Luego del ataque al mercado navideño en su territorio, la revista alemana Der Spiegel publicó un informe referente al estado de cosas en Europa. De acuerdo con el semanario de Hamburgo, los problemas continuarán hasta que no se resuelva la grieta emergente del conflicto entre Irán y Arabia Saudita. Según la nota, desde los inicios del Reino de Arabia Saudita, las relaciones bilaterales de Riad con Teherán han transitado desde acercamientos e intentos de cooperación a la franca desconfianza, especialmente a partir de la Revolución islámica iraní de 1979.
El secretario de Estado norteamericano, John Kerry, también se referió a las tensiones entre iraníes y sauditas en declaraciones a The New York Times, a principios de diciembre. Kerry declaró que "desde el nacimiento de la República Islámica de Irán, la relación ha sido de rivalidad regional y una serie de factores más recientes acentúan los aspectos más beligerantes de esta". Entre esos factores, "el efecto dominó de la Primavera Árabe, la reconciliación entre EEUU e Irán, las actuales masacres en Siria, la guerra civil en Yemen y la fluctuación de los precios del petróleo".
El año 2016 comenzó con la profundización del conflicto entre Arabia Saudita e Irán, que amenaza con volverse incontrolable y derramar sus consecuencias en Occidente a través de los grupos terroristas que Riad y Teherán patrocinan. El 2 de enero, Arabia Saudita anunció la ejecución de 47 reos; uno de ellos era el clérigo chiita Nimr al Nimr, detenido en 2012, condenado por sedición y ejecutado.
Después de la muerte de Nimr, el portavoz del Ministerio de Exteriores iraní, Hossein Khaberi, declaró oficialmente: "El jeque Nimr fue asesinado por su defensa de objetivos políticos y religiosos, lo cual demostró la imprudencia e irresponsabilidad de Arabia Saudita". Esas declaraciones de Teherán provocaron la reacción de Riad: el Ministerio de Exteriores convocó al embajador iraní en el Reino y le transmitió una protesta oficial y el rechazo a lo que Riad consideró una agresiva injerencia en los asuntos internos sauditas.
Al mismo tiempo, en Teherán un grupo de manifestantes se congregó ante la embajada saudita y asaltó el edificio, al que incendiaron. Los países del golfo Pérsico condenaron la pasividad de la seguridad iraní en la protección de la embajada y el 4 de enero Arabia Saudita cortó lazos diplomáticos con Irán.
Según el analista ruso para asuntos islámicos Leonid Bershidsky, "a pesar de las muchas razones para mantener la crisis bajo control, como la del resultado incierto de esta a la luz del actual equilibrio de fuerzas y del apoyo estratégico de cada parte, es vital evitar una confrontación directa entre Teherán y Riad, pues una escalada irracional puede acabar desencadenando un conflicto militar directo a gran escala entre ambos.
"Sin embargo, de producirse, Turquía no lo vería con malos ojos, dada su aspiración de liderazgo en el mundo islámico. Allí es donde se puede entender el incidente del embajador ruso Andrei Karlov, asesinado en Ankara por un islamista radical. Según sostiene el experto ruso, la venganza contra Moscú que manifiesta ese crimen tiene mayores implicancias que la muerte del diplomático ruso en sí misma, pues lo que pretende es romper las relaciones de Rusia con Irán y Riad en el marco de la guerra civil siria".
Bershidsky sostiene que Arabia Saudita e Irán ya están inmersos en conflictos militares indirectos en toda la región; desde el Líbano a Yemen, la lucha por el poder y la influencia es clara en un momento en que Oriente Medio parece estar derrumbándose.
"La región vive una profunda y radical transformación", indica el experto ruso. Tales cambios están produciendo más caos que estabilidad, más violencia que pacificación, más sectarismo que integración y más miedo que confianza. A causa de ello, la guerra fría entre Arabia Saudita e Irán seguirá debido a una serie de factores puramente geopolíticos. Según el experto ruso, aun si se mantiene dentro de límites razonables en términos de confrontación, el conflicto continuará.
La división más visible entre Arabia Saudita e Irán es de tipo religioso y se debe a una grieta milenaria entre dos credos islámicos contrarios: el sunita y el chiita. Esa lucha está enraizada en una irresuelta disputa sobre quién es el legítimo heredero de Mohamed.
Para el especialista ruso: "Tras la Revolución islámica de 1979, Irán, liderado por el clérigo chiita Jomeini, se transformó en una república islámica basada en principios chiitas". Además, la visión revolucionaria de Jomeini situó a Teherán como base de inspiración y movilización de otras comunidades chiitas más allá de las fronteras iraníes. Como respuesta, Arabia Saudita, donde el 90% de la población es sunita, defendió la interpretación puritana del islam sunita conocida como wahabismo y se erigió en guardián de los lugares sagrados". Tras la llamada de líderes iraníes a la eliminación de la familia real saudita, Riad aceleró la propagación global del wahabismo como la verdadera interpretación del islam. "El problema saudita apareció cuando muchos grupos a los que apoya y financia se radicalizaron y escaparon de su órbita de influencia".
Bershidsky indica que durante años, aunque ignorada por Occidente, la división religiosa fue un factor determinante en la relación entre los dos países, pese a que en los últimos dos o tres lustros la fractura entre sunitas y chiitas se agudizó, volviéndose abiertamente violenta. De hecho, no hay un solo conflicto abierto en Oriente Medio que no incluya un aspecto de esta división religiosa. Y considerando las operaciones y ataques terroristas de los últimos dos años en países occidentales, Europa no quedó fuera de esa disputa, por lo que muy posiblemente, después de la caída –inminente– del califato que ISIS pretendió consolidar, el nuevo escenario de violencia desenfrenada de grupos terroristas de ambas ramas islámicas tendrá como epicentro de sus acciones el continente europeo.
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