifestado su envidia por la dieta de los norcoreanos en las décadas de 1960 y 1970, con el colapso del Sistema de Distribución Pública (SDP) de alimentos, la ración básica diaria pasó de 450 gramos a 128.
El SDP alcanzaba sólo al 6% de la población. En cada pequeña superficie de tierra la gente sembraba lo que podía. "Las áreas del interior y el campo fueron las más afectadas, pero las muertes en masa por hambre sucedieron en todas partes del país, incluidas villas y ciudades", explicaron Tudor y Pearson. "El Gobierno le había fallado a la gente y, sobre todo, cada quien tuvo que valerse por sí mismo".
Y un eje para hacerlo, y sobrevivir, fue el intercambio comercial.
"La lección que los sobrevivientes sacaron de esta experiencia fue la independencia: no la independencia de la ideología Juche [el credo de la familia Kim, que alude a la autodeterminación], sino la independencia mediante el capitalismo del vale todo", según el libro de los ex corresponsales de The Economist y Reuters en Seúl. Allí hablaron con exiliados que habían conseguido asilo en Corea del Sur y también, de manera clandestina, con personas que permanecen en Corea del Norte y pidieron la reserva de su identidad.
El Gobierno tiene una relación ambivalente con el mercado negro, un ente tan asentado que tiene denominación y página de Wikipedia: Jangmadang. Si lo combatiera, el peligro del hambre volvería a asomarse, ya que el SDP nunca se recuperó. Muchos funcionarios, por ideología o por riqueza personal, están a favor del comercio pero temen que sea el comienzo del fin del sistema. Pero cada tanto produce un movimiento de control, como la devaluación de la moneda, el wones, en 2009, que destruyó la acumulación privada.
Los nacidos a finales del siglo XX no tienen memoria de las calles norcoreanas sin estos puntos de venta -algunos son construcciones que se ven desde Google Maps-: se los llama "la generación Jangmadang", como señaló Daily NK.
Según Park In Ho, presidente de la publicación de Seúl, esta descentralización silvestre los expuso desde una edad muy temprana a una experiencia "con fines de lucro, independiente, consumista, materialista e individualista". Muchos de la generación Jangmadang se dedicaron al contrabando y a la venta de los objetos que codiciaban los espectadores de novelas clandestinas surcoreanas.
También cambió la vida de las mujeres. Hoy constituyen la mayoría de las comerciantes.
"El puestero típico del jangmadang es una ajumma (una mujer casada de edad mediana)", escribieron los autores de North Korea Confidential. Eso se debe a que, por considerarlas propiedad de sus familias y de sus esposos, las casadas están exentas del servicio en unidades de trabajo. Como únicas dueñas de tiempo, comenzaron a comprar y vender. Los trabajadores ganan USD 2 por mes; las comerciantes, USD 15.
El resto de los puesteros son empleados del Estado que, por caso, toman una licencia médica de meses y se dedican a vender arroz (USD 0,63 por kilo), chocolate (USD 0,38 por barra) y hasta Coca-Cola (USD 0,75 por lata) en otro lugar del país.
Hacia 2008 se consideraba que 7 de cada 10 hogares urbanos generaban ingresos por artesanías, comercio o servicios. Ese año el mercado negro tuvo éxitos que sueñan extraños en otros países, como las baterías de autos: como la electricidad se corta entre las 20 y las 21, y entre las 12 y las 2, la gente carga esas baterías durante el día y las usa a la noche para mirar televisión.
Aunque se venden pisos vinílicos y motocicletas, los bienes principales de las transacciones son básicos: "Las latas de cerveza china, como Tsngtao o Harbin, cuestan 4.000 wones (USD 0,50); los potes de noodles instantáneos salen 7.000 wones (USD 0,88) y una lata de café instantáneo de China se lleva unos 10.000 wones (USD 1,25)", según Tudor y Pearson.
Mucho viene del contrabando por la frontera china; otros bienes se pasan desde Rusia, como los cigarrillos que cuestan entre USD 0,25 y USD 2,50 según la marca. Y otros salen de las fábricas del Estado, donde una persona gana 2.000 wones por mes pero tiene a su disposición productos y materias primas que se venden a muchas veces su salario.
"La gente que instala puestos en el jangmadang debe pagar un impuesto a los cuadros del Partido para poder mantener sus lugares, lo cual hace del Estado un cómplice en la creación de condiciones para el mercado libre", explicaron los periodistas británicos. Aunque fuera de Pyongyang los emprendimientos son ilegales, se puede pagar por obtener la condición de empresa propiedad del Estado.
Según un estudio del Carnegie Center en Moscú, la razón es simple: "No se puede evaluar exactamente el tamaño del sector privado en Corea del Norte, pero se estima que actualmente representa entre el 30% y el 50% del producto bruto interno".
Tampoco se conoce mucho sobre la opinión pública en el país, pero según la primera encuesta privada realizada en el territorio, una pequeña muestra —36 personas— de todo el país que consultó el Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS), la población valora el mercado negro y se molesta por la interferencia de Pyongyang, ya que el SDP no alcanza.
Las excentricidades del estilo de vida en la tierra de Kim hacen que participar en el mercado negro sea ilegal, pero no hacerlo será sospechoso. "Las familias de ingresos medios y altos de las que no se conoce participación en negocios están en riesgo de que las investigue el Estado", expusieron Tudor y Pearson. "Se presume que tiene una fuente de ingresos menos tolerable, como remesas de parientes que desertaron a Corea del Sur". Algunos, en consecuencia, fingen que comercian.
Hasta la revista Forbes se ha ocupado del papel creciente del mercado en la economía norcoreana. Destacó como "un cambio notable" la inauguración del Shopping Center de Kwangbok, "una tienda que toma de modelo los centros comerciales occidentales". La gran novedad del espacio es que "los productos se pueden tomar de los estantes y se llevan a una caja, en lugar de estar escondidos detrás de un escritorio con seguridad".