Evan tenía 19 años cuando empezó a tomar hormonas para convertirse en un hombre transgénero.
Pero, a pesar de ello, nunca perdió el deseo de tener un hijo.
Por eso, hace 5 años, Hempel y su pareja -una mujer- decidieron parar con las inyecciones de testosterona y empezar el tratamiento de inseminación artificial a través de un donante de semen.
En 2015 Hempel quedó embarazado y parió a mitad de este año.
La historia de Hempel la contó su hermana Jessi en la revista TIME. Es un intenso retrato sobre el delicado equilibrio entre la masculinidad de hombre transgénero y el femenino acto de dar a la luz.
Según los expertos, el embarazo puede ser difícil para muchos hombres trans. En algunos casos la necesidad de interrumpir los tratamientos con hormonas y volver a activar la biología femenina puede conducir a confusión y depresión. Evan, sin embargo, dijo que su experiencia fue casi del todo positiva.
“Fue una apuesta”, dijo. “No sabía como me sentiría, pero al final resulta que siento que me parece genial que mi cuerpo pueda hacer esto”.
Tampoco fue complicado explicarle a la gente en el trabajo -muchos de los cuales ni siquiera sabían que era transgénero y lo creían un hombre- que estaba embarazado.
"No es que me esperare reacciones negativas", dijo Evan. "Simplemente no tenía idea".
Y al final, tuvo experiencias positivas con cada persona que se enteró de su embarazo. La jefa de recursos humanos de su empresa, al saber la noticia, le dijo: "Bueno, esto es inesperado, pero ¡es genial!"; luego, empezó a charlar con él sobre las alegrías de la vida con hijos.
Jessi fue a visitar al hermano seis días después del nacimiento del niño. Cuando llegó, su hermano había recién terminado de amamantar. Jessi le preguntó si el proceso del embarazo lo había cambiado y si le había hecho cuestionar su masculinidad.
"La gente que no es trans habla de estar 'atrapada en un cuerpo'", respondió Evan. "Pero esta no es en verdad la manera en la que mis amigos hablan de ello. Yo siempre fui Evan. Yo siempre tuve estas partes. Siempre me sentí yo mismo, como si fuera un chico".
Y al final Jessi concluye: "A los de afuera su familia le parecerá como cualquier otra, un grupo de chicos y adultos mezclados y criándose los unos con los otros. De noche, mi hermano mirará a su hijo levantar un pequeño puño sobre su cabeza mientras duerme y sabrá lo que cada padre sabe: este niño es un milagro".
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