Varios países se negaron a autorizar los actos propagandísticos de Erdogan. Holanda, que acoge cerca de 500.000 turcos, fue más lejos y no sólo impidió el aterrizaje del avión del ministro turco de Asuntos Exteriores, Mevlut Cavusoglu, que iba a participar en el mitin de Rotterdam, sino que también arrestó a la ministra de Familia turca, Fatma Sayan Kaya, y la deportó a Turquía vía Alemania. Erdogan llamó "fascistas" a los miembros del gobierno holandés, suspendió las relaciones diplomáticas con los Países Bajos —que aportan unos 22.000 millones de dólares en inversiones dentro del país euroasiático— y amenazó con aplicar la Ley de Talión.
Según la cadena alemana NTV, Cavusoglu había prometido al gobierno holandés no viajar a su país durante la campaña electoral para no provocar a los xenófobos. Tampoco se entiende que Angela Merkel desoyera la petición de Holanda de bloquear el viaje de Sayan Kaya desde Alemania al país de los tulipanes.
Berlín tomo una decisión salomónica para impedir que Erdogan adoptara una posición antialemana: "autorizó reuniones políticas en algunas ciudades y en otras no". El presidente turco los llamó "nazis", cruzando así la línea roja de la psicología alemana. La venganza de Merkel fue rápida: "Berlín permitió que 30.000 kurdos se manifestaran en Frankfurt contra Erdogan portando imágenes de su bestia negra, Abdullah Ojalan".
Der Spiegel criticó a los gobiernos occidentales "por ser incapaces de descifrar las claves del comportamiento de los políticos de Oriente Próximo" y recurrir a la excusa de "problemas de orden público" como pretexto, cuando en realidad los mueven otras razones: "arrebatar la bandera electoral antiinmigrantes musulmanes a la extrema derecha europea y hacer un gesto contra Erdogan, no contra Turquía", indicó el semanario alemán.
La agencia AFP publicó que "un triunfo de Erdogan en el referéndum causaría mayor tensión en Turquía (que está sufriendo una guerra fuera y otra dentro) y también afectaría la estabilidad de Europa, ya que un 28% de los 4 millones de personas de origen turco-kurdo que viven en Alemania podrán votar en el referéndum. De ellos, el 60% son votantes del partido derechista-islámico Justicia y Desarrollo (AKP) de Erdogan".
Para el diario Frankfurter Allgemeine, "la injerencia de Ankara en los asuntos internos europeos ha sido notable en 2016; Erdogan llegó a pedir a Merkel que procesara al comediante Jan Bohmermann por mofarse de él. La canciller accedió y si no fuera por la presión de los defensores de libertad de expresión, el humorista hubiera sido juzgado".
Varios eurodiputados piensan que Erdogan no tiene límites en sus embestidas y que es capaz de provocar enfrentamientos entre los "nuevos ciudadanos" dentro de Alemania, donde viven medio millón de alevíes (una corriente islámica no sunita) y cientos de miles de kurdos.
"Erdogan está incrementando la tensión con los europeos-cristianos". "Sabe que ganará el voto de los sectores turcos-islamistas, ya utilizó esta maniobra en las elecciones de 2015 y reanudó la guerra contra el PKK para conseguir el apoyo de los partidos antikurdos", declaró a Der Spiegel un político cercano a Merkel bajo condición de anonimato.
"Nadie como Erdogan ha sabido aprovechar la libertad de reunión y expresión en países europeos para promover la eliminación de las libertades civiles en Turquía. Él ha convertido el estado de excepción —que ha suspendido los derechos civiles y políticos—, tras el 'no tan fallido golpe de Estado de 2016', en el estado habitual en Turquía", publicó Der Spiegel.
Para el Frankfurter Allgemeine, "con el ruido generado, el mandatario turco prevé desviar la atención pública del informe de la ONU que lo acusa de graves violaciones de los derechos humanos en el conflicto kurdo, entre julio de 2015 y diciembre de 2016, en que su gobierno asesinó cerca de 3.000 kurdos y forzó a otros 500.000 a huir de sus hogares". Según la ONU, cientos fueron torturados, hubo desapariciones, violaciones y miles de personas fueron privadas del acceso a alimentos y cuidados médicos.
De acuerdo con NTV, consolidando la influencia turca sobre los asuntos internos europeos, Erdogan ha demostrado su momentáneo éxito. El "fiscalizador del útero de las mujeres turcas" ha pedido a los inmigrantes tener al menos cinco hijos. No importa que, al igual que en Turquía, millones de niños turcos queden en la pobreza más absoluta. La estrategia de Erdogan es clara y él disfruta llevando este tipo de situaciones al límite; luego tratará con cada país de forma individual y vera que rédito económico obtiene de la UE.
Para la cadena de noticias alemana, "desde su nuevo sueño otomano y en su especial cosmovisión política, Erdogan se ve como el nuevo y todopoderoso sultán del siglo XXI. La clase dirigente europea, de momento, se lo está permitiendo".
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