El papa Francisco tendrá que hacer malabares diplomáticos y religiosos en su visita a Egipto este fin de semana, donde espera consolar a la comunidad cristiana tras una serie de ataques islamistas, al mismo tiempo que buscará mejorar las relaciones con los líderes musulmanes locales.
La seguridad se ha reforzado y, en el barrio acomodado donde se alojará Francisco, el viernes por la noche se ordenó el cierre de las tiendas y la policía hacía comprobaciones casa por casa. La única misa pública se celebrará en un estadio militar.
Francisco no está especialmente preocupado y no utilizará un vehículo blindado, como hicieron sus predecesores en cuando hacían visitas al extranjero, indicó el vocero del Vaticano Greg Burke. El Papa insistió en seguir adelante con el viaje incluso después de dos ataques gemelos contra una iglesia el pasado Domingo de Ramos, en los que murieron 45 personas, y del posterior ataque al conocido monasterio de Santa Catalina en el Sinaí.
"Estamos en el mundo de la 'nueva normalidad'", dijo Burke. "Pero seguimos adelante con serenidad".
La pieza central del viaje de dos días será la visita el viernes a Al Azhar, la venerada sede de aprendizaje del islam sunita, con 1.000 años de historia. Allí se reunirá en privado con el gran imán jeque Ahmed al Tayeb y participará en una conferencia internacional de paz.
Francisco ha insistido en que el diálogo entre cristianos y musulmanes es la única manera de superar el extremismo islámico que ha inspirado ataques a cristianos y llevado a muchos miembros de esta minoría a abandonar comunidades establecidas hace 2.000 años en Irak, Siria y otros lugares de Medio Oriente. Aunque el Pontífice condenó los ataques extremistas contra cristianos, dijo viajar a Egipto como un mensajero de paz en un momento en el que el mundo está "desgarrado por la violencia ciega".
Sin embargo, este mensaje de diálogo y tolerancia ha sido rechazado como ingenuo por algunos de sus colegas jesuitas, para los que el islam sigue siendo "una religión de la espada" que no se ha modernizado. Incluso algunos cristianos egipcios de a pie ven su visita como un gesto bonito, pero consideran que no cambiará su realidad.
La visita marca, en cualquier caso, un hito diplomático para Roma. Al Azhar cortó las relaciones con el Vaticano en 2011, cuando el papa Benedicto XVI exigió a Egipto que protegiera más a su minoría cristiana, tras un ataque a una iglesia en Nochevieja que dejó más de 20 muertos.
Francisco ha pasado gran parte de sus cuatro años de pontificado intentando reparar esos lazos y el año pasado recibió a El Tayeb en el Vaticano.
La visita del Papa también ayudará al presidente de Egipto, Abdelfatah al Sisi, a asentar su imagen de estatista global que combate la militancia religiosa y defiende el diálogo entre religiones.
Al Sisi fue recibido hace poco en la Casa Blanca, y el viaje de Francisco remata el tiempo y esfuerzo que ha dedicado a salir del aislamiento internacional en el que cayó tras derrocar en 2013 al presidente islamista Mohammed Mursi, el primer presidente de Egipto elegido en comicios libres.
Los cristianos coptos egipcios, que suponen en torno al 10% de los 92 millones de habitantes del país, han sido firmes defensores de Al Sisi incluso después de los últimos ataques y en medio de crecientes críticas internacionales por violaciones contra los derechos humanos cometidas por el gobierno.
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Nicole Winfield para Associated Press