Más de 170.000 personas podrían ser incluidas en la lista de extremistas en Rusia. No pertenecen al Estado Islámico ni a grupos separatistas armados contra Moscú. Se identifican como cristianos y creen que la Biblia debe ser interpretada de manera literal. Son testigos de Jehová.
Durante los años de la Unión Soviética el servicio de inteligencia KGB los observaba como descontentos políticos y espías en potencia. Ahora tienen a la Iglesia Ortodoxa Rusa y al presidente Vladimir Putin en contra: los ven como un desafío a los valores tradicionales que representan. El Ministerio de Justicia incluyó la sede de la denominación, ubicada cerca de San Petersburgo, en una lista de organismos prohibidos "en conexión con la realización de actividades extremistas".
Según informó The New York Times, "el extremismo, definido por una ley aprobada en 2002 pero enmendada y ampliada varias veces desde entonces, se ha convertido en un cargo multifunción que se puede utilizar contra casi cualquiera, como se lo ha hecho con algunos de los participantes en las recientes protestas anticorrupción en Moscú y muchas otras ciudades".
El autor del artículo, Andrew Higgins, puso el ejemplo de un testigo de Jehová, Andrei Sivak, quien fue al banco y se enteró de que su nombre figuraba en el sistema "junto con los de miembros de Al Qaeda, el Estado Islámico y otros grupos militantes responsables de actos de violencia escandalosos".
La razón por la cual se podría prohibir al culto es paradójica: "el supuesto extremismo parece derivar principalmente de la oposición absoluta a la violencia, una postura que enfureció a las autoridades soviéticas y ahora a las rusas", detalló el periódico estadounidense. El grupo se opone al servicio militar, no vota y evita las celebraciones patrióticas, como los eventos por la anexión de Crimea en marzo de 2014.
"No participan en política, pero eso en sí es visto como una desviación política sospechosa", dijo Geraldine Fagan, autora de "Believing in Russia – Religious Policy After Communism" (La fe en Rusia: política religiosa tras el comunismo). "La idea de una actividad religiosa independiente y pública, que esté fuera del control —y también es indiferente— del estado, hace que suenen toda clase de alarmas en la Iglesia Ortodoxa y los servicios de seguridad", dijo.
Los problemas de Sivak comenzaron cuando un agente del Servicio Federal de Seguridad ruso (FSB, heredero de la KGB) envió oficiales que se hicieron pasar por fieles y filmaron un servicio religioso en 2010.
Como diácono, Sivak fue acusado —junto con el otro oficiante, Vyacheslav Stepanov— de "incitar el odio y despreciar la dignidad humana de los ciudadanos". A partir de esos cargos, el fiscal se concentró en la falta de patriotismo de los religiosos: "Su desdén por el estado erosiona cualquier sentido de afiliación cívica y promueve la destrucción de la seguridad nacional y estatal".
Aunque fueron sobreseídos, Sivak se encontró en la lista de terroristas. "Él y Stepanov ahora enfrentan cargos de extremismo y tienen que comparecer ante un tribunal regional este mes", agregó The New York Times. Paralelamente, el Ministerio de Justicia hizo una revisión de los documentos del centro administrativo de los testigos de Jehová y dictaminó que violaban la ley rusa: "En consecuencia, debía ser 'eliminado' junto con casi 400 ramas locales registradas del grupo".
El culto, que surgió en los Estados Unidos en el siglo XIX, tiene unos 100 años en el país. Un fiel dijo a Higgins que en los años soviéticos su familia había sido deportada a Siberia. Ahora teme que el mismo destino alcance a sus hijos o sus nietos.
"En Rusia, como en muchos países, el proselitismo puerta a puerta de los testigos de Jehová suele causar irritación, y sus idiosincrasias teológicas perturban a muchos cristianos tradicionales. El grupo también ha sido muy criticado por decir que la Biblia prohíbe las transfusiones de sangre. Pero nunca ha promovido la resistencia política violenta, o siquiera pacífica", destacó el artículo.
Alexander Verkhovsky, director del Centro de Información y Análisis que estudia el extremismo en Rusia, dijo al periodista: "No puedo imaginar que nadie realmente crea que son una amenaza. Pero se los ve como un buen objetivo. Son pacifistas, así que no se pueden radicalizar, se les haga lo que se les haga. Se los puede usar para enviar un mensaje".
La ley que se les aplica, aprobada luego de la segunda guerra de Rusia en Chechenia, se proclamó como un paso en conjunto con la normativa internacional para la lucha contra el terrorismo. Pero en las enmiendas perdió la referencia a los actos violentos y se volvió más vaga: se puede aplicar a quien "incite al conflicto racial, nacional o religioso, y al odio social".
Según el investigador Roman Lunkin, del Instituto de Religión y Derecho de Moscú, en la persecución de los testigos de Jehová influye el hecho de que el liderazgo mundial de la religión se haya en los Estados Unidos. "Los controlan desde fuera de Rusia, y eso es muy sospechoso para nuestros servicios secretos", dijo. "No les gusta tener una organización que no controlan ni pueden controlar.
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