El pasado martes 7 de abril en la norteña provincia de Idlib, el mundo volvía a estremecerse con Siria. Pero esta vez como consecuencia de un ataque químico llevado adelante por el régimen que comanda desde el año 2000 Bashar Al-Assad. En el bombardeo, Damasco utilizó gas sarín provocando la muerte de 83 civiles, entre quienes se contabilizaron 25 niños.
Organizaciones de derechos humanos denunciaron la utilización de este tipo de explosivos e hicieron públicas las imágenes que recorrieron y conmovieron al planeta. Los afectados sufrieron desmayos, vómitos y echaban espuma por la boca. Mientras atendían a los sobrevivientes, el hospital local fue bombardeado.
Fotos de activistas mostraban a voluntarios de los Cascos Blancos, los socorristas sirios en zona rebelde, ayudar a los heridos rociándolos con agua y al menos dos hombres con espuma blanca alrededor de la boca.
La provincia de Idlib se encuentra controlada mayoritariamente por rebeldes y es bombardeada regularmente por aviones del ejército sirio y de Rusia. Familias enteras que dormían fallecieron en el ataque, que ocurrió poco antes de las 7 (hora local, 5 GMT), informó el presidente del Consejo Local, Osama Al Siada. También señaló que aviones de las fuerzas gubernamentales efectuaron cuatro bombardeos con proyectiles que contenían gas cloro y gas sarín en distintas áreas de la ciudad de Jan Shijún.
Un médico que se identificó con el pseudónimo doctor Shajul Islam por temor por su seguridad dijo que su hospital en la provincia de Idlib había recibido tres víctimas, todas con pupilas contraídas y que no respondían a la luz. La contracción de las pupilas, las dificultades respiratorias y la espuma en la boca son síntomas asociados habitualmente con la exposición a gas tóxico.
Hoy, y ante la pasividad de Rusia para poner fin al desmadre del gobierno de Al-Assad, Estados Unidos ejecutó una operacion desde dos destructores del Mediterráneo y bombardeó el arsenal químico del régimen.
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