Al concluir el 2016, la Guerra en Siria había dejado unos 500.000 muertos, 6,6 millones de desplazados dentro del país y 4,8 millones de expulsados -refugiados en otros países-. Son grandes números para un país de apenas 23 millones de habitantes, cuya infraestructura se encuentra parcialmente destruida y su economía, devastada.
Esta semana se cumplen seis años del levantamiento popular que, en sintonía con la llamada Primavera Árabe en todo Medio Oriente, protestó contra el poder del dictador local, Bashar al Assad. El tiempo, sumado a la violenta represión del régimen y a la intervención de diversas potencias extranjeras con dinero y armas -lo que más tarde derivó en el surgimiento de ISIS-, convirtieron ese levantamiento en una guerra, que actualmente se encuentra en una encrucijada.
Pese a que acaba de culminar una ronda de negociaciones en Ginebra en la que los representantes del gobierno de Al Assad y de los rebeldes se sentaron por primera vez frente a frente, y rige en el país un alto al fuego parcial, lo cierto es que los pronósticos no son alentadores. Infobae consultó especialistas de distintas latitudes que, con opiniones diversas sobre el conflicto, coincidieron en una mirada pesimista sobre la posibilidad del fin de la guerra.
Assad sí, Assad no
"No veo el final del conflicto. Todavía hay muchas de las partes con acceso a dinero, armas y apoyo externo que sienten que podrían sacar más provecho si continúan estirándolo", explicó Diaa Hadid, corresponsal en Medio Oriente y colaboradora del New York Times.
Según la especialista, una de las mayores dificultades tiene que ver con la permanencia de Bashar al Assad en el poder. "Una abrumadora mayoría de los rebeldes sirios exigen su renuncia como requisito para una solución negociada, pero el gobierno se niega a dar un paso al costado porque considera que sería equivalente a una derrota en la guerra civil" en la que hoy posee una ventaja, sobre todo después de recuperar Alepo.
"Invirtamos la cuestión: Supongamos que Assad accediera a abandonar el poder, ¿quién ocuparía su lugar? ¿tendría ese líder mayor predisposición al diálogo?", se preguntó Hadid.
Desde Colombia, el analista Marcos Peckel también se refirió a los obstáculos para la paz. El Director de la comunidad judía de ese país, quién además es profesor en varias universidades y columnista de los diarios El Espectador y El País, puso el énfasis en la profunda fragmentación territorial, con ISIS aún dominando territorios, varias fracciones rebeldes distintas, la intervención de Rusia, Turquía, Irán, Estados Unidos…
"La realidad en el terreno demuestra un país fracturado, un presidente que asesinó a 500.000 de sus ciudadanos, Turquía con su agenda, Irán con su agenda, Hezbollah con su agenda, Rusia con su agenda y Occidente sin agenda. En el terreno además tenemos a los kurdos, que eran aliados de Occidente, pero son enemigos de Turquía, por lo tanto eso agrega otra complicación tanto para Turquía como para EEUU".
La fractura es tan profunda que hoy en día el gobierno de Al Assad controla parte de Damasco, lo que quedó de Alepo -una ciudad devastada-, y varias ciudades en ruinas más. "En Siria el Estado colapsó", explicó Peckel. "Al igual que en Libia o en Yemen, hay varias facciones controlando distintos territorios y ninguno con la fuerza suficiente para imponerse sobre los demás".
María Eugenia Gantus, profesora de la Universidad Autónoma de México especializada en Medio Oriente, responsabiliza por el empantanamiento actual a la pugna entre las fuerzas extranjeras. Según ella, aunque la oposición ya ha reconocido que no será capaz de derrotar al gobierno de Al Assad, la guerra continúa como consecuencia de los intereses de las potencias regionales e internacionales "que buscan fortalecer sus proyectos a costa de la integridad y la soberanía siria".
"Los bombardeos de la comunidad internacional han violado sistemáticamente la soberanía siria, y esto es realmente alarmante. Son acciones de corte neocolonial que se realizan desconociendo al gobierno sirio y que serían inimaginables en otros escenarios", explicó.
Fragmentación territorial, política, étnica, religiosa
Pero la guerra en Siria también puede ser leída en clave de la disputa religiosa que atraviesa en mayor medida todo Medio Oriente: sunitas versus chiítas.
Según Ezequiel Kopel, autor del libro La disputa por el control de Medio Oriente y periodista especializado en la región, eso es lo que explica, por ejemplo, que Irán hable de 'proteger' el santuario chiíta de Zayyidah Zeinab en Siria, utilizando la retórica de una persecución pasada y, a su vez, que grupos como ISIS o Al Nusra repitan la retórica sunita cuando mencionan a sus niños adoctrinados como 'los cachorros' del califato.
A eso se suma que Al Assad representa a la minoría alawita en Siria -ni sunita ni chiíta-, entre quienes es visto como un protector. Sin embargo, explica Kopel, en realidad se trata de una élite que, tras sufrir siglos de persecución, ha cometido todo tipo de atrocidades para mantenerse en el poder, y hoy es el verdadero sostén de Al Assad fronteras adentro.
"La carnicería desatada por el gobierno sirio, el juego de poder entre las denominadas 'sectas' del país, la intención de diversos grupos de avanzar hacia una agenda islámica fundamentalista, la intención de Irán de abrir un corredor desde Teherán hasta el Mediterráneo-para abastecer a sus aliados y aumentar su presencia en tierras árabes-, la interesada presencia de Turquía para evitar que se forme un estado kurdo vecino junto a un intento de limitar la influencia chiíta, la influencia de los países del Golfo que temen el avance de Irán, más los 'juegos' de las superpotencias; todo eso conforma un rompecabezas difícil de desarmar", resumió Kopel.
¿Ocaso de ISIS?
"ISIS es el síntoma, no la enfermedad", explicó María Eugenia Gantus, sobre otro de los actores fundamentales en la guerra siria.
El grupo yihadista viene de sufrir una serie de importantes golpes militares desde mediados de 2016, que lo han obligado a retroceder tanto en Siria como en Irak, en territorios donde habían proclamado su 'califato'.
"Mientras existan las causas que generaron el surgimiento del Estado Islámico, no importa el nombre que adopte, volverá a aparecer", aclaró Gantus, y en eso coincide con Hadid, quien analiza lo que ha sucedido con los sunitas en toda la región.
"Es difícil imaginar el final de ISIS sin que haya un cambio en cómo los sunitas perciben su destino, fundamentalmente en Irak. Allí, ISIS fue capaz de avanzar de forma decisiva gracias a las frustraciones y al enojo de los sunitas con respecto a un gobierno dominado por los chiítas", describió la corresponsal del New York Times.
Sobre el tema, Peckel observa que, sin desestimar los efectos de las derrotas militares, estamos muy lejos de asistir al ocaso del grupo, cuya fortaleza ubica en un plano diferente. "El asunto es que estamos ante una ideología de las circunstancias de Medio Oriente, las circunstancias de Estados colapsados, la circunstancias de sociedades postradas: en ese contexto la ideología de ISIS es muy atractiva".
Según él, se trata del motivo de fondo detrás del surgimiento primero de Al Qaeda en Irak, luego de ISIS, "y mañana quién sabe de qué". Si estos países no logran crear políticas o entes de gobierno inclusivos en los que las distintas facciones en disputa puedan reconocerse, "entonces estarán sembrando las semillas del próximo ISIS".
La Rusia de Putin y los Estados Unidos de Trump
A medida que pasaron los años, cada vez fue más complicado pensar en la guerra siria como una guerra civil de carácter local, para convertirse en un conflicto geopolítico a gran escala.
"Rusia busca ampliar su influencia en Medio Oriente y en el Sur de Asia ocupando un vacío dejado por Estados Unidos que, muchos observadores sostienen, no ha afirmado su presencia allí con suficiente agresividad", dijo Diaa Hadid sobre el tema.
El mantenimiento de Al Assad en el poder se ha convertido en uno de los objetivos prioritarios de Moscú, para evitar que Damasco y la región occidental del país caigan en manos de los yihadistas, una amenaza local para el presidente Vladimir Putin en la región del Cáucaso.
"El rol de Rusia en Siria la reposicionó como una potencia en el panorama global. En un contexto de colapso de la comunidad y de los organismos internacionales, Rusia logró erigirse como la potencia necesaria para mediar en el conflicto", explicó Peckel.
Para Kopel, la influencia en Medio Oriente actualmente puede traducirse en control sobre la venta de armas, el precio del petróleo y la presencia naval en el Mediterraneo.
Esto último porque no se trata únicamente de su rol como mediador. Rusia posee en Siria la base naval de Tartus, que es desde donde ejerce su poder militar y naval sobre el Mediterráneo y Europa en un contexto de tensión creciente con las fuerzas de la OTAN y sus aliados.
Por el lado de la Casa Blanca, la situación aún es incierta desde que el presidente Donald Trump no ha dado directivas explícitas sobre su política para la región, excepto un envío esta semana de 400 marines y rangers estadounidenses para combatir a ISIS.
"Si nos basamos en lo dicho hasta ahora, la intervención estadounidense estará enfocada en más ataques sobre objetivos de ISIS, quizás deje de respaldar a los rebeldes moderados, y posiblemente trate de estar más presente para frenar las apetencias rusas en la región", especuló Hadid en base a la escasa información disponible, y agregó: "Por ahora, es un misterio".