El grupo anti-inmigración e islamófobo Pegida, que en 2015 sorprendió a los alemanes con masivas marchas en contra de los refugiados, volvió a aparecer en la capital bávara el lunes pasado tras la seguidilla de ataques que sacudieron a la región en julio, pero los habitantes de la ciudad parecen haber rechazado su propuesta.
En Königplatz, en el centro de Múnich, medio centenar de personas se concentraron el lunes alrededor de una pantalla gigante y apenas un puñado de sillas. Dos hombres estiraron una bandera que decía "Somos el pueblo", mientras que una señora sostuvo durante horas un cartel que establecía "Prohibido el Corán, prohibida la Burka, prohibidas las mezquitas".
El grupo Patriotas europeos contra la islamización de Occidente (Pegida, en alemán) se formó en 2014 en Dresden para protestar contra la llegada de refugiados de origen musulmán en Alemania. Desde entonces organizan marchas en diferentes lugares de Alemania, que tuvieron su apogeo a principios de 2015 cuando alcanzaron a convocar más de 15.000 personas. Luego perdieron fuerza y sus eventos dejaron de atraer gente.
Pero tras la seguidilla de recientes ataques en suelo alemán, Pegida intenta renacer concentrándose cada lunes de agosto en la ciudad de Múnich, en Bavaria, donde un alemán de origen iraní mató en julio a 9 personas, en su mayoría extranjeros, antes de quitarse la vida.
"Nuestra sangre nos une a la ciudad", gritó el lunes al micrófono uno de los pocos jóvenes que forma parte de la división Múnich de Pegida. Alrededor de él y sus compañeros, la policía desplegó un impresionante dispositivo de seguridad. Un doble vallado impedía que cualquier persona ajena al grupo ingresara al escenario montado en Königplatz, una plaza rodeada de museos, mientras que oficiales en equipo táctico controlaban que nadie se acercara demasiado.
En los límites de este dispositivo, una contramarcha intentaba tapar el ruido de los parlantes de Pegida. Organizados en el grupo Jusos München, la juventud del partido social demócrata de Alemania (SPD), llevaba sus propios carteles con las consignas "Ninguna persona es ilegal" o "los refugiados son bienvenidos". Apenas más lejos, activistas del colectivo LGBT, curiosos, turistas y deportistas que cruzaban el parque se concentraban a ver el intercambio de insultos entre Jusos y Pegida.
Pegida no logra convocar a más de medio centenar de personas cada lunes, cuando organiza sus reuniones. Pero la tensión en Alemania, y en especial en Múnich sigue siendo alta. El pasado 18 de julio, un refugiado de 17 años hirió a cinco personas con un cuchillo en un tren cerca de Würzburg, en Bavaria, antes de ser abatido por la policÍa. Apenas cinco días después, un joven alemán mató a nueve personas, en su mayoría extranjeros, con una pistola en Múnich. Finalmente, tres días después, un refugiado sirio se hizo estallar en Ansbach e hirió a 12 personas.
"Abajo, abajo con Pegida", gritaban los miembros de Jusos y el grupo cada vez más grande de personas alrededor de la valla de seguridad se unía en el canto.
En un momento los miembros de Pegida levantaron más banderas: la de la República Federal Alemana, la celeste y blanca de Bavaria, la de Francia y también la controversial bandera de Wirmer, que alguna vez fue propuesta como emblema nacional por un grupo opositor al régimen nazi pero que en los últimos años se convirtió en un emblema de la extrema derecha.
Con los estandartes en alto, los parlantes que hasta hacía poco tiempo lanzaban consignas contra los refugiados empezaron a reproducir La cabalgata de la Valquirias, la pieza que saltó a la fama global en la película sobre la guerra de Vietnam Apocalipsis Now, pero que ya era reconocida antes como parte de la obra de Richard Wagner, un influyente compositor que también fue el preferido de Adolf Hitler.
Ya listos para marchar, el grupo encaró por la calle Brenner en dirección al oeste y después por la calle Theresien hacia el distrito estudiantil donde funciona una de las sedes de la Universidad de Múnich. Una vez más, el dispositivo de seguridad desplegado opacó en número y organización tanto a los miembros de Pegida como a su detractores, que marchaban justo por detrás, a cien metros y un veintena de policías de distancia.
Según Gero Neugebauer, académico en la Universidad Libre de Berlín citado por el diario El País, Pegida busca dar "respuestas sencillas a fenómenos complejos" a través de consignas islamófobas y xenófobas que buscan hacer culpable a los refugiados de problemas actuales en el país. Su líder, Lutz Bachmann, fue juzgado en principios de 2016 por "incitar el odio" y condenado a pagar una fianza de unos 9.000 euros.
Sólo en 2015, Alemania recibió más de un millón de refugiados que escapan de la guerra, las persecusiones y la pobreza extrema. La recepción de estas personas y el procesamiento de cientos de miles de solicitudes de asilo se han convertido en un problema administrativo y de asimilación de primer orden en el país, acomplejado por los recientes hechos de violencia y por la escasa solidaridad de otros países europeos para también recibir refugiados.
Según datos de la Oficina Federal de Migración y Refugiados de Alemania, Bavaria es el segundo estado con más refugiados viviendo dentro de sus fronteras después de Renania del norte-Westfalia. Múnich es la ciudad más grande y más emblemática ante los refugiados, ya que por su posición geográfica al sur del país constituye la primera "puerta" para quienes llegan por la ruta de los balcanes o a través de las islas griegas. "Múnich es una ciudad tolerante con corazón", dicen los carteles en los diferentes centros de información para refugiados en la ciudad.
"No hay derecho a la propaganda nazi" era otro de los gritos de quienes el lunes seguían a Pegida por entre las calles de Múnich, capital bávara, hasta que finalmente la vuelta en círculo volvió a Königplatz, una de las plazas más características de la ciudad y rodeada de varios museos de arte antiguo.
Königplatz es también célebre por su importancia para el Nacional Socialismo durante la década de 1930 y 1940, cuando sirvió de escenario para diferentes mitines del partido nazi.
Los miembros de Pegida vuelven a ubicarse alrededor del escenario, dentro de cordón policial, y sus oradores se pasan el micrófono mientras los detractores escuchan música electrónica, toman cerveza y comparten un té desde un puesto improvisado junto a poste de luz y con el cartel "Tee gegen Nazis" (Té contra los Nazis) con el que Julia, de unos 30 años, sigue las marchas de Pegida en Múnich.
Mientras desde los parlantes se habla de los bombardeos en Alepo y Homs, en Siria, y se menciona el peligro de los "extremistas islamistas entre los refugiados en Bavaria", los detractores empiezan a dejar Königplatz y entonces ya sólo la policía permanece en el lugar.
En otros lugares de Europa la situación de los refugiados empeora. En Hungría, donde el primer ministro Viktor Orban se refirió a la migración como un "veneno", el gobierno rechazó la cuota de refugiados que la Unión Europea le delegó. Mientras que en Praga, en la República Checa, manifestantes de la extrema derecha gritaron el jueves a dos mujeres refugiados que deberían "enviarlas a la cámara de gas", según consigna la organización Human Rights Watch.
Pegida busca retomar las mismas banderas de la islamofobia en Alemania, pero, por el momento, los habitantes de Múnich no parecen estar dispuestos a sumarse.