¿Cómo se mide la calidad de vida de un país? El indicador más completo es el Índice de Desarrollo Humano (IDH), que va de 0 a 1 y que combina en un mismo número el volumen de ingresos, la cantidad de años que viven las personas y el nivel educativo que alcanzan.
El IDH, que elabora anualmente el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), captura aún mejor el bienestar cuando se lo ajusta por desigualdad. De lo contrario, podría ocurrir que aparezcan con un índice muy elevado países en los que una parte importante de la población está excluida de los beneficios.
El podio del IDH ajustado por desigualdad está compuesto por Noruega (0,893), Holanda (0,861) y Suiza (0,861). Luego aparecen Australia (0,858), Dinamarca (0,8569, Alemania (0,853), Suecia (0,846), Islandia (0,846), Irlanda (0,836) y Finlandia (0,834).
¿Cómo hicieron estos países para alcanzar esa posición? Para saber exactamente cómo fue su recorrido habría que repasar su historia. Sin embargo, una alternativa más sencilla es ver qué características comparten las sociedades con mayor bienestar, y en qué se diferencian de aquellas en las que se vive peor. El objetivo sería determinar si hay una correlación entre las características económicas, culturales y políticas de un país, y su nivel de desarrollo humano.
El segundo gráfico muestra el impacto del PIB per cápita, que es el indicador más utilizado para medir el desarrollo económico, sobre el IDH (en este y en el resto de los gráficos se presenta ajustado por desigualdad). Los puntos verdes son todos los países del mundo para los que hay datos de las dos variables. En el eje horizontal, de izquierda a derecha, están todos los valores posibles de PIB, desde los 629 dólares de República Centroafricana hasta los 98.987 de Luxemburgo. En el eje vertical, de abajo hacia arriba, los distintos niveles de desarrollo humano, desde el 0,198 de República Centroafricana hasta el 0,893 de Noruega.
La imagen es muy clara: a medida que crece el PIB per cápita crece el IDH. Noruega, Holanda y Suiza (identificados en violeta, naranja y rojo, respectivamente), que son los tres con mayor IDH, están también entre los de mayor PIB. La conclusión es que los países con mayor riqueza tienden a ser también los de mayor bienestar. Es muy lógico. Sin embargo, hay muchas personas que, por razones ideológicas, insisten en negar que si un país es más rico probablemente logre ofrecer mayor calidad de vida a su población.
El tercer gráfico mide la correlación entre el IDH y el Índice de Mercados Abiertos que elabora la Cámara de Comercio Internacional (ICC por su sigla en inglés). Lo que mide, con un puntaje que va de 1 a 6, es el grado de apertura de la economía, es decir, cuán intensas son las restricciones a las importaciones y a la competencia con otros países.
Si bien hay mayor dispersión, y los puntos no están tan pegados como ocurría con el PIB, la tendencia es muy parecida: a medida que crece el nivel de apertura, crece también el IDH. Los países con mercados más cerrados y protegidos tienden a ser también los de menor desarrollo humano. Noruega, Suiza y Holanda aparecen también aquí en lo más alto.
El cuarto gráfico muestra el impacto del nivel de competencia que hay en la economía sobre el IDH. El Foro Económico Mundial (FEM) elabora un índice que mide de 1 a 7 cuán libre es la competencia que hay entre los actores económicos. Para eso condensa distintos indicadores, como la existencia de posiciones dominantes en el mercado, los incentivos que hay para invertir, las trabas para comenzar un emprendimiento, el nivel de impuestos sobre la producción, y otros.
La dispersión en este caso es aún mayor que en los dos anteriores, lo que muestra una correlación más débil. Pero aún así existe y va en la misma dirección. Si bien hay algunas naciones con un índice de competencia intermedio, pero un IDH muy bajo, como Sudáfrica, Zambia y Ruanda, todos los que están por encima de 5 tienen un IDH de medio a alto. Esto es especialmente evidente en la cúspide: como lo muestra otra vez el caso de Noruega, Holanda y Suiza, quienes tienen los mayores niveles de bienestar tienen economías con mucha competencia.
Pero el bienestar no es sólo un resultados de las políticas económicas. Hay otras dimensiones de la vida que favorecen el desarrollo. El quinto gráfico muestra una de ellas, la penetración de la tecnología en la sociedad. El FEM elabora un índice (también oscila entre 1 y 7) que incluye la disponibilidad de las últimas novedades tecnológicas, el grado de absorción de éstas por parte de las empresas, la proporción de personas que usan internet y la difusión de las redes móviles de conectividad, entre otras cosas.
El impacto de este indicador sobre el IDH es notable y supera al de todos los demás. Los países con un Índice de Adopción de Tecnología (IAT) bajo tienen un IDH muy bajo, los que tienen un nivel intermedio en uno están también por la mitad en el otro, y quienes están por encima de 6 en el IAT, superan el 0,8 en el IDH. Aquí también es muy fuerte el liderazgo de Noruega, Holanda y Suiza.
El sexto gráfico muestra el efecto de otro factor que es cada vez más importante en el mundo contemporáneo, la innovación. El vínculo no es tan fuerte como en el caso de la tecnología, pero es intenso. El FEM entiende la innovación como la capacidad de adaptarse a los cambios, correr las fronteras del conocimiento, y que las instituciones educativas, el sector público y el privado trabajen juntos para buscar formas nuevas, más eficientes, de hacer las cosas.
Suiza es el que tiene el mayor Índice de Innovación, con un puntaje de 5,76. Holanda (5,36) y Noruega (5) tienen varios países por encima, pero están en el lote de arriba. En cualquier caso, todos los países con 4,5 o más en innovación tienen 0,75 o más en IDH.
El séptimo y último gráfico explora una dimensión más política, la corrupción. El índice que elabora Transparencia Internacional la calcula entre 0 (el máximo de corrupción) y 100 (el mínimo). La comparación con el IDH muestra que no es sólo un problema moral: los países más corruptos tienen peor calidad de vida que los transparentes. Noruega, Holanda y Suiza son una muestra de que el combate a la corrupción va de la mano del desarrollo y del bienestar.
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— Infobae América (@InfobaeAmerica) July 30, 2016
Lo que todos estos datos revelan es que lo mejor que pueden hacer los países para fijar un rumbo económico y político es dejar un poco de lado las feroces discusiones ideológicas y partidarias. En cambio, habría que empezar a mirar más los efectos reales —no teóricos o ideales— que tienen las diferentes políticas sobre la calidad de vida de la población.
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