El presidente Recep Erdogan acaba de declarar el estado de emergencia por tres meses para acabar con lo que él llama "remanentes golpistas infiltrados en el estado", reiterando su acusación y la complicidad de países extranjeros en el fracasado golpe, sin precisar nombres.
Por la gravitación de Turquía en el marco de la OTAN, el desmantelamiento del segundo ejército en importancia es un golpe muy duro para la Alianza Atlántica que todavía no se repone del impacto del Brexit y de la crisis por la que atraviesa la Unión Europea. Para la OTAN, no contar con el soporte de Turquía en la guerra civil siria acabará reforzando las posiciones del gobierno de Assad.
El apoyo que goza el gobierno de Erdogan de una parte de la población y el impacto de la purga radical que está efectuando en todas las instancias del Estado y que afecta a más de 60 mil personas le pueden dar unos meses de respiro, pero la crisis económica turca es tan profunda que la oposición en su contra no cesará fácilmente. El arco de inestabilidad iniciado por los independentistas kurdos y la expansión de la guerra civil siria no deja de crecer y ello afecta a un país en el que están estacionadas nada menos que 60 ojivas nucleares.
Según declaraciones de militares de la OTAN a la BBC bajo reserva de anonimato, "la crisis turca recién acaba de comenzar y su impacto internacional será mucho más perturbador a todo lo que hemos visto hasta ahora".
Turquía es una pieza clave del triángulo sobre el que pivotean las políticas occidentales en Oriente Medio. Con las monarquías del Golfo y con Irán, Turquía es un aliado regional considerado de alta importancia por el presidente estadounidense Barack Obama, fundamentalmente por su posicionamiento geoestratégico como paso marítimo de la flota rusa del Mar Negro y por su cercanía con los países productores de petróleo del Oriente Medio. Además, es un país miembro de la OTAN, y desde 1954 la Alianza Atlántica cuenta con las facilidades de la base aérea de Incirilik, que ha jugado un rol clave en las recientes operaciones militares norteamericanas en Afganistán e Irak. Según un cable diplomático del Departamento de Estado revelado por Wikileaks, en Incirilik estarían estacionadas "entre 60 y 90 ojivas nucleares" como parte del despliegue nuclear mundial de EEUU en vistas a un conflicto mayor con Rusia.
El ejército turco es parte de la estructura militar de la OTAN, es el segundo en importancia luego del estadounidense con un contingente cercano a los 630.000 hombres, según un estimado de 2015. Armado y formado por Washington, cualquier iniciativa que se haya tomado en su seno no puede haber escapado al conocimiento de EEUU y a su aprobación tácita.
Desde su llegada al poder en el año 2002, el partido de Erdogan, AKP (Justicia y Desarrollo), ha seguido una política internacional contradictoria y errática que lo ha conducido a un aislamiento diplomático creciente en la región. De su política inicial de buena vecindad que lo llevó a desarrollar buenas relaciones inclusive con Irán, Ankara replegó sus tradicionales buenas relaciones con Israel al buscar abanderar la lucha contra el bloqueo de Gaza para ganarse las simpatías del mundo árabe. La activa intervención turca en el conflicto sirio a partir de 2012 la llevó a alejarse y enfriar sus relaciones con Rusia e Irán con consecuencias dramáticas para la economía turca, dada su dependencia energética con estos países.
Ankara asumió un rol protagónico en la coalición de países que intervinieron en Siria buscando derrocar al presidente Assad. Con su amplia frontera común, fue el centro del aprovisionamiento logístico de la insurgencia yihadista, convirtiéndose en su base de repliegue y entrenamiento, colaborando en los negocios del contrabando de petróleo y del saqueo de piezas arqueológicas que aceitaban la maquinaria de guerra de los diferentes grupos islamistas radicales, incluido la del Estado Islámico (ISIS, por su siglas en ingles).
Más allá de todo, lo concreto es que Turquía avanza hacia un futuro sombrío en directo curso de colisión social y político.
Tras el golpe militar frustrado –o como muchos sostienen, fraguado- el evento ha dejado 10.900 detenidos, más de 350 muertos y un centenar de periódicos, radios y televisoras clausuradas. La represión se desató a gran escala y la imagen del presidente Erdogan no ha salido impoluta de estos eventos. Erdogan lo sabe en su fuero íntimo, de allí que esté blindando su gobierno al mejor estilo de un dictador latinoamericano intentando mostrar todo lo sucedido como un complot en su contra; pero con ello, el escenario turco se torna más complejo e impredecible día tras día.