Los principales países árabes patearon el tablero geopolítico regional el lunes pasado. Tras varios meses de tensión, Arabia Saudita, Bahréin, Egipto, Yemen, Emiratos Árabes Unidos, Maldivas, Mauritania y el gobierno del este de Libia decidieron romper relaciones diplomáticas con Qatar. Echaron al embajador, cerraron las rutas marítimas y aéreas, y algunas de sus aerolíneas, como Etihad Airways, anunciaron la suspensión de los vuelos al emirato. La causa de la ruptura es el sostenido apoyo financiero del régimen de Tamim bin Hamad al-Thani a diferentes organizaciones y líderes terroristas.
Este conflicto volvió a poner en evidencia un fenómeno que no deja de sorprender a los expertos en política internacional: las dos caras de Qatar. Por un lado, desde su independencia del Reino Unido, en 1971, la dinastía Al-Thani buscó convertirlo en el país más moderno de la región. Por otro, siempre buscó tejer vínculos económicos y políticos con grupos islamistas cuyo principal propósito es la destrucción de Occidente.
La duplicidad se ve en que es uno de los principales aliados en el Golfo Pérsico de Estados Unidos, que tiene en su territorio su mayor base militar en todo Medio Oriente. Hasta colabora en la lucha contra ISIS. Pero luego financia a organizaciones afines. También participaba de la coalición militar que interviene en el conflicto interno de Yemen en contra de la rebelión de los hutíes. Sin embargo, Arabia Saudita, que lidera la iniciativa, lo expulsó al encontrar evidencias de que Doha apoyaba clandestinamente a los rebeldes.
El Qatar moderno
Qatar es una monarquía absoluta que está en manos de los Al-Thani desde el siglo XIX, incluso antes de la llegada de los británicos. Sus reservas gasíferas y petroleras, impactantes para una superficie de sólo 11 mil kilómetros cuadrados y una población de 2.7 millones de habitantes, le permiten tener el PBI per cápita más alto del mundo, 141 mil dólares.
Pero no sólo es un país rico. También tiene características propias de uno moderno y desarrollado. Por ejemplo, es el más globalizado de todo el mundo árabe y ocupa el puesto 29 en el índice que elabora el Instituto KOF. Su aerolínea, Qatar Airways, es considerada la segunda mejor del planeta de acuerdo al ranking de Skytrax, y ocupó el primer puesto en tres de los cinco años anteriores.
Doha, su capital, tiene una infraestructura envidiable para la mayoría de las ciudades europeas. Desde hace algunos años despliega un exitoso plan para captar al turismo internacional, que se coronará en 2022, cuando se convierta en el primer país árabe (el tercero de todo el continente asiático) en organizar la Copa Mundial de Fútbol.
La doble faz qatarí tiene un emblema, la cadena de noticias Al Jazeera, que lanzó en 1996. Ejemplo de su ambición modernizadora, desarrolla coberturas que, desde un punto de vista técnico, están a la altura de los mejores canales del mundo. Tiene oficinas en 80 países y transmite en vivo en diferentes idiomas, lo que le permitió convertirse muy rápidamente en el medio más influyente de Medio Oriente. No obstante, en muchas ocasiones utilizó ese poder para promover el discurso de líderes extremistas, empezando por Osama Bin Laden, que siempre elegía a la cadena para difundir sus comunicados.
"Qatar busca desde hace tiempo abrazar tanto a Occidente como a actores no estatales violentos que actúan en Medio Oriente. El objetivo es transformar su riqueza en capacidad de influencia, mediando en conflictos e incluso engrasando las ruedas de esas disputas aportando recursos a los diferentes bandos en disputa", explicó a Infobae David Weinberg, experto en los países del Golfo Pérsico de la Fundación para la Defensa de las Democracias, think tank especializado en seguridad y relaciones internacionales con sede en Washington D.C.
El lado oscuro del emirato
Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos, Egipto y Bahréin publicaron este jueves la lista negra de Qatar. Son 59 personas y 12 organizaciones vinculadas a actividades terroristas que son respaldas por el gobierno. "Están conectados con Qatar y responden a una agenda sospechosa que pone en evidencia la dualidad de sus políticas", indicaron en un comunicado conjunto.
"El gobierno qatarí le ha prestado su apoyo a Hamas, a los Hermanos Musulmanes, a Al Qaeda en la Península Arábiga (AQAP en inglés), a los Talibanes y al Frente al Nusra, a través de préstamos monetarios, pagos de rescate y envío de suministros. Además, da asilo a por lo menos 12 individuos buscados internacionalmente, incluyendo a agentes talibanes, a financistas de Al Qaeda y a Yusuf al-Qaradawi, ideólogo de los Hermanos Musulmanes. A pesar de que han sido públicamente sancionados por Estados Unidos o por la ONU, y de que tienen órdenes de arresto de Interpol, pueden vivir en Qatar libremente, y en algunos casos, lujosamente", dijo a Infobae David Ibsen, director ejecutivo del Proyecto Anti Extremismo (Counter Extremism Project), una ONG que se dedica a investigar a organizaciones extremistas de todo el mundo.
El grupo más explícitamente vinculado con Qatar y con su familia gobernante es la Sociedad de los Hermanos Musulmanes. Esta organización nacida en Egipto en 1928, que busca imponer un régimen político basado en la ley islámica, tiene presencia en diferentes países de la región. En muchos momentos ha acudido a la violencia y al terrorismo como herramientas para llegar al poder, pero en otros ha seguido canales institucionales, como cuando impulsó en 2012 la llegada de Mohamed Morsi a la presidencia de Egipto. Qatar fue uno de sus principales apoyos, lo que tensó mucho la relación con El Cairo después del golpe de Estado que lo derrocó en julio de 2013.
Así se entiende la presencia en el emirato de Al-Qaradawi, que es uno de los principales referentes de la Hermandad. Este teólogo es perseguido por alentar abiertamente la realización de atentados suicidas contra objetivos estadounidenses e israelíes. "Ha estado cerca de los gobernantes qataríes por décadas —dijo Weinberg—. Por eso lo besaron y le dieron una posición preeminente, sentado al lado del emir el lunes a la noche luego de que los vecinos rompieran relaciones con Doha".
Otro caso resonante es el de Khalifa Muhammad Turki al-Subaiy, un muy importante financista y facilitador de las operaciones de Al Qaeda. Hay evidencias de que transfirió cientos de miles de dólares a líderes de la organización en el Sudeste Asiático, incluyendo a Khalid Sheikh Mohammed, uno de los cerebros del atentado contra las Torres Gemelas.
¿Por qué ahora?
"Es probable que el conflicto haya emergido ahora por diferentes razones. El apoyo de Qatar a la Hermandad molesta a los Emiratos Árabes y a los gobernantes Sauditas desde hace tiempo. Pero recientemente distintas fuentes consultadas por el Financial Times señalaron que pagó millones de dólares por supuestos rescates al gobierno iraní y a sus milicias en Irak. Además, el ministro de Exteriores qatarí fue acusado de reunirse en Bagdad algunas semanas atrás con Qassem Soleimani, maestro del terror de las Fuerzas Quds, de la Guardia Revolucionaria de Irán", dijo Weinberg.
A este combo hay que sumarle el factor Donald Trump. Su reciente visita a Riad convenció a Arabia Saudita de que tenía el apoyo para aumentar su influencia regional. Y eso implica disminuir la de Qatar. Por otro lado, la llegada del republicano a la Casa Blanca significó una profunda transformación de la política exterior estadounidense.
"Qatar se había convertido en un importante aliado occidental promoviendo cambios de régimen durante la Primavera Árabe, con mucha libertad de acción. Como Estados Unidos y Arabia Saudita están revisando su estrategia, Qatar está siendo señalado porque se lo ve como un país demasiado independiente, y porque se está resistiendo al realineamiento contra Irán impulsado por Trump", contó a Infobae Philippe Le Billon, profesor del Instituto Liu de Asuntos Globales en la Universidad de Columbia Británica, Canadá.
Uno de los interrogantes que se devolverán en los próximos meses es hasta dónde puede llegar este nuevo escenario de tensión en Medio Oriente. Le Billon no cree que vaya a escalar mucho más. "El margen de maniobra de Qatar es muy limitado en muchas aspectos, sobre todo por su posición geográfica y por su limitado espacio aéreo. Segundo, Qatar parece ser un país pragmático, que busca cuidar sus propios intereses más que perseguir alguna causa ideológica. Tercero, una escalada requeriría del apoyo iraní, algo que Doha trataría de evitar por considerarlo muy peligroso".
De todos modos, para otros analistas, la única forma de que disminuya la tensión es que Qatar abandone definitivamente su política de apoyo al extremismo. De lo contrario, las crisis podría agravarse. "Este es un conflicto que se viene cocinando a fuego lento desde hace varios años. La comunidad global y los vecinos de Qatar se cansaron de su comportamiento. La decisión de cortar vínculos diplomáticos y comerciales es el comienzo, no el final de la disputa. Dependerá de Qatar ofrecer una respuesta que esté a la medida de la gravedad de este asunto. Expulsar a un líder de Hamas que tenía autorización para vivir libremente en Doha desde 2012 no es una respuesta seria", concluyó Ibsen.
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