Tras conocerse las primeras estimaciones que ubican a la candidata de extrema derecha, Marine Le Pen, en el ballotage del próximo 7 de mayo, los seguidores de la candidata por el Frente Nacional celebraron el anuncio desde el búnker.
De esta manera, los resultados coinciden con los sondeos publicados en los últimos días que garantizaban la presencia de Le Pen en la segunda vuelta.
Dos horas antes del cierre se calculaba una participación del 69,42% del electorado, una cifra ligeramente inferior a los mismos comicios en 2012, mientras que se proyecta que un 80% de los franceses habilitados para votar se acerquen a las urnas.
Marine se ha incorporado a la política bajo la mirada de su padre, Jean Marie Le Pen, fundador en los comienzos de la década del 70 del ultraderechista Frente Nacional (FN).
El pasado del ex presidente del partido, marcado por las denuncias de torturas durante su paso como teniente en Argelia, su discurso xenófobo, racista y antisemita, ha operado como una sombra sobre la formación política, muchas veces percibida más como una caricatura fascista que como un partido con verdaderas chances de llegar al Elíseo.
Sin embargo, el éxito electoral acumulado por Marine Le Pen desde que tomó las riendas en 2011 —escándalo familiar mediante— ha superado en varios puntos al logrado por su padre. Primero, consiguiendo el tercer lugar en las presidenciales de 2012; más tarde, triunfando en las elecciones regionales de 2015; y finalmente, desde hace pocos meses, convirtiéndose en una de las favoritas indiscutidas de la primera ronda de los comicios presidenciales del 23 de abril.
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