Entre mayo de 1938 y agosto de 1939, una oculta organización nazi financió una expedición al Himalaya para encontrar al Yeti, el abominable hombre de las nieves.
Fue liderada por el profesor Ernst Schaefer, que reportaba directamente a al jefe de las SS, Heinrich Himmler, un creyente en extrañas teorías que había creado el más secreto instituto de investigaciones pseudocientíficas alemán, el Ahnenerbe. Su objetivo principal era demostrar que la raza aria había dominado el mundo en el pasado y el nazismo venía a restituir ese dominio.
Rápidamente, el Ahnenerbe derivó al estudio de la vida extraterreste, fenómenos paranormales y el ocultismo, temas que le apasionaban a Himmler.
La expedición al Tíbet fue clasificada como absolutamente secreta y el ministro de Propaganda, Joseph Goebbels, sólo informó que se trataba de una misión "de naturaleza política y militar cuyos detalles no podían ser revelados".
Reinhold Messner, un reconocido investigador y montañista, asegura que Schaefer fue enviado por los jerarcas nazis a encontrar al Yeti, porque sería "el eslabón perdido" que certificaría la superioridad de la raza aria.
En su libro My quest for the Yeti: Confronting the Himalayas' Deepest Mistery (Mi búsqueda del Yeti: Confrontando el mayor misterio de los Himalayas), Messner explica que por aquellos años estaba de moda "la teoría de la cosmogonía glacial, que postulaba que toda la energía cósmica provenía del choque entre el hielo y el fuego".
"Himmler estaba convencido de que ésa era la prueba del origen divino de la raza aria y por eso había pedido que la búsqueda del Yeti en el Tíbet se mantuviese secreta".
Lo cierto es que el verdadero propósito de aquella misión nunca se supo. Otros historiadores, como Kenneth Hire, rechazan esta versión porque sostienen que se trata de una campaña para transformar al diábolico Himmler en un mero creyente en cosas sin sentido.
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