Aprendieron a disparar con kalashnikov, a poner bombas y asistieron –y en algunos casos incluso participaron–en actos extremos de violencia. Por eso los niños endoctrinados por el grupo yihadista Estado Islámico (EI) plantearán a su regreso a Europa un intrincado problema de seguridad.
En momentos en que ISIS pierde terreno bajo la presión de una coalición internacional, el retorno de los yihadistas de Irak y Siria debe ser la "principal preocupación" en materia de seguridad en los "próximos cinco, diez años", advertía a principios de noviembre el primer ministro francés, Manuel Valls.
"Hay personas que toman contacto con las embajadas para poder volver, esencialmente mujeres y niños", dice a la AFP el procurador federal de Bélgica, Frédéric Van Leeuw, que insiste en la necesidad de dispositivos adecuados para el retorno de menores "educados en la violencia".
Los servicios antiterroristas temen que estos niños -reclutados por la fuerza o con el consentimiento de sus padres yihadistas- se conviertan en "verdaderas bombas de tiempo", según palabras del fiscal francés François Molins.
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"Desde hace varios meses el EI acentúa sus esfuerzos en favor del reclutamiento de niños combatientes, al publicar en internet videos en los que se escenifica a muy jóvenes soldados que combaten", afirma el servicio de inteligencia francés, en una reciente nota.
Al exhibir a sus "cachorros del califato" el grupo yihadista quiere mostrar su capacidad para "acoger y formar, tanto religiosa como militarmente, a la progenitura" de sus miembros y además "enviar un mensaje a los países occidentales" para demostrar su "perennidad".
Emblema de esta propaganda fue el vídeo de julio de 2015, en el teatro de Palmira, donde 25 preadolescentes ejecutan a prisioneros.
De los centenares de niños educados en los campos de entrenamiento, se conoce a un hermano pequeño de uno de los coordinadores de los atentados del 13 de noviembre de 2015 en París. Otro menor, de 12 años, sobrino de un yihadista que asesinó a siete personas en el sudoeste de Francia en 2012, no demuestra la menor emoción en un video en el que aparece ejecutando a un rehén.
'Éramos Dáesh'
"En clase de matemáticas, aprendían a sumar balas o cohetes", relata Salem Abdel Mohsen, padre de familia iraquí de la localidad de Jaraf, al sur de Mosul, recientemente reconquistada al Estado Islámico.
"Los campos de entrenamiento de Dáesh (acrónimo árabe del grupo EI) son maquinarias para destruir niños, hasta que olvidan de dónde vienen" y "se sienten cercanos a los verdugos, dispuestos a combatir por ellos de por vida y hasta la muerte", afirma el sacerdote católico francés Patrick Desbois, que recogió testimonios de niños yazidíes reclutados a la fuerza por el EI.
En su libro "La fábrica de los terroristas", describe la violenta rutina de Jotiar, Schvan y Diar, de nueve, 14 y 15 años.
"Deben levantarse muy temprano, se les enseña el Corán y luego son entrenados a recibir golpes y por especializaciones (kalashnikov, francotirador, instalación de bombas, kamikaze)", relata a la AFP. Los pequeños combatientes "tienen todos un cinturón de explosivos adaptado a su talla, un kalashnikov y granadas".
"Nos sentíamos bien, sentíamos que éramos Dáesh", le explicó Diar.
Los servicios de información estiman en unos 400 los niños de padres franceses o que salieron de Francia que están en el "califato" a caballo entre Siria e Irak. De ellos al menos 19 fueron identificados como combatientes y al menos tres murieron en combate.
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Un tercera parte de los 70 menores holandeses actualmente en Irak y en Siria nacieron allá, subraya por su parte Europol, la organización europea de coordinación policial.
Estos niños de origen europeo plantean "un problema de sociedad", considera un alto responsable antiterrorista. Y "sería un grave error pensar que se resolverá el problema con una única respuesta de seguridad", advierte.
(Por Pauline Talagrand y Nathalie Alonso, AFP)
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