El insólito "flagelo" que padece Holanda: le faltan delincuentes y debe importarlos

La población carcelaria disminuyó un 43% en los últimos diez años y las autoridades tuvieron que cerrar 19 prisiones. Las claves de su sistema penitenciario y las críticas que recibe

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La cárcel de Almere, en Holanda (IStock)
La cárcel de Almere, en Holanda (IStock)

Holanda pasó en una década de tener una de las tasas de encarcelamiento más altas de Europa a una de las más bajas, 57 personas por cada 100 mil habitantes. Hubo una reducción del 43% entre 2005 y 2015.

Hay dos causas. Una circunstancial: la implementación de nuevos sistemas de prevención en los aeropuertos permitió multiplicar la detección de mulas que ingresaban al país con droga. Eso llevó a un salto importante en la población carcelaria hacia 2005, que fue luego disminuyendo a medida que bajó la cantidad de mulas. La de largo plazo: el desarrollo de un sistema carcelario en el que la rehabilitación no es sólo discurso.

"En el servicio holandés nos fijamos en el individuo. Si alguien tiene un problema de drogas, tratamos su adicción. Si son agresivos proporcionamos terapia para controlar la ira. Si tienen problemas de dinero, les damos asesoramiento para manejar la deuda. Tratamos de eliminar lo que los llevó a delinquir. El recluso debe estar dispuesto a cambiar, pero nuestro método ha sido muy eficaz. En los últimos diez años nuestro trabajo ha mejorado más y más", explicó Jan Roelof van der Spoel, vicegobernador de la prisión de máxima seguridad de Norgerhaven, entrevistado por la BBC.

Una prisión con cancha de tenis y baloncesto en La Haya (Reuters)
Una prisión con cancha de tenis y baloncesto en La Haya (Reuters)

Las estrategias de rehabilitación son múltiples. Las cárceles tienen muchos espacios abiertos y verdes. Campos de deportes. Y se busca que los presos pasen mucho tiempo al aire libre, haciendo todo tipo de actividades.

La reincidencia de los delincuentes es un problema de enorme magnitud en gran parte del mundo, donde puede superar el 50% de quienes terminan sus penas de prisión. No así en Holanda. Puede que una proporción delinca nuevamente, pero sólo un 10% de los reincidentes que reciben una segunda condena vuelve a cometer un crimen.

La baja tasa de encarcelamiento tiene una pata excplicativa en el sistema judicial. Los tribunales tratan de dar penas de prisión sólo a los individuos que son considerados muy peligrosos. Para el resto se buscan penas sustitutas. 

"A veces es mejor para las personas permanecer en sus puestos de trabajo, quedarse con sus familias y pagar el castigo de otra manera. En Holanda tenemos sentencias de prisión más cortas y una tasa de criminalidad que está disminuyendo, lo que resulta en celdas vacías", dijo a la BBC Angeline van Dijk, directora del Servicio Holandés de Prisiones.

Un pasillo en la penitenciaría de La Haya (Reuters)
Un pasillo en la penitenciaría de La Haya (Reuters)

El de las cárceles vacías es paradójicamente un problema. Especialmente para los trabajadores penitenciarios, que se están quedando sin trabajo. "Están enojados y un poco deprimidos (…) porque no hay futuro, nunca se sabe cuando van a cerrar tu prisión", comentó Frans Carbo, líder sindical del sector.

Para que no se pierdan más puestos de trabajo, el Estado tomó la insólita decisión de importar presos. En concreto, le alquilan celdas a Noruega y Bélgica para que alojen allí a los presidiarios para los que no tienen lugar.

De todos modos, el sistema holandés no está exento de críticas. Hay especialistas y políticos opositores que denuncian que una cosa es lo que muestran las estadísticas y otra lo que verdaderamente ocurre. Su argumento es que la baja tasa de encarcelamiento se debe a que se libera a personas que deberían estar presas. Y que la baja tasa de criminalidad es en realidad una muestra de que la Policía no detecta los delitos que se producen.

"La policía está abrumada y no puede manejar su carga de trabajo. ¿Y cuál es la respuesta del gobierno? Cerrar las prisiones. Para nosotros, eso es sorprendente", explicó Madeleine Van Toorenburg, ex directora de una cárcel devenida portavoz de justicia criminal del partido opositor Llamada Demócrata Cristiana.

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