El papa Francisco admitió que en el Vaticano "hay corrupción", pero que él vive "en paz", al contestar a algunas preguntas de los superiores de las órdenes y congregaciones de religiosos, cuya transcripción publicará la revista Civiltà Católica en su próximo número.
Consultado sobre cómo mantiene la serenidad ante los problemas que enfrenta la Iglesia, el líder católico respondió con humor que no toma tranquilizantes. Luego, en tono más serio, reveló que fue consultado durante una Congregación General de los jesuitas sobre los retos y posibles reformas de la iglesia. "Hay corrupción en el Vaticano, pero estoy en paz", indicó, según publicó este jueves un adelanto del Corriere della Sera.
Luego, agregó que cuando hay un problema, escribe una carta a San José y la pone bajo una estatua que tiene en su habitación, en la que el padre de Jesús es representado durmiendo. "¡Ahora duerme bajo un colchón de notas! Esta paz es un regalo del Señor. Espero que no me la quite", agregó.
Sin embargo, también resaltó la importancia de "nunca lavarse las manos de los problemas". Así, apuntó que "en la Iglesia hay muchos Poncios Pilatos que se lavan las manos para estar tranquilos, y un superior que se lava las manos no es padre y no ayuda".
Respecto a los abusos sexuales por parte de religiosos, Francisco dijo que "al parecer dos de cada cuatro abusadores han sufrido abusos y esto es devastador". Luego, apuntó: "En el caso de que estén implicados curas o religiosos está claro que está presente el diablo, que destroza la obra de Jesús a través de quien la tendría que anunciar".
Sobre la pederastia, Francisco dijo que hay que tener claro que "es una enfermedad" y pidió "atención al recibir a candidatos a la formación religiosa sin verificar su adecuada madurez afectiva".
"Por ejemplo, nunca recibir en la vida religiosa o en una diócesis candidatos que han sido rechazados en otra sin pedir información detallada sobre por qué fueron alejados", añadió.
El Papa habló también del uso del cilicio, instrumento de penitencia que causa dolor o incomodidad, y no rechazó su uso. "Cuando entré en el noviciado de los jesuitas, me dieron el cilicio. Esta bien el cilicio, pero atención: no tiene que ayudarme a demostrar que soy bueno y fuerte. La verdadera ascesis (práctica para conseguir la perfección moral) tiene que hacerme más libre", dijo.
Según indicó Bergoglio, no le importan las críticas, ya que "hace bien que le critiquen a uno", y las acepta y responde siempre que sean constructivas. También, admitió que las preguntas más difíciles no las hacen los religiosos sino los jóvenes, que logran ponerle en aprietos en algunas ocasiones.
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