En la cultura japonesa contemporánea los tatuajes se asocian principalmente a dos cosas: la yakuza y el mal gusto. Las escuelas públicas y las playas, algunos restaurantes y karaokes, algunos gimnasios y hasta tiendas son espacios no aptos para personas con esa forma de arte corporal.
Antes de que el rechazo local choque con los Juegos Olímpicos de Verano de 2020, en Tokio, a los que asistirá una enorme cantidad de personas con tatuajes, incluidos los atletas, en Osaka, Taiki Masuda lo pondrá a prueba ante la Justicia: "Es una violación de la libertad de expresión", dijo a The Washington Post el tatuador de 29 años que disputa una multa de USD 3.000.
Hace dos años, la Policía ingresó a su estudio e impuso la penalidad a todos los artistas porque no cumplían con una regulación según la cual para realizar tatuaje cosmético —como, por ejemplo, diseñar cejas permanentes— es necesario tener una matrícula médica. Todos pagaron sus multas, excepto Masuda. "Tatuar no es una acción médica, pero dicen que debería ser un médico si quiero hacerlo. No tiene sentido y no puedo aceptarlo", explicó a la periodista Anna Fifield.
Su abogado, Takeshi Mikami, lo describió como un caso sin precedentes. "La posición de la fiscalía, según la cual el tatuaje debería ser realizado únicamente por médicos, es un exceso. Este caso va en contra del sentido común".
Masuda formó con otros tatuadores el grupo Salven el Tatuaje en Japón, que reclama licencias y regulación para su tarea, como en otros países. Pero el Ministerio de Salud no se ha mostrado receptivo: "Poner pigmento en la punta de una aguja e insertar la tinta en la piel es una acción médica", dijo al diario estadounidense el funcionario Yoshiyuki Kanno. "Se puede causar daño y existen peligros como sangrado o infecciones".
Es curioso que esto suceda en un país con una larga tradición de tatuajes, como los dragones que se dibujaban en el cuerpo los luchadores en el siglo XVIII. Pero cien años después, cuando Japón comenzó a abrirse al mundo, las autoridades los prohibieron por considerar que los extranjeros podrían considerarlos una señal de atraso social.
Aunque luego de la ocupación estadounidense se los rehabilitó, nunca perdieron el estigma. Y en la década de 1970, durante el boom de películas sobre la yakuza, no se veía un mafioso de ficción que no llevara uno enorme. "Tatuajes = yakuza = mal", sintetizó Kiyoshi Shimizu, otro miembro director de Salven el tatuaje.
"Los artistas tatuadores comunes se toleraban generalmente hasta hace dos años, cuando la policía de Osaka decidió que las normas sobre tatuaje cosmético les permitía alcance sobre el negocio más amplio del arte corporal", escribió Fifield. "Comenzaron redadas de alto perfil contra artistas tatuadores".
Los empleados de la alcaldía tienen prohibido tatuarse. Si tenían un tatuaje antes de comenzar a trabajar, no pueden mostrarlo al público, y desde el momento en que ingresan no pueden agregarse otros. Ichiro Matsui, gobernador de la prefectura de Osaka, reconoció que esa aversión es un problema para el turismo: "Nos gustaría que más extranjeros vinieran y disfrutaran de Japón, pero aquí tenemos costumbres diferentes". La ciudad aspira a ser sede de la Exposición Mundial 2025.
Si bien las imágenes publicitarias de Justin Bieber o Neymar Jr. muestran sus tatuajes, las de Namie Amuro no lo hacen: la cantante japonesa no los muestra.
Inclusive el abogado de Masuda, Mikami, tenía una imagen negativa de las personas como su cliente: "No conocía a nadie que tuviera un tatuaje antes de este caso, pero me cambió la imagen que tenía de los aficionados al tatuaje y de los artistas tatuadores", dijo a The Washington Post. "Los tatuajes han existido en Japón durante mucho tiempo, y espero que la sociedad pueda ser más tolerante y abierta".
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