"Existe la posibilidad de que podamos terminar teniendo un gran, gran conflicto con Corea del Norte. Absolutamente", dijo Donald Trump durante una entrevista con la agencia Reuters, 24 horas antes de cumplir 100 días como presidente de Estados Unidos.
La advertencia se enmarca en una escalada de amenazas y acciones cruzadas entre Pyongyang y Washington. El disparador fueron las continuas pruebas balísticas que desde hace varios meses viene realizando el régimen de Kim Jong-un. Muchas son fallidas, porque los proyectiles explotan antes de despegar o terminan estrellándose en el agua. Pero generan mucha preocupación en Corea del Sur, el vecino con el que mantiene un conflicto que se remonta a la Guerra de Corea, que comenzó en 1950 y que se encuentra en suspenso desde 1953, cuando se acordó un armisticio.
Estados Unidos, aliado histórico Seúl, respondió a fines de abril, enviando al portaaviones USS Carl Vinson a la península de Corea. Norcorea lo tomó como una máxima provocación y amenazó con destruirlo. China, que históricamente fue el principal sostén internacional del país comunista, se está alejando cada vez más y le advirtió en estos días que está cerca de cruzar "un punto de no retorno".
"Las tensiones suelen crecer en primavera (en el hemisferio norte), cuando Corea del Sur y Estados Unidos realizan sus ejercicios conjuntos anuales, que son una oportunidad de enviar una señal de la fortaleza de la alianza, y de robustecer su postura disuasiva. Para Washington y para Seúl los ejercicios son defensivos, pero Norcorea siempre protesta, prueba algunos misiles y emite declaraciones incendiarias sobre represalias en caso de que Estados Unidos ataque. Pyongyang ve las operaciones como una potencial puesta en escena para un cambio de régimen", explicó Terence Roehrig, director del Grupo de Estudios sobre Asia-Pacífico del Colegio Naval de Guerra de Estados Unidos, consultado por Infobae.
Si bien es cierto que a esta altura del año suele subir la temperatura en la península, los analistas coinciden en que la tensión es ahora mucho mayor que en el pasado. La principal razón que asoma por detrás es la apreciación generalizada de que el régimen ya no está tan lejos de alcanzar su mayor anhelo: tener un arsenal nuclear de alcance intercontinental. Son muchos los objetivos de mediano y largo plazo para los que necesitaría ese poder de fuego.
Los planes de Kim
"La principal meta de Kim es la supervivencia de su régimen, y cree que las armas nucleares son centrales para conseguirlo —apuntó Roehrig—. La lección que le dejaron Libia e Irak es que sus líderes todavía seguirían allí si las hubieran tenido. A esta altura, es muy poco probable que alguna vez esté dispuesto a renunciar a tener este armamento. Pero Estados Unidos, Corea del Sur, China, Japón y la mayor parte de la comunidad internacional están absolutamente en contra".
Es en el marco de esa búsqueda que se entienden los constantes lanzamientos de misiles que realizan los norcoreanos. No van a parar hasta alcanzar ese poderío militar. Pero Estados Unidos y sus aliados están dispuestos a hacer todo lo posible por evitarlo.
"El régimen de Pyongyang quiere usar las pruebas misilísticas para sentar a Estados Unidos a la mesa de negociación. El objetivo último de Kim es terminar con el armisticio firmado con el sur en 1953, sellar un tratado de paz con Washington y acabar con las sanciones en la ONU. Pero Norcorea no tiene la capacidad ni la voluntad real de ir a la guerra, al menos mientras Estados Unidos no lance ataques preventivos", contó a Infobae Jongseok Woo, profesor de la Escuela de Estudios Globales Interdisciplinarios, en la Universidad del Sur de Florida.
Andrew Scobell, cientista político de la Corporación RAND, un think tank estadounidense vinculado a las Fuerzas Armadas, comparte esa visión. "Lo último que quiere Kim es entrar en guerra con Estados Unidos", dijo en diálogo con Infobae. "En cualquier tipo de guerra perdería Norcorea, y Kim lo sabe. Su principal preocupación es fortalecer su poder y su legitimidad a nivel doméstico. Los ensayos balísticos y las detonaciones atómicas son una demostración de poder ante audiencias internas claves, como el Ejército del Pueblo Norcoreano. También quiere que Washington y Seúl se sienten a negociar, porque cree que puede obtener beneficios materiales a cambio de actuar de manera más razonable y moderada. En algún sentido, las fanfarronadas, las amenazas y las provocaciones son un llamado de atención y una forma de chantaje".
Además de legitimarse internamente y de fortalecer su posición para un eventual diálogo con sus rivales, el régimen persigue un tercer objetivo. Norcorea es un país económicamente quebrado y no puede sostener por mucho tiempo más esta carrera armamentística. Por eso necesita alcanzar un poderío que luego le permita descansar y concentrar sus recursos en asuntos más urgentes.
"Una de las razones por las que Kim Jong-il (padre y antecesor del actual líder supremo) quería obtener un arsenal nuclear era cortar los gastos en defensa y priorizar el desarrollo económico —dijo Woo—. La economía norcoreana no está en condiciones de sostener su actual fuerza militar y de modernizar sus sistemas armamentísticos".
Realidad y ficción del poderío norcoreano
Si uno se guía por el discurso oficial del régimen, Pyongyang es una súperpotencia militar en condiciones de destruir medio mundo. Sin embargo, hay muchos indicios de que eso está muy lejos de la realidad. Basta considerar que la gran mayoría de las pruebas misilísticas que realizó en los últimos años fueron penosamente fallidas.
Hay evidencias aún más burdas. Norcorea realizó a mediados de abril un espectacular desfile militar para celebrar el 105 aniversario del nacimiento de Kim Il-sung, abuelo del mandatario actual y fundador del país. Un video registrado por la BBC mostró que uno de los tantos misiles exhibidos tenía la punta torcida. ¿Era un improbable defecto de fabricación o una desprolijidad lógica en un proyectil de utilería? Varios analistas sostuvieron que se trataba de maquetas.
"A lo largo de los años Kim ha realizado muchas amenazas, incluso la de aniquilar ciudades estadounidenses con armas nucleares, pero no son creíbles, porque no tiene la capacidad de llevarlas a cabo. No obstante, Norcorea tiene Fuerzas Armadas grandes, que son un riesgo serio. El Ejército del Pueblo tiene 1.1 millones de personas, es el cuarto más grande del mundo. Aún más preocupantes son los miles de cohetes de largo alcance que pueden llegar hasta Seúl", sostuvo Roehrig.
Según datos de la Corporación RAND, tiene unos 700 misiles balísticos de corto y mediano alcance que podrían atacar distintos puntos de Corea del Sur y de Japón. Ese arsenal podría equiparse con ojivas convencionales o químicas, lo que habla de un poderío inferior al que proclama la propaganda oficial, pero sin dudas apreciable.
"Si Norcorea fuera a la guerra podría causar muchas muertes y destrucción en los primeros días de conflicto —continuó Roehrig—, pero no estaría en condiciones de sostener las operaciones por mucho tiempo y terminaría perdiendo. Como los líderes son conscientes de eso, Kim no empezaría nunca una guerra, a menos que piense que su régimen está en riesgo. De todos modos, no está preparado para amenazar directamente a Estados Unidos ni podrá hasta que no consiga desarrollar un misil balístico intercontinental y pueda ponerle una ojiva nuclear. Si bien hay cierto debate sobre si consiguió superar ese desafío, yo no creo que lo haya logrado. Pero seguirá intentándolo".
El factor Trump
El cambio de gobierno en Estados Unidos es un elemento a sumar a la ecuación para entender el aumento de la tensión en estos meses. Lo dejaron en claro los bombardeos sobre Siria y Afganistán: Donald Trump está mucho más decidido que Barack Obama a ejecutar acciones militares. Por eso Kim se siente más amenazado que nunca.
"Trump ha modificado fundamentalmente el abordaje de Estados Unidos, tratando de presionar más a China y a Norcorea. Está esperando que funcionen las sanciones chinas y la diplomacia, pero de un modo mucho más amenazante que Obama", dijo a Infobae Stephan Haggard, director del programa Corea-Pacífico de la Escuela de Política y Estrategia Global, en la Universidad de California, San Diego.
En su apuro por obtener resultados en política exterior, el presidente estadounidense está poniendo en riesgo su relación con Seúl. "El gran error que está cometiendo es puentear a Corea del Sur, que es uno de los aliados más cercanos y confiables de Estados Unidos en la región. Dañar esa amistad debilitará la influencia de Washington sobre la península de Corea y sobre el este de Asia", señaló Woo.
Trump está en una encrucijada de poder muy difícil de resolver. Por más presión que ejerza, cuesta pensar que pueda desactivar o conseguir un cambio profundo en el histórico conflicto que atraviesa la región. "Puede que empuje a Norcorea lo suficientemente fuerte como para que decida negociar, pero no creo que Pyongyang vaya a renunciar a tener armamento atómico. Las relaciones con China parecen haber mejorado últimamente, ya que Xi Jinping está de acuerdo en la desnuclearización de Norcorea, en realidad de toda la península. Pero China tampoco va a renunciar a su influencia sobre Norcorea", concluyó Woo.
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