Pegadoras de enemigos, un vudú a zapatazo limpio en las calles de Hong Kong

En pleno centro de la ciudad, utilizan calzados viejos para maldecir a golpes a los rivales y dar suerte al cliente de turno

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(Maximilian Della Libera)
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Un fuerte olor a esencias orientales se mezcla con perfumes Chanel y Dolce & Gabbana. Unos sonidos raros y rítmicos se fusionan con los ruidos de autos, tranvías y autobuses que pasan por el punto más transitado de Hong Kong, el paso elevado Canal Road del barrio Causeway Bay, que recibe a cientos de miles de personas cada día. Bajo el puente, se encuentran las protagonistas de un raro espectáculo que se repite a diario. Son "pegadoras de enemigos", mujeres mayores con superpoderes, capaces de maldecir a cualquiera con sus murmullos y un zapato.

Aunque parezca raro imaginarlas en el barrio más comercial de Hong Kong, las pegadoras de enemigos disfrutan de su popularidad y raras veces pasan tiempo sin hacer nada. La antigua tradición china llamada da siu yan busca maldecir a su destinatario.

"El enemigo puede ser una persona específica o alguien en general, como tu competencia, la gente que habla mal de tí", explica Yoyo Wong, residente de Hong Kong que se ofreció como guía y traductora.

(Maximilian Della Libera)
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Cada mujer tiene su mini templo: una suerte de casita baja con decenas de velas prendidas y difusores de esencias. En el centro emergen varias figuras de dioses de todos los tamaños y tipos. No faltan algunos materiales promocionales: una galería de fotos de estas mujeres con famosos. Al lado están las herramientas más importantes: una pila de papelitos talismánicos y un par de zapatos viejos que ya perdieron su forma inicial.

Yang Joo es una de estas pegadoras de enemigos aunque tenga un aspecto de tía buena de la familia. De hecho, Yang Joo quiere decir "Tía Yang" en cantonés.

Yang arranca el ritual con oraciones a dos dioses: Guanyin o el Rey de los Monos. Luego, pide escribir dos nombres: el del cliente en un papelito rojo y el de su enemigo en un papelito blanco. Desde ese momento, el destino del enemigo pasa a las manos y zapatos de la tía Yang.

(Maximilian Della Libera)
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"Pero si tu enemigo es una idea general sin nombre propio, no hay que escribir nada", dice la mujer. El papelito blanco queda colocado frente al suyo y aplastado con el zapato hasta convertirse en pedazos. La mujer acompaña este espectáculo con murmullos de maldición y ya no es la tía querida de la familia, sino más bien una bruja que causa miedo.

Próximo paso es el sacrificio a "Bai Hu" o Tigre Blanco. Tía Yang saca otro papelito con la imagen del tigre, lo prende fuego, repite las oraciones a los dioses y hace círculos sobre la cabeza de Wong hasta tirarlo al tacho. Para finalizar el proceso, Yang tira dos bloques adivinadores que tienen la forma de un riñón. "Es para saber si los dioses aceptaron el ritual", explica la mujer.

(Maximilian Della Libera)
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"¿Y si no?", le preguntamos. "Entonces, hay que hacerlo de nuevo", responde. El veredicto de los dioses fue positivo… Tía Yang sonríe y pasa la cuenta: son 50 dólares hongkoneses (siete dólares estadounidenses).

Pasaron unos 10-15 minutos, aunque hay rituales más largos. No hay una secuencia estricta, ya que cada pegadora de enemigos viene con su receta. Para "La tía", su actividad es un hobby al que se dedicó durante los últimos 12 años. No estudió en ningún lado pero sintió que podía hacerlo para "aportar algo a la sociedad". La mujer no pudo decir la cantidad de clientes por día, pero aseguró que siempre está ocupada, sobre todo durante los festejos del año nuevo chino, cuando se hacen largas filas. "No lo hago para ganarme la vida", dice y mira alrededor, donde algunas de sus colegas agregan otros servicios, como adivinar el futuro.

La actividad de las pegadoras de enemigos no está regulada en Hong Kong pero las autoridades no intervienen ya que es una práctica tradicional. Además, ningún vecino ha reportado a estas mujeres por cuestiones higiénicas: el olor y los ruidos de zapatos no se comparan ni con los del tránsito ni con el aire contaminado de la zona.

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"No me molestan y ya son parte del paisaje urbano", opina Wong, que frecuenta el barrio aunque nunca usa los servicios de estas mujeres un tanto extrañas.

La mayoría de los clientes de tía Yang son mujeres. Más que maldecir a un enemigo, vienen a pedir suerte, asegura. De vez en cuando aparecen también los hombres vestidos en traje y corbata que trabajan en los edificios más altos de la ciudad. ¿Serán sus jefes u otras empresas que no los dejan ser más exitosos?

Para atraer turistas extranjeros, algunas pegadoras de enemigos también ofrecen sus servicios en inglés. Sin embargo, la mayoría de ellos apenas se queda para sacarse una selfie con ellas y sigue su paso. No se puede confirmar si los rituales realmente tienen un resultado deseado, pero que las sillas para clientes estén siempre ocupadas demuestra que las mujeres no se van de allí a ningún lado.

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