El reconocido periódico con base en la ciudad de Nueva York ha publicado una investigación especial en su suplemento Science Times con el fin de generar conciencia sobre una práctica cada vez más difundida en el Sudeste Asiático, donde granjas de animales son utilizadas para criar en cautiverio especies en peligro en extinción con el objetivo de luego comercializarlas en el mercado negro.
Conservacionistas han venido denunciando el uso de zoológicos como fachada de operaciones ilegales que básicamente funcionan como mataderos de animales como tigres, osos y serpientes; convertidos en engranajes que alimentan una creciente red de comercio ilegal de vida silvestre y que sacrifican animales para obtener jugosos beneficios a cambio de su carne, huesos y órganos.
El periódico asegura que operaciones de este tipo tienen lugar en Tailandia, Laos y China, donde incontables animales –en su mayoría, de especies en peligro de desaparecer– son retenidos en granjas disfrazadas de zoológicos luego de ser capturados de manera ilegal en su hábitat natural.
La investigación liderada por Rachel Nuwer deja en evidencia una práctica donde los animales son presentados como nacidos y criados en cautiverio a pesar de haber sido removidos de su entorno natural –en la mayoría de los casos, ya siendo adultos– para luego criarlos con otros en cautiverio y venderlos de manera ilegal en el mercado negro.
Según reportes del New York Times, la industria del contrabando de especies en peligro de extinción representa un mercado enormemente lucrativo, sólo superado por el tráfico de drogas, de armas y de personas.
Con base en la ciudad china de Hong Kong, el Kings Romans Group construyó en Laos un complejo donde operan un casino, hoteles, un campo de tiro, un ring para peleas de gallos y hasta un estadio donde se pueden presenciar corridas de toros al más puro estilo ibérico.
Allí mismo opera uno de los cuestionados zoos que funcionan como pantalla de una operación ilegal de cría de animales en extinción, pero sin lugar a dudas, una de las mayores atracciones de la zona son los restaurantes donde se sirven "exquisiteces" tales como patas de oso, pangolín o manis, un mamífero que presenta grandes escamas, que habita las zonas tropicales de Asia y África y se encuentra actualmente en peligro de extinción.
La especialidad de la casa es la carne de tigre salteada maridada con vino de tigre, un mejunje a base de granos elaborado con el pene, huesos o directamente el esqueleto completo del felino y reposado durante meses en líquido para lograr la codiciada y exótica bebida alcohólica.
En las cercanías al restaurante del complejo de Laos operan joyerías donde se exhiben piezas hechas con dientes y garras de tigre, además de otras artesanías elaboradas con cuernos de rinoceronte, piel de elefante y marfil, todas con precios inalcanzables para la mayoría.
El área de 12 millas cuadradas ubicada al noroeste de la provincia de Bokeo, en Laos, al otro lado del río Mekong en Tailandia, ha sido catalogada por el gobierno como la Zona Económica Especial del Triángulo Dorado, pero distintos conservacionistas consultados por el periódico a cargo de la investigación han denunciado que, en realidad, se trata de un lugar donde "todo se permite".
Hoy día un total de aproximadamente 700 tigres viven enjaulados en distintas granjas de Laos, mientras que miles más se cree que están en cautiverio alrededor del Sudeste Asiático. Por su parte China alberga unos 200 centros criaderos de osos, donde entre 5.000 y 6.000 especímenes viven en condiciones precarias.
A pesar de las denuncias hechas a nivel internacional y local y del supuesto compromiso del gobierno de Laos para terminar con las granjas ilegales, pocas medidas concretas han sido tomadas para terminar con el comercio ilegal de especies en extinción. Los altos niveles de corrupción y el evidente involucramiento de oficiales del gobierno en el tráfico de vida silvestre han convertido a Laos en el epicentro mundial del tráfico ilegal de especies protegidas.
El New York Times asegura que la presión internacional de los conservacionistas es fundamental para convencer a los gobiernos de países del Sudeste Asiático de ordenar que se cierren definitivamente las granjas de tigres, osos y otras especies, pero alertan sobre la enorme contradicción que representa la presencia de unos 5.000 tigres en hogares, zoos y hasta paradas de camiones en suelo estadounidense.
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