Charlie Hebdo perdió la memoria

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París, 7 de enero de 2015. Dos terroristas, al grito de "Alá es grande", irrumpen en la redacción de la revista satírica Charlie Hebdo y a tiros de fusil asesinan a doce profesionales: redactores, dibujantes, diseñadores. Francia y el mundo entero estallan de indignación. Un grito se torna universal: "Todos somos Charlie Hebdo". La ola solidaria se extiende en marchas multitudinarias. Los editoriales se multiplican no sólo repudiando el atentado, sino esgrimiendo dos argumentos: la sagrada libertad de prensa consagrada universalmente por el Acta de Chapultepec, y la premisa de que el humor, la sátira, la crítica basada en aquello de "Castigat ridendo mores" (la eficacia de golpear desde la comicidad). En adelante y a partir de aquella matanza, Charlie Hebdo adquiere categoría de medio periodístico mártir: una bandera indiscutible.

Pero en su último número, y refiriéndose a la tragedia de los pequeños y antiguos pueblos italianos de Amatrice y sus vecinos contiguos, los heroicos humoristas de ayer se han convertido en despreciables personajes de hoy. Un dibujo titulado "Sismo a la italiana" muestra dos víctimas del terremoto, de grotesca figura para colmo. Uno está cubierto de tuco, el otro de queso derretido, y el dibujante los imagina como platos de un menú. Y peor aún, otras víctimas, acostadas y seguramente muertas a juzgar por sus posturas, aparecen  como parte de una enorme lasagna…

No hay excusa posible para semejante tropelía. Ni la libertad de prensa ni el humor. El dibujo es estúpido, canalla, gratuito. Sólo inspira repugnancia. Ira. E inmediatamente apela a la ola de dolor e indignación que produjo el atentado de aquel todavía cercano 7 de enero.

El mundo bienpensante, noble, moral, sigue siendo Charlie Hebdo, desde luego. El repudio permanece. Pero, al parecer  perdida súbitamente la memoria, Charlie Hebdo no es Amatrice, sus muertos, su desastre piedra sobre piedra, los siglos de historia borrados en segundos por un terremoto. Es, apenas y tristemente, un mal chiste. Acaso el peor de su historia. Y no menos olvidable que aquel día de sangre y fuego.

Y en caso de que suceda, de nada vale pedir perdón en la próxima edición.

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