Tenía 15 años cuando los nazis la descubrieron en su escondite en Ámsterdam, Holanda. En mayo de 1944, Eva Geiringer Schloss fue trasladada junto a su familia a Auschwitz-Birkenau, el campo de exterminio más temido.
Durante los tres interminables días que duró el viaje en el tren abarrotado en el que los llevaban, su hermano Heinz se abrió como nunca antes lo había hecho. Y entre varios secretos, le contó que había pintado mucho los meses previos a la captura, y que sus cuadros habían quedado escondidos en el ático en el que se ocultaban.
Fue la última conversación que tuvo con él. Ni bien llegaron a destino, los dos hombres fueron separados de las dos mujeres. Se dieron un fuerte abrazo y nunca volvieron a verse. Él y su padre murieron poco tiempo después. Pero ella y su madre, Elfriede, lograron sobrevivir.
El calvario de la familia Geiringer había comenzado en 1938, cuando tuvieron que escapar de Austria ante la entrada de los nazis. Su padre consiguió trabajo en Ámsterdam y se mudaron. La vida les dio entonces una pequeña tregua antes de que el horror se instalara definitivamente.
Allí conoció a Anna Frank, que también había recalado en la ciudad huyendo del nazismo. Se hicieron muy amigas. "Era mucho más madura que yo", contó Eva en una entrevista con The Guardian. Las dos familias estuvieron escondidas juntas por un tiempo cuando las tropas de Hitler entraron en Holanda.
Eva y Elfriede consiguieron unos papeles falsos que les permitían andar por la calle. Pero Heinz y su padre no podían salir del ático en el que se escondían. En ese tiempo de encierro, el joven desarrolló un gusto por el arte. Empezó a escribir poesía y a pintar. En sus cuadros se veía todo lo que no podía tener: paisajes bucólicos soleados, una pareja jugando al tenis, botes navegando el mar.
Cuando su escondite dejó de ser seguro, se vieron forzados a mudarse. Una enfermera holandesa les ofreció refugio. Al día siguiente los detuvo la Gestapo. La mujer era una colaboracionista que entregó a más de 200 judíos.
De eso se enteraría al regresar a la ciudad junto a su madre, una vez que terminó la guerra. Otto Frank, padre de Anna, que había muerto en Auschwitz al igual que el resto de su familia, comenzó a frecuentarlas. En 1952 se casó con Elfriede y se convirtió en su padrastro.
En uno de sus tantos encuentros, el hombre les contó acerca del diario oculto de su hija que acababa de encontrar. Entonces Eva recordó las pinturas de su hermano. Con muchas dudas fue hasta el viejo ático y las encontró. Fue como volver a sentir a Heinz junto a ella una vez más.
Este 27 de enero muchas de sus obras serán exhibidas en el Museo Judío de Londres. Eva, que hoy tiene 87 años, dará una charla contando su historia y la de su hermano artista.
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