Jorge Olivera Castillo está de visita en Argentina. Esta es la segunda vez que sale de su país. La primera fue a los 19 años para cumplir su servicio militar en Angola, una guerra por la cual pasaron 300 mil cubanos en total. Progresivamente decepcionado por el régimen castrista, a partir de 1993 se convierte en uno de los animadores de una incipiente prensa independiente en Cuba. Una decisión que no será gratuita. En el año 2003 es arrestado junto con otros disidentes -75 en total- y condenado a 18 años de prisión por atentar contra la seguridad pública. Con sus escritos, aclaremos, ya que toda la actividad de Olivera Castillo era periodística.
En la cárcel –sólo cumplirá dos años de la brutal condena pero en condiciones durísimas– se convertirá en escritor. Ya ha publicado varios libros de poesía y cuentos: Antes que amanezca y otros relatos, Sobrevivir en la boca del lobo, Tatuajes en la memoria y En cuerpo y alma, entre otros.
Una vez liberado, Olivera Castillo se negó a dejar Cuba. Recientemente, el régimen lo autorizó a viajar a Estados Unidos, para un período de estudios en Harvard. Pero regresará a su país donde, dice, los cambios son muy lentos y se dan en lo económico antes que en lo político, esfera en la cual el castrismo sigue manteniendo un férreo control. Olivera Castillo también lamenta que, pese a los pocos avances en materia de democratización, la solidaridad internacional con la disidencia cubana haya disminuido.
A continuación, su charla con Infobae.
— Esta es la segunda vez que usted sale de Cuba, ¿la primera fue…?
— La primera fue una salida que siempre voy a recordar porque tenía 19 años y fui como soldado a una guerra en Angola, a 9 mil kilómetros de Cuba, donde me vi en peligro de muerte en muchas ocasiones. Afortunadamente pude sobrevivir y regresar a los 26 meses.
— ¿Cuál era el interés cubano que se defendía en esa guerra?
— Esa guerra era parte de la Guerra Fría. Fue una guerra combinada entre Cuba y la Unión Soviética, que se enfrentaba con Estados Unidos en un conflicto traspolado a otro continente. Era una guerra contra las fuerzas internas del apartheid, del gobierno de Sudáfrica, a la vez apoyadas por los Estados Unidos. Fue una guerra muy prolongada; pasaron por allá unos 300 mil cubanos. Contribuyó en parte a la liberación de Namibia y también a la caída del apartheid. Pero creo que fue una derrota desde el punto de vista geopolítico porque Angola es actualmente capitalista, un país muy corrupto, tiene de Cuba solo apoyo diplomático y político en los foros de las Naciones Unidas.
Desde que nacemos nos bombardean con una gran cantidad de información sobre la singularidad del socialismo en Cuba
— ¿Usted fue siempre un crítico del régimen?
— Fue algo progresivo. Todo el mundo de mi generación creyó en los paradigmas de la Revolución Cubana. Desde que nacemos estamos bombardeados por una gran cantidad de información en torno a esta cuestión singular que es el socialismo en Cuba. Y de cierta manera uno llega a creer toda esta avalancha de información. Pero fue una paulatina toma de conciencia, sobre todo después que regresé de Angola y comencé a trabajar como editor de la televisión cubana durante 10 años, entre 1983 y 1993. Era ya un disidente potencial pero tenía miedo de saltar la barrera, o sea, quitarme la máscara y declararme públicamente como un antagonista del autoritarismo que padecemos hace casi 6 décadas. Y entonces llegó un día de mediados de 1993, en que decido finalmente declararme opuesto al statu quo y ahí comienza una labor que cumple ya 24 años ininterrumpidos.
— ¿Una labor que consiste básicamente en escribir, no?
— Sí, fui uno de los fundadores del periodismo independiente, durante la eclosión de las pequeñas agencias de prensa en 1995. Posteriormente, en la cárcel, me convierto en escritor, tengo varios libros publicados en distintos países. Me vi compulsado a escribir por mi encierro en una celda de la prisión de Guantánamo, en solitario durante casi 9 meses, y después por la terrible convivencia con delincuentes comunes de alta peligrosidad.
En la parte cubana de Guantánamo también hay un gran centro carcelario
— ¿En qué momento fue preso usted?
— Soy un preso de los 75, de la ola represiva de 3 días de arrestos, 18, 19 y 20 de marzo de 2003. El 4 de abril fui condenado a 18 años de privación de libertad y estuve tras las rejas 21 meses. Las personas piensan que Guantánamo es sólo la cárcel de Estados Unidos en el territorio ocupado desde principios de siglo, pero en la parte cubana hay un gran centro carcelario, que albergaba a cerca de 4 mil reos cuando yo pasé por allá.
— ¿A qué se debió esa ola represiva del 2003?
— Hay dos tesis; primeramente, el Proyecto Varela, que impulsó Osvaldo Payá, del Movimiento Cristiano de Liberación, que reunió 10 mil firmas y, como lo autoriza la Constitución, trató de presentarlas y en cierta forma desafiar al régimen. También la prensa independiente había crecido y el gobierno estaba muy preocupado, sobre todo porque la presidencia de George W. Bush había recrudecido en parte el embargo y también la retórica confrontacional. Otra tesis fue que, como en aquel entonces había 5 espías cubanos presos en Estados Unidos -luego fueron liberados en el gobierno de Obama-, nosotros fuimos 75 presos. Quince por 5 da 75. Incluso arrestaron a más de 75 pero después redondearon, liberaron a algunos y quedaron 75. Puede haber sido una represalia.
— ¿Usted está completamente libre o en una suerte de libertad vigilada?
— Actualmente, somos 10 los que quedamos en Cuba del grupo de los 75; los que renunciamos al destierro. Estamos diría con la espada de Damocles en la cabeza porque no ha habido amnistía ni indulto; la sanción se mantiene vigente. Fuimos liberados a través de una licencia extra penal por motivos de salud. Y los 10 nos encontramos haciendo las mismas labores que hacíamos cuando fuimos arrestados, pero el gobierno nos ha tolerado de cierta manera. Yo sigo escribiendo, he sido amenazado en años anteriores con volver a prisión pero hasta el momento… En fin, todo el proceso está abierto y cualquier cosa puede pasar.
Cuba ha cambiado, pero la retórica represiva se ha mantenido
— ¿Ha cambiando algo en Cuba desde el acercamiento con Estados Unidos?
— Hay personas que dicen que no, pero sí ha cambiado porque, por mínimos e intrascendentes que sean los cambios, no es la Cuba de hace 20 años en la que yo no podría estar aquí sentado, conversando, ni viajar al exterior. Hay un trabajo por cuenta propia que son las migajas que ha dado el gobierno, que las personas pueden laborar con cierta independencia de la oficialidad, pero con muchas limitaciones. Cuba ha cambiado, pero la retórica represiva se ha mantenido. La cifra de presos políticos anda por el centenar. Y la retórica confrontacional, de descalificación de la oposición y de los líderes de la sociedad civil alternativa y hacia el gobierno norteamericano ha aumentado notablemente. Por eso yo no avizoro a corto y a mediano plazo que haya una solución.
El sucesor designado es Miguel Díaz-Canel, primer vicepresidente del Consejo de Estado
— El recambio de Raúl Castro que se avecina, ¿es algo que el régimen tiene bajo control?
— Está todo bajo control. Raúl Castro ha tenido tiempo de organizar una sucesión, sobre todo poner personas afines a él que responden enteramente a su filosofía y a su manera de gobernar. Y esto lo ha logrado con la complicidad o el apoyo de la comunidad internacional, al menos de los centros hegemónicos de poder. Puede haber cambios porque la economía hace mucho tiempo que está en números rojos; hubo un descenso notable del Producto Interno Bruto el año pasado, en una economía estancada desde la década del 90; están abocados a hacer cambios, hasta dónde, no lo sé. Pero ineludiblemente hay que resolver los graves problemas económicos y financieros. Avizoro, por lo menos en los próximos tres o cuatro años, que se abra un poco más el diapasón económico, no así el político. El sucesor designado de Raúl Castro es el señor Miguel Díaz-Canel. Es el primer vicepresidente del Consejo de Estado y de Ministros, nombrado a dedo, formado en la escuela del Partido Comunista. Una trayectoria al servicio del régimen actual. Raúl Castro se va a retirar en febrero del 2018 pero es muy probable que conserve la Secretaria General del Partido, un puesto de mucho poder que realmente decide las políticas dentro de Cuba.
— ¿Qué debería pasar para que haya un cambio? Porque la sociedad cubana parece muy quieta.
— El ser humano promedio piensa en términos de costo-beneficio y las personas consideran que hay que pagar un muy alto precio por algo que no es seguro, que es la derrota del régimen de partido único. Entonces la gente prefiere escapar de Cuba o insertarse en los mecanismos del mercado negro y no buscarse problemas políticos. De ahí viene la parálisis y la apatía de la población. Ha sido muy difícil, sobre todo con la disminución del apoyo internacional. Me gusta pensar en política con los pies sobre la tierra, por eso no veo muchas posibilidades de cambios raigales, profundos, dentro de la sociedad cubana, hasta tanto no haya un recambio generacional, sobre todo que desaparezcan del espectro político figuras emblemáticas como los comandantes de la Revolución y sobre todo Raúl Castro.
Una economía estancada desde la década del 90 no puede sustentar ni una educación de calidad ni un servicio médico de calidad
— El cubano de a pie, ¿tiene acceso a información, sabe lo que pasa?
— Se ha creado una matriz de opinión realmente paradigmática que no es tal. Se ha creado una ilusión de que los servicios de salud pública y de educación cubanos pueden competir con los países del primer mundo. Pero esto no es más que una falacia, sobre todo internacional, porque nadie dentro de Cuba se cree mucho eso. Padecemos directamente la disminución ostensible de la calidad de estos servicios. Una economía estancada desde la década del 90 no puede sustentar ni una educación de calidad ni un servicio médico de calidad. Hace mucho tiempo que apenas hay crecimiento. Y no confío en las estadísticas oficiales más bien creo que hay un decrecimiento. Y sin la economía no se pueden sustentar servicios, sobre todo de salud, que son tan caros.
— ¿Qué planes tiene usted para el futuro?
— Bueno, soy uno de los veteranos de la prensa independiente en Cuba y ahora incursiono más en la cuestión literaria y artística. Estoy con una beca en la Universidad de Harvard en estos momentos pero pienso regresar a Cuba, y continuar la lucha, abogando por que se respeten los derechos fundamentales y que todos los cubanos, independientemente de cómo piensen, puedan ejercer sus derechos. No voy a cejar, aunque sé que no es una lucha fácil, que queda largo trecho por recorrer aún, sobre todo porque hay una disminución de la solidaridad internacional tanto de gobiernos como de organizaciones. No obstante, creo que vale la pena, es una labor realmente meritoria, somos un grupo pequeño en relación a la población, pero hace falta mantener un foco para defender códigos morales y éticos. Hay un daño antropológico serio, han sido afectadas cuatro generaciones, con la mentira, la doble moral, las personas fingiendo, teniendo que robar para poder sobrevivir. Y, cuando se actúa así durante mucho tiempo, eso entraña un cambio psicológico y sociológico, un daño cultural, antropológico, muy serio, y va a costar mucho tiempo restaurar el tejido social.
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