Al cumplir once años, cuando sus compañeros de clase empezaron a superarlo en altura y corpulencia, el presidente de Rusia, Vladimir Putin, que siempre quiso ser un líder en todos los sentidos, se apuntó a clases de sambo, arte marcial inventado en Rusia y convertido en un deporte internacional.
"Cuando todos éramos iguales físicamente, tener personalidad era suficiente para imponer autoridad. Pero después, a partir de quinto grado, empezamos a crecer y algunos se hicieron más altos, más fuertes. Quedó claro que con carácter y maneras barriobajeras no bastaba", recordaba Putin los motivos que le llevaron a la lucha.
(Putin enseñando algunas técnicas de sambo)
Corría el año 1963 y su entrenador, uno de los mejores de la entonces Unión Soviética, no vio gran cosa en el futuro presidente ruso, pero más tarde, a la luz de sus logros primero en el deporte y luego en su vida profesional, tuvo que cambiar de opinión.
"Cuando llegó al equipo, en el plano deportivo no destacaba en nada. Pero con el paso del tiempo se empezaron a ver los primeros resultados. En combate era un leopardo que lucha hasta el final", dijo sobre Putin su primer maestro, Anatoli Rajlin.
Aunque no tardó mucho tiempo en decantarse por el judo, Putin nunca abandonó ese arte marcial ruso llamado por el acrónimo de Autodefensa sin Armas (SAMoborona Bez Oruzhiya, en ruso).
"El sambo es un deporte que como su propio nombre indica está destinado a la defensa de uno mismo, de los seres queridos y de las personas que no se pueden defender a sí mismas", dijo a Efe Vasili Shestakov, presidente de la Federación Internacional de Sambo (FIAS, en sus siglas en inglés).
Cerca de 300 luchadores de una treintena de países, entre ellos, España, compitieron este fin de semana en Moscú en la Copa del Mundo Memorial Anatoli Jarlámpiev, única competición internacional de sambo en formato de copa que además rinde homenaje al fundador de la disciplina.
Desde muy joven, Jarlampíev se dedicó a recopilar y sistematizar las mejores técnicas de los distintos tipos de artes marciales que se practicaban en el extenso territorio de la URSS, aunque esculpió su criatura sobre la base del judo japonés y le añadió elementos de las tradicionales luchas occidentales.
"En la base del sambo están varios tipos de lucha, en primer lugar, el judo, pero también artes marciales autóctonas que se practicaban en repúblicas soviéticas" como Azerbaiyán, Uzbekistán o Georgia, y también autonomías rusas como Bashkiria o Buriátiya, apuntó Shestakov.
El nuevo arte marcial, reconocido en la URSS como deporte en 1938, tomó enseguida dos caminos distintos: uno como modalidad de competición deportiva, con sus reglas bien establecidas; y otro como técnica de combate cuerpo a cuerpo en la que se instruye desde entonces a las fuerzas de élite rusas.
"En el sambo de combate se permiten golpes y llaves que no están aceptados en la variante deportiva. Los sambistas son instruidos en distintas técnicas según sus necesidades profesionales. En el sambo militar se enseña a atacar; en el policial se aprende a inmovilizar a los criminales, mientras que las fuerzas especiales desarrollan sus propias aptitudes", explicó Shestakov.
A punto de cumplir 80 años de existencia, el sambo ha logrado el reconocimiento internacional y se practica en más de 80 países de todo el mundo.
"Goza de una gran popularidad en muchas partes del mundo. En España se practica un buen sambo. Y en América Latina ha ganado adeptos gracias a Fiódor Yemeliánenko", que siendo sambista ha ganado cuatro campeonatos mundiales de artes marciales mixtas (MMA, en sus siglas en inglés), señaló el presidente de la FIAS.
El sambo ya ha conseguido entrar en los programas de los Juegos Europeos, que se estrenaron hace dos años en Bakú, y de los Juegos Mundiales Universitarios (Universidas), pero a juicio de los sambistas falta la guinda del pastel: que el arte marcial ruso se convierta al fin en deporte olímpico.
(Por Arturo Escarda, para EFE)
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