Buena parte de la elite empresaria de los EEUU cree tocar el cielo con las manos por las promesas presidenciales de protección, pero todos sus sueños corren el riesgo de ser destruidos por el nacionalismo económico.
Vale la pena repasar cuáles son esas promesas presidenciales que hacen soñar a la elite:
-drástica reducción de impuestos para las empresas y las personas;
-máxima eliminación de regulaciones estatales;
-escasa tributación para la repatriación de capitales mantenidos afuera para no pagar el 35 por ciento de gravámenes;
-plan decenal de infraestructura por un billón de dólares a ser financiado por inversores privados;
-disminución de las prestaciones sociales
-poco o nulo apoyo a los sindicatos y el aumento por ley del salario mínimo
Es como un sueño maravilloso donde todo es luz y no hay sombras, pero éstas sí existen y son muy vigorosas, muy densas, muy extensas: las genera un escenario dominado por un marcado nacionalismo económico de base conceptual estrecha, de tipo cerrado, sólo interesado en el mercado interno.
La potencia transformadora del capitalismo fue reconocida por Marx y Engels. Y por Deng Xiaoping
Hay una profunda contradicción entre este tipo de nacionalismo y el funcionamiento de una economía de mercado de competencia, no monopólica o prebendaria. Es esta economía la que hizo grande, fuerte, prospero y libre a USA, convirtiéndolo en el lugar en que miles de millones de personas elegirían vivir, estudiar y trabajar
La potencia transformadora del capitalismo fue plenamente reconocida por Carlos Marx y Federico Engels como redactores del Manifiesto Comunista y, nada menos, que por el genial arquitecto de las Cuatro Grandes Modernizaciones de China, Deng Xiaoping, que en 1978 lanzó su célebre frase que iba a cambiar las relaciones de poder y la economía mundial: "No me importa el color del gato sino que sepa cazar ratones". El gato rojo, el colectivismo estalinista, no sabía cazar ratones, mientras que el capitalismo que vendría a ser el gato azul si sabia cazar ratones, o sea era capaz de crear riqueza para las naciones y las sociedades
El nacionalismo económico defensivo revela inseguridad y temor; algo sorprendente en el país con las empresas más potentes y creativas del mundo
El nacionalismo económico, en esencia, rechaza el contacto con el mundo exterior al que ve no como un escenario de oportunidades, sino como una fuente de peligros, de amenazas laborales, de pérdida de la soberanía, de riesgos de todo tipo. Su lema central es el mismo de Colbert en el siglo XVII, el ministro de Finanzas de Luis XIV: una nación se hace próspera cuando exporta más que lo que importa.
En esta fórmula, el peso de las restricciones a las importaciones es mucho más fuerte que el peso del fomento de las exportaciones, siendo esta idea el corazón mismo del nacionalismo económico o también del viejo mercantilismo. Para concretar esta idea el Estado tiene que controlar el comercio exterior de bienes y servicios, así como las decisiones de inversión de las empresas, que deberán esperar a que el gobierno les diga dónde pueden y donde no pueden invertir, pasando a segundo plano la eficiencia, el costo, la racionalidad económica, todo aquello que hace a la esencia de una economía de mercado de competencia, que es la raíz conceptual profunda de las economías vitales, dinámicas y creadoras.
El nacionalismo económico de tipo cerrado basado en una postura defensiva y no de proyección al mundo exterior vía la competitividad de las exportaciones buscará terminar o debilitar con todos los acuerdos de libre comercio de carácter multilateral, para negociar convenios bilaterales de Estado a Estado, fórmula muy primitiva, en la que la burocracia es la que dicta las reglas del juego. En el auge del bilateralismo es donde el nacionalismo económico de Estados Unidos impondría su inmenso peso negociador, buscando el superávit comercial con cada país a través de la máxima restricción de las importaciones.
Las guerras comerciales llevan a las financieras, de inversiones y económicas, preparando el terreno para el estallido de conflictos militares
Si Washington aplica impuestos a las importaciones, nadie debe tener duda de que habría represalias de inmediato, como ya China lo hizo saber a través de diversas fuentes y publicaciones oficiales. Esta nación tiene un enorme y sistemático superávit comercial con Estados Unidos y, por ende, sería el foco principal de la aplicación de medidas de represalia. El presidente de China, Xi Jinping, no vacilaría en tomar las medidas más enérgicas contra las importaciones de productos estadounidenses, sin excluir decisiones tan extremas como la de expropiar las cuantiosas inversiones empresarias que existen en dicho país. Las guerras comerciales llevan a las guerras financieras, de inversiones y económicas en su más amplio sentido, preparando el terreno para el estallido de conflictos militares.
Es sorprendente que la elite empresaria que integra el gobierno y, por convocatoria de Donald Trump, forma parte del Foro Estratégico y de Políticas (Strategic and Policy Forum), en el que participan 192 figuras representativas de ese sector, parezca no tener en claro que el nacionalismo económico cerrado no sólo es contrario a la globalización de los mercados, sino que cercena las bases filosóficas de un capitalismo pujante, dinámico, creativo, innovador. El gobierno podrá ser todo lo favorable que se quiera al mundo empresario para que éste genere empleos, pero el proteccionismo comercial en gran escala con su connotación de guerra económica entre las grandes potencias, tiene el poder de destruir todo lo positivo que se haga en el ámbito interno. El dirigismo estatal irá invadiendo uno tras otro la esfera de un mercado de competencia, y Estados Unidos pasaría a ser una economía estatizante.
El mercantilismo del siglo XVII no puede ser la fuente de inspiración para la sola superpotencia del siglo XXI
El mercantilismo del siglo XVII no puede ser la fuente de inspiración para la sola superpotencia del siglo XXI, porque el problema no es que Estados Unidos tiene muchas importaciones sino que tiene pocas exportaciones en proporción al tamaño de su economía, y esto se debe a que invierte mucho menos de lo que debería. El nacionalismo económico defensivo revela inseguridad, temor y falta de confianza en el poder creador del país, lo que resulta sorprendente dado que la estadounidense es por lejos la economía con las empresas más potentes y creativas de todo el mundo.
Estados Unidos debe reconquistar el puesto del mayor exportador mundial de mercancías, pero no entablando represalias comerciales que terminan siempre por empobrecer incluso a naciones tan ricas como ésta, fomentado la inflación, la ineficiencia, el estancamiento innovador y cercenando las posibilidades de las nuevas generaciones, sin por ello mejorar las condiciones de vida de la sociedad en su conjunto.
La vía elegida por Trump para lograr ‘América First’ es conceptualmente errónea
¿Tomará conciencia la elite empresaria de lo que está en juego, o está jugando con fuego? Su responsabilidad histórica es inmensa en aconsejar al presidente Trump que la vía elegida para lograr "America First" es conceptualmente errónea, frustrando así las mejores ideas que pueda tener. Es irónico que Xi Jinping va a defender en Davos la globalización de los mercados, mientras que el mismo día de su inauguración como presidente Donald Trump va a levantar la bandera de un nacionalismo cerrado.
China comunista proglobalizadora y Estados Unidos capitalista anti-globalizador: es algo tan fenomenal que no dejará de asombrar al mundo entero, porque una de las grandes consecuencias será que el mercado mundial quedará abierto de par en par a la formidable capacidad exportadora de China, dejando a Estados Unidos en un puesto marginal.